Siempre me adecuó actuar desde las sombras, hasta que la conocí. Entonces me vi obligado a dar un paso enfrente y dejar mi confortable anonimato. Para todo Bespin yo no era más que el fiel sirviente del administrador de turno. Era parte de la ciudad, parte del mobiliario.
La desaparecida Ciudad de las Nubes era una curiosa argamasa entre colonia minera y centro turístico. Fue concebida por el excéntrico lord Ecclessis Figen como un ‘complejo habitacional flotante’ que para mantenerse a sí misma a la espera de los nuevos inquilinos extraía y refinaba gas Tibana. Durante años sirvió de base de operaciones para Figg y lentamente fue convirtiéndose en un lugar cosmopolita al inaugurarse restaurantes, tiendas y casinos. Pese a las increíbles ganancias generadas por estas actividades, los ambiciosos Barones-Administradores nunca dejaron de lado la explotación minera, sobretodo con el advenimiento del Imperio, nuestro principal cliente de gas Tibana usado en blasters e hiper-reactores.
La Ciudad de las Nubes era un sitio extremadamente jerarquizado, donde las personas valían lo que su posición en la empresa. Los más bajos eran los mineros y los más altos los administrativos, mi familia estaba en algún sitio en el medio. Mi padre era asistente de los técnicos ugnaughts y mi madre una operaria de comunicaciones nivel 98, y si bien no estábamos en la parte más baja de la escala piramidal tampoco teníamos muchas posibilidades de ascender posiciones.
Comencé a delinquir desde niño, robando partes de droides y otros dispositivos transables en el mercado negro de Port Town. Siempre fui muy listo y conseguí burlar a las autoridades por casi una década hasta que finalmente, a los catorce años, lograron capturarme. La Baronesa-Administradora de aquel entonces, Ellisa Shallence, me dio a elegir entre la prisión o una sentencia de quince años sirviendo como oficial de operaciones cibernéticas. Por supuesto que elegí ésta última opción, aunque sin saber que sería modificado físicamente para cumplirla.
Una vez consumada mi sentencia decidí permanecer en mi cargo. Después de llevar la mitad de mi vida en ello no sabía hacer otra cosa, y además, como hombre libre, por fin percibiría una remuneración por mi trabajo. Los Administradores cambiaron varias veces y por más incompetentes o inútiles que fueran, la Ciudad de las Nubes siempre funcionaba gracias a mí. Con el tiempo fui volcándome cada vez más al trabajo hasta el punto que prácticamente no me comunicaba con otras inteligencias que no fuesen artificiales. Cada vez era percibido más y más como un droide, lo que no me molestaba en absoluto.
Calrissian era muy distinto a quienes le antecedieron. Llegó a Bespin durante una de las más desastrosas administraciones en la historia de la Ciudad de las Nubes. Raynor, el tipo a cargo, era sobrino de un oficial del Imperio y un verdadero pelmazo. Gustaba de organizar fiestas y carreras de naves que estaban haciendo estragos con el presupuesto. Fue durante uno de estos torneos que conocí a Calrissian. Había perdido su ‘preciado’ YT-1300 modificado (que en realidad era una chatarra) en una apuesta con un ex-soldado imperial de apellido Solo y estaba embriagándose en un bar para pasar las penas. Rápidamente accesé todos los archivos relacionados con Calrissian y llegué a la conclusión que era el aliado que necesitaba para que la Ciudad de las Nubes siguiera siendo una operación lucrativa, pese al Imperio. Me reuní con Calrissian y le hice una oferta que no podría rechazar. El Barón Raynor era tan aficionado a las apuestas como él y gracias a mi subrepticia intervención, Lando Calrissian ganó la carrera Kessel y la Ciudad de las Nubes pasó a nuestras manos.
Lo más sorprendente de todo esto fue el cambio que operó en la personalidad de Calrissian. De un truhán facineroso y mujeriego pasó a convertirse en un administrador serio, competente y mujeriego. Trabajando en conjunto logramos triplicar los niveles de producción y hasta quintuplicar las ganancias. Todo marchaba de las mil maravillas, pero entonces llegaron los Stormtroopers y Lord Vader en persona.
El Emperador había previsto la inminente llegada a Bespin de los fugitivos Han Solo y Chewbacca, los que usaría para sacar de su escondrijo a quien realmente buscaba: el muchacho que había destruido la Estrella de la Muerte y de quien se rumoreaba era hijo del oscuro señor del Sith: Luke Skywalker.
