“Al Final del Arco Iris” no es una novela fácil. Es dificil interpretar las intenciones del autor, aunque si uno ha leído algunas de sus otras obras es posible reconocer, pero nunca anticipar, algunos patrones propios del trabajo de Vinge. Tenemos el soberbio manejo de la tensión in crescendo, llegando a un plateau que se prolonga por varios capítulos sin agotar. También su sentido del antihéroe, es decir, su predilección por poner protagonistas relativamente comunes y corrientes enfrentándose, siempre con éxito, a conflictos de una escala mucho muy superior a sus contextos y experiencia.
Vinge pone especial atención a la evolución psicológica de los personajes, aspecto que en está novela alcanza la madurez, logrando en efecto que este proceso sea fluido y transparente, mejorando ostensiblemente respecto intentos anteriores.
Y por supuesto está su fascinación por un futuro altamente tecnologizado que obliga a redefinir el concepto de ser humano. La Singularidad, sin ser nombrada, es el gran tema de esta novela. Es así como Vinge nos pone en medio de una sociedad que rápidamente está encontrando remedios para las enfermedades más terribles. En la carrera entre la muerte y la innovación médica la última finalmente ha tomado la delantera.
También está el asombroso desarrollo de la Internet y la informática en general, donde la inteligencia humana ha dejado de depender exclusivamente de dos hemisferios cerebrales y ahora dispone de infinitos recursos disponibles instantaneamente. Pero aquí aparece quizás el primer defecto de la novela y es su excesiva jerga técnica, que desconcierta a lectores cuyo conocimiento computacional es nivel usuario. La elección de ciertos artificios de diagramación para representar nuevas formas de comunicación también me pareció inapropiada, un error que también se aprecia en «Un Fuego sobre el Abismo». Aquello que el lector no va a leer es mejor no ponerlo.
El uso de códigos solo reconocibles por grupos de interes específicos no se restringe al tema de la informática. Hay permanentes referencias a notables obras y autores de fantasía y ciencia ficción, entre ellos reiterados homenajes a Terry Pratchett y a Mundodisco, e incluso un cameo a sí mismo y a sus tines y Zonas de Pensamiento. Si no sabe de lo que estoy hablando entonces usted es el mejor ejemplo de lo que estoy señalando.
Tengo la impresión de que está última característica, las referencias a conocidos íconos de la ciencia ficción, de pudo haber sido decisiva a la hora de otorgarle la mayoría de votos en la 65ava Convención Mundial de Ciencia Ficción y así hacerle merecedora del Premio Hugo, el tercero para el autor. Tuve el honor de estar presente en dicha ceremonia de premiación, en Yokohama, pero no así el propio Vernor Vinge.
Quien si estaba allí era Charles Stross, también candidato a ese premio por su “Greenhouse”, y que llegó en segundo lugar. En ese entonces todavia no había leído “Al Final del Arco Iris”, y vote por Stross, lo reconozco, sin que fuese un sufragio plenamente informado. Sin embargo debo decir hoy, con ese conocimiento que me faltaba entonces, que creo que mi voto habría sido el mismo.
Hago también este alcance a Stross porque él, al igual que Vinge, es uno de los principales autores contemporáneos dedicados a explorar la idea de la Singularidad. En cierto sentido Vinge podría venir a ser algo así como el maestro y Stross el discipulo. Y en esta ocasión el público decidió que aun no era el momento de que discípulo superará al maestro.
Un punto final respecto de esta novela y que mi incipiente chauvinismo no me permite dejar de señalar son las tres o cuatro menciones que se hace de Chile en ella. En particular la escena en donde los escolares de Punta Arenas y de San Diego interpretaban a Beethoven en forma simultanea desde sus propias ciudades. No he tenido la oportunidad de visitar San Diego, pero si Punta Arenas, donde vive mi padre. Así que la obra terminó generando inesperados ecos en mi memoria, en lados opuestos de nuestro planeta.
Titulo: Rainbow’s End.
Autor: Vernor Vinge
Editorial: Ediciones B. Colección Nova. 2008
Atroz, ese libro lo he comenzado a ller 3 veces y aun no logro enganchar.
Me cuesta, no avanzo y por ende lo dejo… al retomarlo me frusto otra vez y ahi va quedando relegado.
Soy fan de Vinge desde el 2003, cuando leí su «fuego sobre el abismo» y años después «a deepness in the sky» y «el monstruo de las galletas». Los he leído tantas veces que de cierta forma estoy influenciado por su estilo cuando escribo.
Pero en el caso de «al final del arco iris» tuve sentimientos contradictorios a la hora de concluir el texto. No sentí esa desazón que me producían los otros, donde me entretuve a montones y no quería que terminaran. En este caso fue como leer un libro para el colegio, estaba entrete pero no hay tiempo para darle mucho análisis, viene la prueba y no importa si se olvida después. Sí me fascinó la idea del internet «vestible», el propio cuerpo como medio de transmisión, la percepción del mundo customizada que ya había elaborado en sus otras novelas, y la idea de sociedades enteras que dependen de algo tan simple como los certificados de seguridad de los software que utilizan para todo. Pero ésas eran sólo imágenes insertas en la historia, así como la interacción en tiempo real con personas de cualquier lugar del mundo y los juegos online, que dan forma a la estructura subyacente y la línea argumental que guía el texto hacia su desenlace.
Pero en su conjunto no me produjo el efecto esperado. Coincido contigo que el uso de terminología ultra-geek me produjo un primer rechazo perceptivo, no sabía de qué se estaba hablando, pero al rato agarré el hilo y daba lo mismo, los agarré por contexto. Me pasa con cualquier novela de Hard-Fi que no explica mucho para dónde va la micro con sus deus ex machina lingüísticos rebuscados, me pasó con «neuromante» que me mantuvo pegado al texto sin entender ni jota de lo que se estaba diciendo porque tampoco lo explicaba demasiado, pero que a final de cuentas daba lo mismo, eran los personajes y su relación con este mundo complejo y profundamente misterioso lo que me mantenía en la lectura.
Si tuviera que recomendar algo de Vinge, recomiendo a ojos cerrados «un fuego sobre el abismo» y «a deepness in the sky» (algo así como «un abismo en el cielo») leídos en ese orden, aunque el segundo sea precuela del primero. Me vuelan la cabeza cada vez que los leo. «Al final del arco iris» es una de esas voladas futuristas que uno espera que ojalá se cumplan, ya me imagino «vistiendo» el hardware y navegando por una Internet 3D, recreando espacios de trabajo codo a codo sin necesidad de salir de casa, sin necesidad de implantes al estilo «ghost in the shell». De verdad lo espero. Pero no es una novela que me vuele los sesos con su argumento o su desenlace.
Me costó leer el libro. Vinge no es un escritor entretenido como lo fue el maestro Crichton, pero tampoco es un ladrillo. Sin embargo, el futuro descrito en la novela es impresionante; de las mejores descripciones que he leído.
Comparado al mundo de la novela de Vinge, nuestro presente de Internet, wikipedia y netbooks parece aburrido, anticuado y primitivo.
Quiero esos lentes de contacto!!!!!!!