Cory es una pastelería austríaca con numerosos locales en Santiago, propiedad de los Hermanos Ungar, Johnny y Andrés. De las numerosas sucursales de Cory yo solía visitar la del Mall del Centro dónde disfrutaba invariablemente de un trozo de pastel y un cortado. No hay pasteles más deliciosos a mi juicio que los de Cory, no en vano Andrés es maestro pastelero titulado en la noble y antigua pastelería Demel de Viena (lugar favorito de la emperatriz Sisi). Nunca visité tanto el Cory como el 2000, año en que Doctorow publicó su City of God, una novela que entrelaza recuerdos, acontecimientos históricos y reflexiones, proyectadas sobre una idea central: la realidad contemporánea de Dios. El eje del relato radica en la desaparición de la gigantesca cruz de latón del altar de una iglesia episcopal de Manhattan, que reaparece a los pocos días en el tejado de una sinagoga en el otro extremo de la isla. Este extraño suceso da pie a que las voces de científicos, veteranos de guerra, supervivientes del Holocausto, ministros, teólogos, directores de cine y crooners se entrelazan como telón de fondo en la búsqueda de la autenticidad espiritual por parte del protagonista.
A propósito de este libro fue que Doctorow apareció en la portada de la Revista de Libros de El Mercurio captando inmediatamente mi atención por el extraordinario parecido que tiene con mi padrastro inglés. El Doctorow del que hablo, E. L. Doctorow, es hijo de emigrantes judíos rusos y nació en 1931 en Nueva York. Ha escrito varias novelas que aúnan historia y críticas social pero no fue sino hasta El libro de Daniel (1971, llevada al cine en 1983) cuando comenzó a ser reconocido y aclamado. Otras de sus novelas en ser adaptadas a la pantalla grande han sido Ragtime (1975, llevada al cine en 1981 por Milos Forman) y Billy Bathgate (1989, llevada al cine en 1991 por Robert Benton). Este Doctorow se caracteriza por utilizar técnicas del posmodernismo y mezcla hechos reales con elementos de ficción. ¿Y porqué hablo de «este Doctorow»?, pues porque hace un par de años me enteré de la existencia de otro Doctorow: Cory Doctorow que es el sujeto que ocupa nuestra atención en esta oportunidad. ¿Está relacionado el Doctorow «Cory» con el Doctorow «Edgar Lawrence»? Es algo que ya se le preguntó a E. L. durante una sesión de chat del Washington Post (20 de mayo del 2004):
New York, N.Y.:
¿Está al tanto de la obra de Cory Doctorow, el que he leído es un pariente lejano suyo? Él es un escritor emergente de ciencia ficción y periodismo tecnológico (…)
E.L. Doctorow: Aparentemente él es un joven escritor canadiense al que nunca he leído. Durante una lectura en Toronto o Montreal, sus padres me sugirieron esa conexión. Hasta dónde yo se podría estar relacionado lejanamente pero no tengo manera de averiguarlo.
Seguramente hasta el día de hoy E.L. Doctorow sigue sin saber si Cory Doctorow es pariente suyo y es muy probable que no haya leído nada de él. Después de todo el joven Cory se dedica a cultivar ese género literario «menor» que es la ciencia ficción mientras que él es un autor «serio». Así mismo es posible que Cory no haya leído a su posible pariente, después de todo, no escribe el tipo de cosas que a él le interesan y como mucho habrá visto Billy Bathgate por el cable, después de todo actúan Dustin Hoffman, Nicole Kidman y Bruce Willis (entre otros) y a esos si que todos los conocemos. Podrá usted no distinguir a un Doctorow de otro, pero si sabe que Nicole Kidman estuvo casada con Tom Cruise, ¿no es así? Y que Tom Cruise es uno de los principales representantes en el mundo hollywoodense de la cienciología, que nos lleva a Ron L. Hubbard y la ciencia ficción nuevamente.
Como ven todos los caminos conducen a ella, a la ciencia ficción.