Si bien nos habíamos mantenido neutrales durante el conflicto, no podíamos ir contra el Imperio y aceptamos tenderles la trampa a los amigos de Skywalker y poner la ciudad entera a disposición de Vader.
El ‘Halcón Milenario’ arribó dentro del plazo previsto. Descendieron en una de las plataformas y Calrissian se hizo el gracioso pretendiendo estar enfadado con su amigo. El imponente pero estúpido wookie estaba con él junto a un fastidioso droide de protocolo, una unidad R-2, y ella…
Durante años había seguido la carrera diplomática de Leia Organa hasta que el Emperador disolvió el Senado. Era mi amor platónico, mi amor imposible y de pronto, aquí estaba. A tan sólo unos metros de distancia en medio de las nubes. Fue amor a primera vista, unilateral, por supuesto. ¿Cómo podría la Princesa enamorada del bribón más famoso de la galaxia siquiera fijarse en un aburrido cyborg?
A partir de ese momento comenzó mi lucha interna. Vader modificaba las condiciones del ‘trato’ a cada momento y a Calrissian no le quedaba más que obedecer. Finalmente congelaron a Han Solo en Carbonita y en un momento de sublime belleza pude ver cuanto amaba Leia a ese contrabandista y mentiroso ladrón.
Zam Wesell, la caza-recompensas favorita de Vader que había rastreado al capitán Solo hasta Bespin se atreve a decirle al Sith: “¿Y si no sobrevive? Para mí es muy valioso.” Vader le responde a la clawdite que será apropiadamente recompensada de ser el caso.
Una vez finalizado el proceso, y habiendo comprobado los ugnaughts que los sistemas vitales del capitán Solo estaban operativos, Wesell se lo llevó mientras Calrissian junto a un escuadrón de Stormtroopers escoltaban a Leia y al wookie a la nave tydirium de Vader. Desde la sala de controles me debatía entre el instinto y la razón. Era ahora o nunca.
Junto a mis hombres más leales intercepté a los soldados de Vader y me enfrenté a Calrissian. Mi ex-socio tomó a Leia como rehén apuntándole a la cabeza con su blaster pero el wookie le propinó un enorme manotazo que lo arrojó al suelo. Me acerqué a Lando y comprobé que Chewbacca le había roto el cuello.
Corrimos al la plataforma de la nave de Wesell, pero llegamos demasiado tarde. El Slave-1 despegaba con su valioso botín perdiéndose entre las nubes color vainilla.
Sin perder tiempo alguno ordené la evacuación de la Ciudad de las Nubes y subimos al Halcón Milenario. Antes de abandonar la atmósfera de Bespin, Leia sintió el llamado de Luke y regresamos por él para luego huir con cuatro Cazas-TIE pisándonos los talones.
Luego de abandonar Bespin, burlar fácilmente a las naves imperiales y saltar al hiperespacio, nos reunimos con las fuerzas rebeldes apostadas fuera de la galaxia. Antes de bajar del Halcón Milenario, Leia tomó mis manos entre las suyas, me dio las gracias y me preguntó que haría ahora. La verdad es que mis opciones no eran muchas y la respuesta por lo tanto, era inevitable. Pero aun así lo dije como si fuese un acto de gran valor y sacrificio:
–Pretendo unirme a la Rebelión, por supuesto.
–Alguien como tú seria invaluable para nuestra causa, Lobot –dijo ella con su dulce voz de ángel.
Y entonces la princesa me dio un beso en la mejilla y se marchó a reunirse con su padre y los líderes rebeldes. La principal preocupación de Leia era liberar al capitán Solo y estaba impaciente por organizar el rescate, pero Bail Organa le advirtió que con Gardulla la Hutt debía obrarse con mucho cuidado y sugirió infiltrar a uno de sus hombres de confianza en el palacio de la temible mafiosa en Tattoine. El elegido para el trabajo fue Nien Nunb, un sullustan que había trabajado para la Corporación SoroSuub hasta que ésta se vendió por completo al Imperio adoptando sus políticas esclavizantes. La principal razón por la cual Nunb odiaba al Imperio, sin embargo, era debido a la destrucción de su preciada nave carguera, la Sublight Queen.
