El callejón está muy oscuro. Como siempre yo me encuentro en una esquina al lado de la gárgola más vieja del edificio. La niña está ahí tirada frente a mí, con las piernas abiertas y toda ensangrentada. Fue violada hace menos de una hora. El culpable, un idiota borracho y drogadicto, ni siquiera se dio cuenta que estaba penetrando a una niña de 10 años. Dudo que el tipo haya disfrutado un par de segundos con el cuerpo blanco y suave de la pequeña.
Frente al pequeño cuerpo se encuentra su madre, un fuerte golpe en la cabeza la dejó inconsciente. Ambas tuvieron la mala idea de pasar la noche en ese callejón. Unas cuantas frazadas y cajas bastaron para refugiarse del frío. Lastima que las cajas no pudieron contener la furia de un maldito drogadicto. La madre fue golpeada hasta quedar inconsciente, la niña lucho, pero ella era una presa más fácil, y sintió en carne viva el ultraje. Las manos, la saliva y la sangre del tipo lo delatan. Los moretones y heridas de la niña cubiertas de semen, son evidentes. Lastima que no pude llegar antes.
El ruido de la ciudad me envuelve, las sirenas se escuchan a lo lejos, y los gritos de los vendedores ambulantes son como una cortina que envuelve una pesadilla de la cual no puedo escapar. Los cuerpos siguen frente a mí, el de la niña, la madre y el del maldito drogadicto. Que mierda hago. Lamentablemente he vivido muchas veces esta situación, la muerte me llama y la justicia se aleja. Al tipo lo podría despachar en dos segundos, no hay nadie alrededor y para cuando sé de cuenta de la violación y de los cuerpos, yo podría estar muy lejos de aquí.
¡Pero no! Los sigo mirando, la chica muerta y el bastardo vivo. No tengo palabras, solo miro y siento. Odio, odio, odio, ¡oh Dios! Por la mierda mi mano tiembla y la venganza sigue rondándome, podría ser una muerte lenta y dolorosa. Lo podría matar sólo con una mirada y quemar su cuerpo poco a poco. Milímetro a milímetro, quemar desde la piel hasta los huesos. Talvez podría tomar al tipo y lanzarlo desde miles de kilómetros de altura, y detenerlo en el último momento, y hacerlo sufrir hasta lo infinito. Hacerlo carne molida. Tal vez llevarlo al espacio exterior y ver como se asfixia por la falta de oxigeno. A la mierda todo.
Hoy no me contuve, casi mato a este tipo a golpes, un maldito violador que a nadie le interesa, pero él sigue vivo. Cuantas veces he tenido que parar, cuantas veces he querido el poder completo, cuantas veces me he olvidado de la maldita justicia, cuantas veces he querido ser juez y castigo.
Muchas veces he imaginado una ciudad limpia, sin animales con trajes de seda, una ciudad sin policía corrupta y sin drogas. Una ciudad modelo, llena de luz y amor… Comienzo a pensar que mi cordura por momentos esta muy lejos. Algo de la locura con la que compartido durante años de lucha, se ha vuelto parte de mí.
Pero que importa la niña ya ha sido violada y asesinada, su madre yace inconsciente y cuando despierte el mundo va a ser más malo. Aunque, yo fuera el ser más poderos de la tierra, ya no hay nada que hacer. Sólo puedo apretar mis puños y gritar al cielo. Sólo puedo sentir dolor. Sólo me queda la oscuridad y esta maldita ciudad. Solo me queda agradecer a Dios que no soy Superman.
© 2005, Daniel Vak Contreras.