¿Pero va a hablar de Cory Doctorow de una vez por todas o seguirá con estos malditos rodeos?, puede que esté pensando usted en este punto. Ocurre que he adoptado un aproximamiento deconstructivo ya que este término le gusta mucho a Cory (mataría por un capuccino en estos momentos). De hecho me enteré de la existencia de Cory por sus relatos donde «deconstruye» obras clásicas de la cf como Yo Robot o el Juego de Ender (¿ya es un clásico?, ¿tan pronto?).
Por supuesto que el uso (y abuso) del término «deconstrucción» ha enfuriado a ciertos entendidos en la materia que le acusan de utilizar el término como sinónimo de «desmantelar» o «exponer», autorizando de esta forma una mal interpretación de uno de los principales movimientos de crítica literaria de fines del siglo XX.
Por supuesto que nunca existió un término tan poco comprendido o tergervizado que el de «deconstrucción», no desde que gente como el filósofo post estructuralista francés Jacques Derrida y el crítico literario norteamericano J. Hillis Miller comenzaron a desarrollar y escribir sobre esta práctica. Cómo no va ser confuso si la deconstrucción se deriva del método implícito en los análisis del pensador alemán Martin Heidegger, fundamentalmente en sus análisis etimológicos de la historia de la filosofía. Básicamente la deconstrucción consiste en mostrar cómo se ha construido un concepto cualquiera a partir de procesos históricos y acumulaciones metafóricas mostrando que lo claro y evidente dista de serlo, puesto que los útiles de la conciencia en que lo verdadero en-sí ha de darse son históricos, relativos y sometidos a las paradojas de las figuras retóricas de la metáfora, la metonimia y necesito un café bien cargado que me estoy quedando dormido.
Lo que debería importarnos entonces no es lo que Derrida entienda por deconstrucción, sino lo que Cory entiende por ella a efectos de su trabajo. Como hace por ejemplo en El juego de Anda. Este cuento (deconstrucción de El juego de Ender de Scott Card), seleccionado por Michael Chabon para su antología Best of American Short Stories, versa sobre un grupo de niñas que juegan online algo similar a War Of Warcraft y se enfrentan a la realidad de las sweatshops. Pero no nos adelantemos ya que este ejercicio deconstructivo partió primero como una reacción a algo muy puntual. Veamos lo que Cory posteó en su sitio Boingboing el 4 de junio del 2004 a las 2:39 AM:
«Ray Bradbury ha llamado a Michael Moore, un ‘cretino’ por ‘robarse’ el título Fahrenheit 9/11 de su novela Fahrenheit 451. Ufff. Uno pensaría que alguien que ha trabajado toda su vida en un género donde prácticamente todo el mundo ha escrito un libro o historia llamada ‘Anochecer’ sabría a estas alturas que no hay derechos de autor en un título, punto, fin de la historia.»
Por supuesto que la reacción de Bradbury está fuera de todo límite contradiciendo la naturaleza misma de su discurso pro-libertad de expresión en el Fahrenheit 451 original. No sólo es irónica, como dice Cory, sino ridícula. Así que Cory decidió no conformarse solamente con exponer este absurdo en su página Web, sino que comenzó a escribir una serie de historias cortas que tenían el mismo título que obras de ciencia ficción famosas. «Voy a jugar con esto durante un tiempo y ver hasta dónde llega», declaró Cory, «¡Dejad que un millar de ‘Anocheceres’ florezcan!»
Teniendo en vista los antecedentes de este ejercicio de apropiación cabe preguntar: ¿deconstrucción o parodia, Cory?
Cory: Hay un poco de ambas, creo. Mis opiniones en torno a Scott Card son algo conflictivas. Políticamente, estamos bastante apartados. Él es un suprematista del copyright que cree en la Guerra de Irak. Su obra en mi opinión es muy desigual. Pero al mismo tiempo, El juego de Ender fue una novela muy importante para mí cuando joven, y quería llegar al núcleo de lo que hizo que funcionara para mí.
Teniendo como ejemplo la declaración de arriba tomada de una entrevista en O’reilly Network podemos concluir que si Cory fuera realmente un verdadero deconstruccionista evitaría el análisis de las intenciones y políticas autorales. Para un verdadero deconstruccionista el significado está en el texto, allí comienza y termina. «Si está escribiendo una ‘deconstrucción’, Sr. Doctorow, yo esperaría leer sobre los tropos que Card usa en El Juego de Ender y que tan fundamentales son las inconsistencias implicadas en el uso del lenguaje en relación a los argumentos que se exponen en el texto. De lo contrario, estará escribiendo parodia o sátira, que tienen un objetivo diferente al de descubrir la verdad.» (Palabras de Detractor nº1).