En cierta forma Nunb no era muy distinto al capitán Solo ya que ambos eran personas honestas que ante el advenimiento del Imperio se vieron obligados a incurrir en prácticas subversivas para sobrevivir. Otro punto de coincidencia era que los dos profesaban una devoción enfermiza por sus respectivas naves. Supongo que debido a esto Nien Nunb empatizaba tanto con Solo y estaba dispuesto a ir en tan peligrosa misión.
Pasaron tres meses durante los que mis destrezas fueron requeridas para todo lo que involucrara organizar los recursos rebeldes y coordinar su distribución, desde repuestos para droides y alimentos hasta torpedos de fotones y comestible para los Alas-X. Estuve sumamente ocupado y al preguntar por la princesa se me comunicó que se había marchado en ‘comisión de servicio’.
En el transcurso de aquellos meses Nien Nunb logró infiltrarse exitosamente en el palacio de Gardulla notificando que la Hutt conservaba en sus aposentos privados a Han, todavía congelado en carbonita y colgando de una pared.
Chewbacca se encontraba oculto en su planeta natal a espera de instrucciones y en cuanto a Luke Skywalker, nadie tenía la menor idea de su paradero.
Yo tenía la pueril esperanza que Leia olvidase al capitán Solo y aparentemente el padre adoptivo de Leia compartía este anhelo. Después de todo, ¿cómo podría el antiguo Senador de la República aceptar que un mercenario vividor como Han Solo cortejara a la princesa? Pero si esto era cierto, mucho menos aceptaría a un cyborg de pasado criminal como yerno.
Otro mes transcurrió para mí en la base secreta de los rebeldes. Nien Nub no lograba hacer ningún avance y en su último reporte calificaba al dormitorio de Gardulla la Hutt como “uno de los sitios más impenetrables de la galaxia”, nadie entraba allí a excepción de ella y estaba fuertemente custodiado por antiguos droides de batalla que solamente obedecían a la Hutt y eran imposibles de reprogramar. Nub lo había intentado y casi le costo que lo descubrieran.
Esa sería la última transmisión del valeroso sullustan.
Entonces regresó mi princesa. Estaba distinta, su semblante se había vuelto más serio y solemne. Pidió hablar conmigo en su sala privada de reuniones apenas descendió de la nave.
–No puedo esperar más, Lobot –me dijo angustiada paseándose de un lado al otro de la habitación–. Dada la naturaleza del último mensaje de Nien Nub, es muy posible que lo hayan descubierto. Pueden obtener mucha información de él.
–Nub no nos traicionaría –le aseguré.
–Claro que no, pero bajo tortura hablará como lo haría cualquiera en su caso.
–A usted la torturaron y aun así no reveló donde se ocultaban los suyos, por lo que tengo entendido.
Leia se detuvo, y clavó la vista en el suelo.
–Disculpe, tal vez no debería haberle recordado aquel episodio –dije intuyendo que estaba hablando más de la cuenta.
Mi princesa hizo un gesto como restándole importancia a mi comentario y por fin tomó asiento.
–Sí –dijo cruzando sus bellas piernas–. Vader me sometió a sus sofisticados interrogadores y al suero de la verdad pero no obtuvo nada. Fue entonces, llevada al límite que sentí como la Fuerza fluía en mí y supe que jamás conseguirán doblegarme. No mediante la tortura por lo menos.
–Pero entonces Grand Moff Tarkin amenazó con destruir Alderán y a usted no le quedo más que hablar.
–Alderán era un mundo pacífico, no poseían armas suficientes como para haberse enfrentado siquiera a un escuadrón de Stromtroopers. La Rebelión podía defenderse al menos, así que le di a Tarkin la localización de nuestra base, y aun así ese monstruo ordenó destruir Alderán. Me he propuesto dos metas en la vida, Lobot. Una es rescatar a Han, y la otra, matar con mis propias manos a Tarkin.
–La Fuerza es poderosa en su familia, princesa –dije, nuevamente abriendo mi gran bocota.
La princesa me observó algo desconcertada y luego dijo:
–Qué sabes tú de eso, Lobot?
–Bastante, pero no me tome por un entrometido, por favor. Los datos que manejo son un defecto profesional, un derivado de mi reconfiguración como cyborg y mis largos años conectado a ordenadores durante los que me comuniqué incluso con las IAs del Imperio. Se que usted y Luke son hermanos, y que ambos son hijos de Padmé Amidala y Anakin Skywalker, un hecho que el Emperador ha mantenido oculto a Vader oscureciendo su mente.
