Llueve ácido al fin del mundo

INT. CAFÉ EL PASEO, VALPARAÍSO. ATARDECER

El salón está con las luces encendidas, todo es de metal y madera, unos alambiques de bronce incrustados en las paredes y una escalera caracol con aires victorianos dan el aspecto de estar navegando en el Nautilus de Julio Verne.
En la mesa cercana a la barra del bar estamos Marcelo Novoa y yo, disfrutando un capuccino vienés y conversando acerca de la carta de apoyo que me dará para Día Zero, mi próxima película y primer largometraje.
En esa conversación le comento a Marcelo sobre mi búsqueda musical para el film y él, amablemente, me recomienda un dúo electrónico llamado “Lluvia Ácida” proveniente de Magallanes. Marcelo me explica que ellos mezclan la electrónica y los sonidos industriales con instrumentos indígenas como ocarinas, palos de agua, charangos, etc y que además son asiduos consumidores de CF y Fantasía.

INT. LIVING CASA. NOCHE

En todo el viaje de regreso a casa pensé en la música de la película. Me siento frente al ibook y digito la url que me dio Novoa www.lluviaacida.cl, a primera vista me interesan.

Me contacto con Rafael Cheuquelaf, integrante de Lluvia Ácida, vía e-mail y al poco rato se concreta la entrevista de una de las bandas más australes del planeta.

Para comenzar ¿Quiénes son y qué es el proyecto Lluvia Ácida, cuál es el génesis de ustedes?

–Lluvia Ácida nace en 1994, como un proyecto de ruidismo casero de Héctor Aguilar, que en ese momento era vocalista de una banda de thrash metal llamada INFIDEL. En 1995 yo, Rafael Cheuquelaf, tomo conocimiento de esta idea y me integro a ella. Desde ahí en adelante, hemos desarrollado un trabajo constante de composición y publicación de discos, evolucionando desde un estilo frío y de perfil duro hacia un mestizaje de sonidos. Hoy somos un dúo que cultiva el género de la canción electrónica, que usa tantorecursos digitales y analógicos, así como instrumentos de viento y percusión latinoamericanos.

Ustedes se declaran ‘consumidores de CF’. ¿Esto influye en su música?

–Sí, desde el momento mismo en que nos conocimos. Vivimos a tres cuadras de distancia, pero ninguno sabía de la existencia del otro hasta que un conocido en común nos presentó a propósito de nuestros gustos literarios y musicales. Recuerdo haber mirado juntos muchas películas e intercambiado libros de autores como Arthur C. Clarke, Phillip K. Dick, Brian Aldiss, Stanislaw Lem, entre muchos otros. En Simulación (1996), nuestro primer disco, hay un tema dedicado a Hugo Correa llamado Los títeres y otros dos a Lovecraft, Hypnos y Marginalia. Y el primer tema del disco, llamado Sol verde, se inspira en una película de los años 70 llamada Soylent Green, que muestra un futuro apocalíptico de hambre y sobrepoblación. A pesar que nuestra música se ha orientado cada vez más a tratar temas de la realidad actual o histórica de Magallanes, siempre está presente la CF, que más que un género literario para mí es una actitud ante el arte y la vida. Es la conciencia de que lo que hoy es, mañana ya no será. O sea, que la realidad es perpetuo cambio y que no hayverdades permanentes. Es una idea libertaria y subversiva.

Con respecto a lo anterior, ¿Qué los inspira?

–Nuestra inspiración es el contraste entre la industria y los paisajes solitarios de la Patagonia. Aquí existe un ambiente ‘rural –industrial’, en donde lo tecnológico se hace presente en medio de parajes hostiles a la vida humana. Por ejemplo, en las plataformas petrolíferas en medio del Estrecho de Magallanes, en los yacimientos de gas en Tierra del Fuego, o en las bases antárticas. Por ello, nuestra música tiene poco que ver con la mayor parte de la música electrónica cultivada en Santiago o otras ciudades del país, que tiene una clara finalidad hedonista y es moldeada por las modas impuestas por los medios de comunicación. Nosotros no cultivamos una temática ‘urbana’ y nuestro sonido no es amniótico, tiene asperezas y busca situar al oyente en los parajes que nos inspiran, sacándolo de su casa y de su ciudad. Siempre hemos dicho que nos consideramos una mezcla de Francisco Coloane con Kraftwerk, la banda alemana fundacional del techno. Nuestros discos tienen un componente de aventura fronteriza y fueron hechos con un ánimo alejado de la globalidad. No usamos la música electrónica para sentirnos ciudadanos del mundo, sino para mostrar nuestra identidad patagónica al resto del planeta.

Cuéntennos acerca del proyecto «Antartikos», entiendo que es su más reciente trabajo.