La verdad es que a mí, por lo menos, no me interesa si Cory sigue a pie juntilla la «Guía de Deconstrucción Lacan-Derrida para principiantes» o no. Lo importante es que un autor con cierta relevancia mediática logre instalar temas sobre autoría, derechos de autor y los formatos y maneras de distribución que la obra literaria debe adquirir en la era de Internet. Fuera de esto no me preocupa si la mayoría de los libros de Cory «…están repletos de pésimos diálogos, prosa rígida, estructuras absurdas y se leen más como ensayos pobremente concebidos, meros vehículos para evidenciar un punto político o tecnológico, sin mayor respeto por la historia.» (Palabras de detractor nº2). Lo importante son los temas que logra posicionar en la opinión pública con su obra de ficción y su trabajo como divulgador, más que su obra en sí. Esta claro que un escritor experto en la auto-promoción y el culto de la personalidad como él puede lograr más por el activismo pro-liberación de las leyes del copyright y las nociones de propiedad y derechos en torno a un título o concepto literario que… yo, por ejemplo. Esa es la razón por la cual estamos hablando de él y no de mí en este TauZero. Además que yo hablando de mí mismo sería de pésimo gusto y nunca se ha hecho en este e-zine… ¿no?
Pues bien, Cory tuvo la amabilidad de contestar algunas preguntas para nosotros. Claro que nos advirtió previamente que debían ser preguntas que implicaran respuestas cortas de no más de un par de párrafos. Nada de (en sus propias palabras):»¿por qué escribes?», ¿que es lo que hace que una historia sea buena?», ¿cual es el significado de ficción?», etc. Preguntas que de todas maneras no estábamos ni remotamente interesados en hacerle. Preguntarle a un escritor porqué escribe es como preguntarle al lobo porque caza y, por más de moda que esté Cory, sabemos que no es quien para responder preguntas de la importancia de «¿que es lo que hace que una historia sea buena?» y, «¿cual es el significado de ficción», cosas tan trascendentes y controversiales como el significado de la vida. ¿Qué le pregunto entonces?, me pregunté yo a mí vez. Y decidí leer sus entrevistas online para ver qué cosas ya se le habían preguntado para no repetirme. Fue así como llegué a lo que sigue (si tuteo a Cory es porque es sólo dos años mayor que yo).
Sergio: William S. Burroughs reinstaló en plena Generación Beat los collages de texto y cadáveres exquisitos surrealistas en los cuales uno nunca está seguro si operan como parodia o no. Tú has recorrido un camino similar re-escribiendo Yo Robot y El juego de Ender. ¿Burroughs ha sido de alguna influencia en tu proceso creativo?
Cory: Disfruto de la obra de Burroughs y ciertamente está dentro de mis influencias.
Comentario anexo: Lo sospechaba. Si usted quiere saber más de Burroughs, no tiene más que descargar el especial TauZero.
Sergio: Hoy en día los postulados de Walter Benjamin sobre la obra de arte en la era de su reproducción mecánica, expuestos en su ensayo homónimo, parecen muy actuales para algo escrito hace setenta años. Este ensayo fue escrito según Benjamin como un esfuerzo tendiente a describir una teoría del arte que pudiera «ser útil para la formulación de demandas revolucionarias en las políticas del arte». ¿Crees que estás demandas han sido satisfechas?
Cory: Lo siento, no comprendo la pregunta.
No por ser un escritor de moda, ganador del Locus por mejor novela 2008, significa que haya leído a Walter Benjamin o siquiera sepa quien es este influyente filósofo y crítico literario marxista y filósofo judeo-alemán. Al menos fue honesto en su ignorancia.