–Esa es entonces la razón por la cual no pudo reconocerme mientras me tuvo cautiva –comentó meditabunda.
–Por supuesto –confirmé– y es la razón por la cual tampoco pudo ‘sentir’ a nadie con altos niveles de midiclorianos a excepción de Kenobi en la Estrella de la Muerte. El Emperador esperaba que Vader se enfrentara a Kenobi y lo eliminara de una vez por todas, pero quería vivos a los hijos de Anakin.
–Entonces tal vez mi hermano tenga razón. Tal vez sea posible salvar a nuestro padre. Tú y yo debimos haber tenido esta charla antes, Lobot.
–Yo siempre he estado aquí para usted, mi princesa.
–Llámame Leia.
–Prefiero decirle princesa. Pero dígame, ¿dónde ha estado durante todo este tiempo?
–Dímelo tú, Lobot. Seguramente ya lo sabes.
–Estuvo entrenado. Está en proceso de convertirse en una Jedi.
–Sorprendente, ¿pero como lo supiste?, ni siquiera mi padre está al tanto.
–Es una deducción lógica, me ha bastado con ver el sable-láser que porta en la cintura para llegar a ella.
–¡Oh, es cierto! Deberé ser más cuidadosa. Efectivamente, Lobot. Todos estos meses he estado entrenando en Dagobah.
–¿Con Luke?
–No, con el maestro de mi hermano, Yoda.
–¿El maestro Yoda aun vive?
–Veo que no eres infalible, Lobot. Es bueno saberlo, te hace más humano. Solo Obi Wan estaba en conocimiento del paradero de Yoda. Él fue quien verdaderamente entrenó a Luke pese a que insita que su instrucción fue incompleta. Yoda teme que Luke se convierta al Lado Oscuro, como nuestro padre, pero sé que esto no ocurrirá. Luke es más poderoso que Vader, aunque no más que el Emperador.
–Nadie es más poderoso ni más astuto que Palpatine, me temo. Aunque seguramente los tres Skywalkers unidos podrán derrotarlo.
–Eso es lo que Luke espera. Pero para ello debe primero traer de vuelta a Vader, a Anakin, del Lado Oscuro. Durante estos meses ha estado siguiéndole la pista, acechándolo e intentando influenciar en su mente. Cree estar logrando progresos pero sin duda será un largo trabajo. Mientras debemos seguir resistiendo al Imperio y rescatar a Han de una vez por todas.
–¿Que opina su padre sobre la situación del capitán Solo?, me refiero al senador Organa, por supuesto.
–Él considera enviar otro agente al palacio de Gardulla para averiguar qué ocurrió con Nien Nub. Pero considero que es una mala idea.
–Opino lo mismo, está postergando el rescate de Han porque no acepta que usted lo ame y de paso arriesga innecesariamente la vida de valiosos soldados rebeldes.
–Mi padre es tan egoísta, a veces creo que no es muy diferente a Vader. Lobot, Luke y yo hemos urdido un plan y necesito tu ayuda…
Y entonces la princesa me contó como pretendían enviarle un mensaje de Luke a Gardulla por medio de los droides C-3PO y R-2D2 que serían ofrecidos como regalo en muestra de buena voluntad. Luego, disfrazada de caza-recompensas, Leia acudiría al palacio de Gardulla con el pretexto de entregarle a Chewbacca. Una vez dentro liberaría al capitán Solo de la carbonita mientras Luke se encargaba de distraer a la Hutt y sus lacayos.
Le dije la verdad, que su plan me parecía una locura. ¿Arriesgarse a tener en un mismo sitio, uno de los más peligrosos de la galaxia, a los dos preciados hijos de Darth Vader, a Chewbacca y los droides? No, carecía de toda lógica. Si el descabellado plan no resultaba se perdería de una sola vez a cuatro de las personalidades más relevantes e influyentes en la Rebelión, sin mencionar a los droides.
–Dime entonces que hago, Lobot –me imploró con sus grandes ojos oscuros cual agujeros negros de los que ni la luz se escapa–. Debo rescatar a Han cuanto antes, ya no lo soporto mas.
Entonces en menos de una fracción de segundo concebí un upgrade al plan de Leia y Luke, uno que además me beneficiaría si es que por fin lograba armarme de valor y dejaba de ser un eterno secundario.