–Es un disco que narra la historia geológica, biológica y humana de la Antártica, la última gran frontera de la Tierra. Es un tema que siempre nos ha atraído, a través de libros y documentales. Es un continente que ha sido escenario de historias conmovedoras y que aún guarda muchos secretos. Imagínate que los mapas lunares son más precisos y detallados que los de la Antártida. En Punta Arenas tenemos un contacto cotidiano con el tema y cuando miro los grandes rompehielos que atracan en el puerto, pienso que esos buques al servicio de los institutos polares internacionales son lo más parecido a naves espaciales exploradoras que voy a ver en mi vida. El disco fue rechazado por el Fondo de la Música, pero pudimos publicarlo en coproducción con el Instituto Antártico Chileno.

Hemos podido presentarlo en Santiago, en lugares como la Sala Master de la Radio Universidad de Chile y en la Sala SCD. Pero nuestro gran sueño está pendiente: presentar el disco en el mismo lugar que lo inspiró y ser los primeros que ofrezcan un concierto de música electrónica en el continente blanco. Al menos uno de nosotros ha logrado acercarse bastante, ya que en este momento Héctor se encuentra trabajando en un buque de pesca a la altura de las Georgias del Sur. Se ha contactado conmigo por medio de teléfono satelital y me ha contado que su barco ha pasado al lado de grandes témpanos. De experiencias como esa se alimenta nuestra música.

Por lo que vi en su página también cuentan con proyectos audiovisuales, la mayoría con temas de fantasía. ¿Alguna razón en particular?

–Hemos hecho algunos cortometrajes, aparte de nuestros videoclips propiamente tal. Dos de ellos están inspirados en obras de mi primo Oscar Barrientos, escritor de reconocida trayectoria e incluido en la antología Años Luz: Mapa Estelar de la CF en Chile. Yo veo esos cortos como una extensión de nuestra propuesta estética, que es mirar nuestro entorno inmediato con otros ojos e imaginar situaciones radicalmente distintas a lo que llamamos ‘normal’.

¿Qué es EOLO y por qué el nombre?

–EOLO es el nombre del dios griego del viento y de nuestro sello. Su logo es una representación gráfica de una turbina eólica. Es una imagen que para nosotros simboliza el único futuro viable, el de la reconciliación entre lo tecnológico y lo telúrico. En el caso de Magallanes, el viento es parte de nuestra vida y es un recordatorio del poder de la naturaleza austral, a veces benéfico, a veces letal.

Volviendo a su música. Independientes totales en la región más austral del mundo. ¿Cuál es el universo musical
magallánico, que los mueve?

–Magallanes está separado del resto del país por 500 kms. de hielo y recibió influencias culturales distintas a las de Chile en general. Imagínate que hasta los años 30 los magallánicos no tenían derecho a voto y la zona no era considerada región, sino como un territorio con un gobernador militar. Algo así como una colonia, pero que había logrado desarrollarse gracias a capitalistas audaces y sin escrúpulos. Al mismo tiempo que Punta Arenas encendía el primer alumbrado eléctrico del país, en Tierra del Fuego se cobraba una libra esterlina por cada cabeza de indígena Selk’nam. Así que el aislamiento ha marcado nuestra cultura, para bien y para mal. En lo musical, las influencias primarias son el folclor de la Patagonia Argentina y el de Chiloé, además de algunas manifestaciones heredadas de inmigrantes croatas. Aún hoy el folclor es la música que más vende en la región. También hay muchas bandas de rock de todos los estilos, e incluso una escena bastante desarrollada de hip hop. Pero siendo honestos, somos un caso especial, pues no tocamos en pubs y nuestras presentaciones son eventos especiales, que requieren una preparación cuidadosa. Y me parece que los músicos de acá siguen teniendo una mentalidad provinciana, en el sentido de idealizar lo que pasa en la capital y copiar todo lo que ven en televisión. Lo curioso es que a veces nos hemos sentido más comprendidos fuera que dentro de nuestra propia tierra, aunque lentamente nos hemos convertido en parte integral de la actual cultura magallánica.

¿Electrónica o industrial?

–Para nosotros no hay mayores distinciones, ya que en nuestro caso usamos la electrónica para emular timbres de tipo maquinal. Una fuente de inspiración constante para mí ha sido la pequeña industria metalúrgica. Mi abuelo tenía una y yo siempre iba allá, para escuchar los sonidos de los fierros y de las soldadoras, me parecía increíble y envolvente. Aún hoy me detengo cuando escucho un sonido interesante que sale de algún taller.

Según el archicitado Rodrigo Fresán, un país sin CF es un país sin futuro. ¿Cuál es su visión de nuestro Chile contemporáneo?¿Hay futuro?