Sergio: Chile, según un estudio reciente de la Unión Europea, es un campeón de la piratería. Estamos en cuarto lugar en el ranking con pérdidas estimadas en 200 millones de dólares al año. ¿Crees que la aproximación que autores como tú tienen respecto a las leyes de copyright pueden operar como un método efectivo y justo solo amparadas por economías fuertes y vigorosas como las del primer mundo?
Cory: Para nada. En primer lugar, las leyes de copyright de Chile no son de su propia autoría. Chile fue forzado en su actual régimen de derecho autoral como resultado de una táctica abusiva de la USTR (Office of the United States Trade Representative) durante la negociación de la Ley de Preferencias Comerciales Andinas de Estados Unidos.
En segundo lugar, Chile es más que capaz de sostener a sus propios artistas -a través de becas, fondos concursables, etc.- pero dado su estatus de país en desarrollo es poco probable que genere sumas sustanciales para artistas de países desarrollados -le brecha de ganancia per capita es demasiado grande. Un chileno del percentil 50 que gasta 10 % de su paga en entretenimiento genera una minúscula fracción de lo comparable a lo que genera un norteamericano dada una proporción de gastos similares. Esto no es sorprendente -es sólo dónde los Estados Unidos estaba cuando era una nación en desarrollo que pasó 100 años sin extender licencias a extranjeros mientras construía su propia cultura industrial.
Cory habla con la distancia de alguien bien informado al tanto de los tratados internacionales pero sin la más remota idea de como es la realidad en el país sobre el cual se le pregunta. ¿Chile capaz de sostener a sus propios artistas? Eso si que es ciencia ficción, yo postulé ocho veces al Fondart hasta que me aburrí. Con el Fondo del libro otro tanto. De acuerdo, cabe la posibilidad que todos mis proyectos sean pésimos pero tomemos como ejemplo entonces a cineastas nacionales como Pablo Larraín, ovacionado en el presente Festival de Cannes por su segundo largometraje Tony Manero. Larraín confesó haber financiado su filme con ayuda de capitales brasileños sin pensar siquiera en postular a fondos públicos concursables, que de antemano sabía que no iba a ganar. Tal vez sea cierto, cifras en mano, que Chile «pueda» sostener a sus artistas, otro tema es si Chile «quiere» sostener a sus artistas. Sabemos que «poder» y «querer» son dos cosas muy distintas. Pero meternos en este debate daría para una tesis y aún quedan un par de preguntas para Cory.
Sergio: Tú eres un gran fan de Jack Womack y Chuck Palahniuk. ¿Puedes nombrar otros escritores que te gusten o hayan influenciado tu trabajo?
Cory: Sí, hay una bibliografía contundente al final de Little Brother.
Los escritores a los que agradece Cory en Little Brother son: Bruce Sterling, Kathe Koja, Scott Westerfeld, Justine Larbalestier, Pat York, Annalee Newitz, Dan Gillmor, Daniel Pinkwater, Kevin Pouslen, Wendy Grossman, Jay Lake y Ben Rosenbaum. También menciona a George Orwell, Neal Stephenson, Jack Kerouac, Allen Gisnberg y Scott Westerfeld.
Sergio: IDW Publishing ha adaptado algunos de tus cuentos en una colección llamada Cory Doctorow’s Futuristic Tales of the Here and Now. ¿Eres aficionado a los cómics? Si la respuesta es afirmativa, ¿que escritores son tus favoritos? Warren Ellis está haciendo un interesante trabajo con Doktor Sleepless, por ejemplo.
Cory: Sí, soy un gran fan de Ellis, además de Brian Vaughn, Brian Wood, Kyle Baker y muchos otros.
De Warren Ellis, además de Doktor Sleepless, recomiendo Planetary y The Authority. Vaughn es autor entre otros títulos de Y: The Last Man, Ex Machina y Runaways. Lo he leído pero no lo considero al nivel de Ellis. Brian Wood además de escritor es ilustrador y su obra más conocida es DMZ. Baker además de escritor e ilustrador es animador y de entre sus trabajos destaco la serie limitada de Marvel: Truth: Red, White & Black.
Sergio: ¿Que opinión te merece el trabajo de Carl Bark en los cómics de Disney? ¿Crees que se le ha dado el reconocimiento que merece?
Cory: Nunca he prestado atención a las películas o personajes de Disney, sólo a la experiencia del viaje.
