Si han leído la biografía del Buen Doctor o, al menos, las introducciones que solía escribir para sus cuentos, habrán notado que lo único que sobrepasa su extensa obra es su ego…
En las ocasiones en las que tiendo a compararme con el Buen Doctor, no es precisamente en lo clever para escribir, sino en aquella tendencia egocentrista. Me gusta hablar de la vida, el universo y todo lo demás… pero me he dado cuenta que pareciera gustarme más hablar de mí mismo. Puedo hablar (o escribir je!) de mi persona durante horas sin aburrirme… y siendo optimista, pareciera que a mis interlocutores tampoco.
Me gusta soñar… supongo que por eso leo ciencia ficción… para experimentar realidades imposibles y turistear en extravagantes planetas que jamás podré viajar. ¿Qué lector de ciencia ficción no ha fantaseado con tripular alguna nave espacial, investigar lo que ocurre en remotos sistemas solares, bañarse en espumosas aguas bajo la luna de soles multicolores o encontrarse frente a frente con alguna inteligencia extra-terrestre?
Si el lector ha asentido levemente o esbozado una sonrisa, entonces entenderá perfectamente el experimento que hemos incluido en esta edición de TauZero…
Tiempo atrás Sergio, mi fiel editor, me comentó que su primo Remigio Aras estaba escribiendo un cuento en donde el protagonista vivía unas inusuales aventuras, con viaje temporal incluido. Me pareció una historia de lo más simpática y, medio en broma, medio en serio, le pedí a Sergio, para que a su vez le pidiera a Remigio, que ese personaje se llamase como yo…
A Remigio le agradó la idea, Y no se quedó allí. Sugirió que aquel personaje no sólo debía llamarse como yo, sino “ser yo”. Y debo confesar que la idea me sedujo. Y se puso manos a la obra. Al principio pensó en extraer información del blog que yo publicaba por aquel entonces en
la Internet para ayudarse. Luego pensó en idear un cuestionario que yo respondería para dar luz sobre mis gustos y criterios. Por último, decidió escribir su historia usando como personaje central su propia versión de mi “yo”.
Cuando terminó de escribir, me envió el texto para que yo rescribiera lo que estimase necesario. Sin embargo, me limité a rescribir aquellos fragmentos que no se aplicaban correctamente a mi persona, me describían en forma deficiente o no me dejaban en una situación “digna”. Sergio, muy en su estilo, llamó a esto censura y hasta tuvimos una mini-discusión un tanto seria al respecto, que se solucionó felizmente, of course.
El resultado nos dejó conforme a todos. Remigio escribió su relato, y yo obtuve el rol protagónico en mi propia aventura. De alguna forma me siento como un Max Headroom literario. El personaje que interactúa con
la Inteligencia Artificial llamada Lucy, que no se inmuta frente a un panel de controles de diseño hiperfuturista y que viaja en el tiempo y regresa justo para tomar desayuno, tiene mucho de mi forma de ser. Los diálogos, expresiones y “muletillas” corresponden a mi forma de expresarme. Algunos detalles familiares y sentimentales pueden haber sido exagerados, tergiversados o son sencillamente inexactos para el momento en que se publica la historia, siendo todo ello tendiente a darle más sabor a la historia… después de todo, esto es ciencia ficción 😉
Bien, basta de egocentrismo. Mejor dejo esto hasta aquí y así ustedes pueden disfrutar íntegramente de esta edición de TauZero.
Rodrigo Mundaca Contreras.
Enero 2005