Roger Penrose es un connotado matemático, físico y cosmólogo inglés, considerado como una de las mentes más brillantes de nuestro tiempo y uno de los especialistas contemporáneos más importantes en la teoría de la Relatividad General. Pero este sabio no sólo es conocido en las trincheras de la ciencia dura, también su nombre es popular entre el público general gracias a una fecunda obra literaria dedicada a la divulgación científica.
En su trabajo titulado «El camino a la realidad» (Editorial Debate, 2007), nos sorprende con una propuesta atrevida con la que se propone demostrar que las matemáticas y la física, trabajando en conjunto, constituyen el único camino objetivo para intentar comprender el funcionamiento del Universo.
En una obra inusualmente extensa, de más de 1400 páginas, podremos observar cómo ha evolucionado el pensamiento científico desde la antigüedad hasta el presente. El relato se inicia con una cronología del desarrollo de las matemáticas (¿éstas fueron creadas por la mente humana o sólo descubiertas?). Casi un tercio del libro está dedicado a describir el progreso de este lenguaje simbólico, herramienta indispensable para penetrar en los más profundos misterios de la Naturaleza. Una descripción muy amena y educativa nos llevará a conocer, al menos desde una perspectiva conceptual, desde las concepciones griegas hasta las más complejas construcciones de la matemática moderna.
A continuación, llega el turno de adentrarse en los secretos de la física. Innumerables, y a la vez cautivadores capítulos, nos permitirán asimilar todos aquellos fenómenos exóticos, y muchas veces perturbadores, que surgen de los dominios de la ciencia de frontera. El mundo cuántico, la física de partículas y de altas energías, la naturaleza del Big Bang, los agujeros negros, el destino del universo y el sentido de la existencia humana, son sólo algunos de los muchos conceptos que quedarán suficientemente claros al recorrer las páginas de este magnífico trabajo.
Matemáticas para todos
Un aspecto llamativo de este libro de divulgación, es que no renuncia a utilizar el lenguaje sutil y universal de los números, para explicar las diversas ideas que han surgido del territorio de la ciencia. Se trata de una decisión osada, que va en contra de lo acostumbrado, ya que cuando se trata de llevar el saber científico al ciudadano común, la mayoría de los divulgadores evitan presentar ecuaciones, y optan por contar en palabras los fenómenos complejos que surgen de la frontera del conocimiento.
Aunque el autor reconoce la dificultad que puede significar para muchos lectores el enfrentarse a las matemáticas, su decisión se agradece ya que las ecuaciones y fórmulas numéricas, al representar ideas profundas de manera breve, se asemejan a la poesía y, como ésta, pueden ser comprendidas por todas aquellas personas que estén dispuestas a disfrutar de aquellas creaciones humanas provistas de belleza estética y trascendencia.
Sin embargo, esta opción no significa que su trabajo esté vetado al público general, al contrario, el autor insiste en que su libro está al alcance de cualquier persona interesada, puesto que todos los conceptos, incluso los más complejos, se explican de la manera más didáctica posible, e incluso se utilizan íconos para señalar el nivel de dificultad de los diferentes temas, pudiendo el lector decidir por qué camino avanzar, obviando aquellas explicaciones que excedan su capacidad de interpretación.
También es destacable la posición del autor quien, junto con mostrar de manera didáctica el conocimiento de frontera con el que se intenta comprender al Universo, aprovecha de recalcar que es pretencioso pensar que estamos cerca del final del camino. No se cansa de recordarnos, una y otra vez, que muchas de las ideas más perturbadoras que surgen de la ciencia de vanguardia, no son más que construcciones matemáticas, de naturaleza hipotética, sin una contraparte demostrable en la realidad objetiva. Incluso, aprovecha de cuestionar muchos de los cuerpos de conocimientos más representativos del saber moderno.
Por ejemplo, pone reparos a la solidez de la mecánica cuántica, de la cual señala que, en el mejor de los casos, se trata sólo de un modelo transitorio, que deberá perfeccionarse e incluso experimentar cambios radicales. También hace críticas de fondo a la teoría del Big Bang, identificando importantes incongruencias, y a las cuales propone explicaciones alternativas, como que el Universo no nació con la gran explosión, sino que existían estructuras previas al estallido inicial. Por supuesto que también dedica un par de capítulos a explicar su famosa teoría de los Twistores, una compleja construcción geométrica con la cual intenta encontrar un «hilo conector entre la física de lo grande y la física de lo pequeño».
En definitiva, estamos en presencia de una obra profunda, que junto con ponernos al día en todos los conceptos que conforman la ciencia del nuevo milenio, nos recuerda que no debemos ser tan soberbios como para pensar que ellas constituyen una verdad definitiva. Son muchas las incógnitas que aún persisten y la humanidad continúa avanzando en el descubrimiento de los secretos de la Naturaleza, con la aspiración de lograr, algún día, la comprensión definitiva de la realidad.[x]
Publicado en el diario El Sur, el 29 de julio de 2007.