–Claro que Chile tiene un futuro, ¿pero de que tipo? Veamos el presente primero: un país con grandes desigualdades sociales, gobernado por una clase política insensible desde una capital que parasita de las regiones. Hay algo que me molesta profundamente cuando veo los noticieros y leo los diarios y es el que se hable de Chile como una unidad homogénea, cuando en realidad solo se está pensando en Santiago. Mi idea del futuro es magallánica y patagónica, con imágenes de una economía sustentable y con un estatus de autonomía política. Si parece improbable, voy a contar lo siguiente: cuando Héctor y yo nos conocimos, especulábamos acerca una hipotética independencia, en onda CF. Años después, hay una bandera regional que está más presente que la chilena, que aquí simboliza a las Fuerzas Armadas y al Estado en general, pero no a nuestra tierra. Sé que estas ideas molestan a mucha gente, pero te aseguro que es lo que piensan miles de personas y no se atreven a expresar por temor a ser llamados antipatriotas. Estuve hace unos meses en Arica y vi en terreno la relación fría que tienen los chilenos con los peruanos y los bolivianos. Puro nacionalismo de ambas partes. Eso no se da entre los magallánicos y los argentinos patagónicos, y a pesar de cualquier medida que se tome desde Buenos Aires o Santiago, la relación va a seguir profundizándose. Esa es mi visión del futuro: autosuficiencia y hermandad entrelos pueblos australes para enfrentar los grandes desafíos que se vienen, que tendrán que ver con el Cambio Climático y el Fin de la Era del Petróleo. Al menos es el futuro con el que yo sueño.

Tú eres de apellido Cheuquelaf, sangre indígena corre por tus venas y usas la tecnología como arma para tu discurso. Me recuerdas a los personajes de Baradit (Ygdrasil) dónde lo tradicional se mezcla en forma violenta con lo hi tech, ciberchamanismo le llaman. ¿Cuánto de ese orgullo está en tú música?

–Es interesante que me preguntes eso, a propósito de lo anterior. En estricto rigor, soy descendiente de mapuche sólo en parte, ya que mi abuelo paterno ya era mestizo. Y por el lado de mi madre tengo ascendencia croata, belga y chilota. O sea que soy el resultado de varios flujos migratorios que confluyeron en Magallanes. Pero respecto a mi parte indígena, si estoy muy conciente de ella y siento una gran empatía con la cultura mapuche. Cuando he estado en los lugares que mis ancestros cultivaron, algo en mí es tocado. Hace unos años descubrí algo muy interesante. Resulta que el apellido Cheuquelaf se traduce literalmente como “ñandú de la pampa” y se originó hace siglos, no en Chile, sino en la Patagonia Argentina. Incluso encontré un pictograma que lo representa, una pintura rupestre con forma de ave corredora. De ahí el apellido cruzó los Andes en épocas prehispánicas, dando origen a un linaje en el que hubo varios caciques. Finalmente, mi padre llegó siendo niño a Magallanes y dejó la zona de La Frontera y el apellido regresó al mundo patagónico. Al pensar en ello, entendí mi relación con este lugar del mundo: de alguna manera yo era parte de una historia circular, de regreso a la raíz. Y yo me sirvo de la música para expresar esa idea. La historia de la música es una historia tecnológica, pero por primera vez siento que tenemos un abanico más amplio para explorar. Para mí, pueden convivir instrumentos de cualquier naturaleza, electrónicos y acústicos, si están al servicio de una idea clara. Creo eso se produce en nuestro caso, ya que sabemos quienes somos y qué queremos.

¿Algún próximo proyecto viene pronto?

–Nuestro nueva publicación la lanzamos en septiembre, que consiste en un DVD y un CD compilatorios, llamados ambos Elemental. Estos reúnen el trabajo de una década y lo mostraremos ante toda la comunidad. Algo más ambicioso es una cantata dedicada a la Federación Obrera de Magallanes, un colectivo anarcosindicalista de principios del siglo XX que llegó a ser muy poderoso y que finalmente fue exterminado por el estado chileno y la oligarquía local. Es una historia de lucha colectiva que merece ser recordada, porque el mundo actual se está pareciendo cada vez más al que ellos querían cambiar. Esperamos editar ese disco el 2007 o 2008.

¿Tocatas en Santiago o Valparaíso para verlos pronto en vivo?

–Por el momento no tenemos planes de tocar fuera de la región, la última vez fue en enero pasado en Santiago, ya que nos invitaron al Festival Teatro a Mil. Salir de aquí es difícil por el tema de los pasajes aéreos, que no son nada baratos. Si lo piensas bien, resulta que Buenos Aires es más cerca y más barato desde Santiago que Punta Arenas. Pero siempre hemos encontrado la manera de salir por lo menos una vez al año. Para nosotros es muy importante salir de la región y conocer nuevos públicos, de los cuales aprendemos tanto como ellos aprenden de nosotros. Solo así crecemos como músicos y como personas. Cuando pensamos que cada viaje es el último, ya se está gestando uno nuevo. ¡Así que es posible que nos veas tocar y comprueben si somos todo lo que se dice de nosotros!

© 2006, Rafael Cheuquelaf / Raul Pinto.