Con esta respuesta nos queda claro que Carl Barks está lejos de tener el reconocimiento que se merece. Al igual que con la pregunta de Benjamin, esto sirve para darme cuenta que un autor que aborda el mundo y la problemática de Disney no tiene porqué necesariamente saber quien es Carl Barks tampoco. Brevemente vale decir que Carl Barks no es un personaje ni tiene que ver con las películas de Disney sino, tal y como establecí en la pregunta: con los cómics. Barks realizó multitud de cómics del Pato Donald a cargo del guión y dibujo y es el creador de Patolandia y personajes como Rico McPato y los Chicos Malos. Las historias de Barks plagadas de aventuras y divulgación científica sirvieron de influencia para muchos autores como Dean Koontz que le dedica un sincero homenaje a su obra en el prefacio al libro The Science of Superheroes.
Ahora bien, todo este preámbulo tenía como propósito el servir de nota introductoria a la traducción que yo haría de El juego de Anda. ¿Por qué ese cuento? Pues porque I Robot ya estaba traducido y habiendo leído el Juego de Ender y la saga de Ender hasta Hijos de la mente pensé que era buena idea. Eso hasta que leí la historia en cuestión. Tal vez no sea lo mejor o más representativo de la obra de Cory Doctorow, pero a mi juicio es bastante mediocre y no merece la pena ser traducida, lo intenté pero el esfuerzo era demasiado. Entonces pensé que traducir un cuento era algo demasiado pedestre cuando hablamos sobre un autor que cuestiona, desafía y deconstruye las nociones de propiedad intelectual. Lo que debía hacer era escribir mi propio Juego de Anda. Después de todo, yo soy a Cory lo que Cory a Asimov o Scott Card, soy un chileno por debajo del percentil 50 y estoy a favor que no sólo florezcan millares de «Anocheceres», sino un millón de «Juegos de Anda».
De esta forma surgió mi propio Juego de Anda, el cual podrán leer en la colección de cuentos Poliedro 3 a ser publicada en el transcurso del segundo semestre del 2008. Este cuento no es un homenaje a Cory, no es una parodia y tampoco una deconstrucción de la deconstrucción. Es un «statement», una reacción al «fenómeno Doctorow» en la cf. y supongo que él me encontraría menos cretino que Bradbury a Moore por hacer esto.
Ahora bien, no íbamos a dejar a los lectores de TauZero (a los que no manejan el inglés al menos) sin su cuento traducido de Cory Doctorow, razón por la cual busqué hasta encontrar uno que fuese de mi gusto. Si soy exigente es porque antes de Cory he traducido a Alastair Reynolds y Greg Egan con dos cuentos que figuran dentro de mis favoritos de todos los tiempos. Y pese a que pueda dar la impresión de haber sido algo «duro» con Cory en el curso de esta diatriba, debo confesar que su cuento I Rowboat (Yo Robote) se ha situado enseguida dentro de mi excluyente Billboard’s Hot 40.
Cory sabe hacia donde va la ola, tomen sus tablas de surf y acompáñenle en este viaje junto a Robbie el Robote. No se arrepentirán.[x]
Cory Doctorow: bestialidad e incesto en la noósfera
Sergio Alejandro Amira
Junio 2008
Oh my gosh, toda esta hipertrofia literaria me produce vergüenza ajena… digo propia. ¡Valor!
Muy, muy (sí, son dos muy) buena entrevista, aunque confieso que me salté algunos párrafos.
Pero no cacho a qué viene la imagen de Fathom. ¿Hay mujeres subacuáticas en el mencionado cuento?
Hay una minita muy rica que bucea y esta imagen le gustó más al dueño del perro que un aburrido arrecife de coral.
«Cory: Nunca he prestado atención a las películas o personajes de Disney»
HORROR!!!! Hay que quemarlo vivo!!!!…
Felicitaciones, Sergio, por la entrevista.
Perdón, llegué re tarde como siempre. ¿Y la traducción de «El juego de Anda»? Y capaz que también nos puede dar un link para leer el juego de anda chileno.
Está bueno el artículo, nos deja ver muuucho sobre Doctorow.