–Cómo sabe, mi princesa, soy un tipo que posee mucha información. Cosas que muchos ni siquiera imaginarían. Sé, por ejemplo, la ubicación exacta de Kamino, el mundo donde fue manufacturado el gran ejército de la República que luego se convertiría en el brazo armado del Imperio. Pese a que se les pagó por sus servicios, los Clonadores se sintieron estafados por Palpatine y han quebrado relaciones comerciales con el Imperio. Sin embargo creo que podrían realizar un pequeño encargo para la Rebelión. Sus precios son exorbitantes, pero creo que a cambio de recuperar con vida al capitán Solo, bien vale invertir unos cuantos créditos.
–El costo no importa, Lobot. Dime lo que tienes en mente.
Y así lo hice. Le dije a la princesa que durante mi estadía en la Ciudad de las Nubes y gracias a que los componentes cibernéticos de mi cerebro podían ocuparse de mis obligaciones, simultáneamente solía charlar con amigos a lo largo de toda la galaxia. Fue de esta forma que entablé amistad con Taun We, asistente del Primer Ministro de Kamino (y otro de esos amores imposibles en los cuales suelo especializarme). Mi idea consistía en encargarle a Taun We la creación de dos clones de crecimiento acelerado, uno del capitán Solo y otro de Chewbacca. Dichos clones no tendrían cerebro sino una IA parecida a la de los droides de protocolo que me permitiera hacer interface. De esta forma sería yo, y no Leia, quien se presentaría disfrazado como caza-recompensas ante Gardulla la Hutt junto a los clones, denunciando a Zam Wessell como una estafadora que había entregado a un falso Solo congelado en carbonita.
–Gardulla el ver al capitán Solo en carne y hueso, y además acompañado de Chewbacca, no dudará un segundo de mi versión. Me pagará la tarifa correspondiente por las cabezas de ambos contrabandistas y luego los encerrará para darlos de alimento al Rancor, o puede que incluso a Sarlacc. Lo más importante es que se deshará del ‘falso Han Solo en carbonita’ y entonces lo subiré a mi nave y regresaré sano y salvo mientras Gardulla disfruta de la ejecución de los clones que piensa son sus odiados ex-socios.
La princesa entusiasmada aprobó mi plan proporcionándome todo lo que requería para cumplir la misión, incluyendo muestras de cabello de Solo y el wookie y una veloz nave carguera. A la brevedad emprendí viaje a Tipoca, capital del oceánico mundo de Kamino, y me entrevisté con Taun We que era aun más hermosa en persona de lo que yo podría haber imaginado. Su belleza, gracia y suavidad hacia parecer tosca y cruda a la princesa Leia en comparación. Pero yo amaba a Leia, no a Taun We.
En una semana los clones del capitán Solo y Chewbacca estaban listos. Marionetas biológicas que yo podía operar sin ningún problema. Dije adiós a Taun We y partí al mundo natal de Anakin Skywalker con los clones, mi disfraz de caza-recompensas y un poderoso detonador termal.
Cumpliría la misión, le regresaría su príncipe a mi princesa y por una vez en la vida, Lobot se saldría con la suya.
–Apenas conocí a Lobot, pero no cabe duda que es un héroe como no ha conocido otro la Rebelión. Dio su vida por rescatarme y de paso destruyó ese pozo infecto de maldad que era el palacio de Gardulla la Hutt. Le estaré por siempre agradecido.
Y dicho esto, Han Solo descendió los peldaños y se sentó junto a Leia mientras Bail Organa, sobre el estrado, se extendía un poco más sobre las virtudes de Lobot y su invaluable aporte a la Rebelión.
Una vez finalizado el funeral simbólico (ya que el cuerpo de Lobot no pudo ser recuperado de entre los escombros del palacio de Gardulla), Han y Leia se retiraron a sus aposentos e hicieron el amor como si de dos wookies en celo se tratase.
Mientras descansaban, uno al lado del otro, Leia dijo:
–Pobre Lobot….
–¡Oh, vamos! No te compadezcas del cyborg, ¿o te gustaba acaso?
–Me agradaba, si a eso te refieres.
–No me refiero a eso.
–Han, nadie podría reemplazarte.
–¿Estás segura de eso, ‘mi princesa’? –preguntó sardónico, Han.
–Sí, ‘mi bribón’ –le respondió ella besando sus labios.
En Kamino y mientras realizaba múltiples tareas conectado a los ordenadores, una sonrisa se dibujó en el inexpresivo rostro de Lobot.
© 2006, Sergio Alejandro Amira