Diversos autores chilenos se reúnen en esta antología del género, donde, siguiendo la definición más clásica (pero menos conocida), muestran en sus relatos diferentes aristas de lo fantástico, entendiéndolo como “la ocurrencia de un imposible”, lo que incluye el género del terror, la ciencia ficción, etc. Ya la portada (diseñada por Jorge Baradit y dibujada por Soledad Véliz) nos muestra una mixtura antropoide en un confuso fondo de retorcidos alambres (de los cuales surge), que presagia lo que está por venir. Si bien la ilustración es interesante, los dibujos presentes al interior del libro (también de Soledad Véliz y Pablo Santander), son irregulares, destacando aquellos que presentan los relatos de Sergio Fritz Roa y el de la misma Soledad Véliz.
Como decíamos, Poliedro 1 reúne a cinco autores, el primero de ellos: Patricio Alfonso, con cinco cuentos muy breves, se pasea desde el terror más clásico, recordando por momentos las tramas de las famosas historietas de la EC, primero con el tema de las casas malditas (“Doble Puerta”) y luego aborda la desesperada lucidez de un anciano enfrentado a un mundo que no reconoce como el propio (“Maqueta”), a continuación, el “pulp” (“Asustamiento de María Elena”), donde con lucidez científica describe los devastadores efectos de la manipulación genética a babosas y finalmente, recurre a un sutil tono humorístico para referirse al odio que va más allá de la muerte (“Cuentas Viejas”) y el enfrentamiento entre dos seres con superpoderes que militan en bandos opuestos (“La horma de mi zapato”). Son relatos interesantes, aunque los más débiles resultan el “Asustamiento de María Elena”, el cual se lee como un divertimento que no termina de cuajar y “Cuentas Viejas”, sin demasiada fuerza en el desarrollo de personajes e historia, más allá del final. De los cinco, destaco “Doble Puerta”, pues a pesar que toca un tema clásico y el final, resulta obvio, la manera es que está narrado (y especialmente la frase final) demuestra gran estilo al momento de escribir.
El siguiente autor es Sergio Fritz Roa, quien nos presenta tres relatos de clara inspiración lovecraftiana (incluyendo sus antecesores como Blackwood, Machen y Dunsany): “Deletreando el Necronomicon”, “El libro” y “El valle”. Es aquí donde resulta difícil distinguir si son un homenaje o sencillamente un pálido desarrollo de los temas que apasionan al autor, pues no logran entusiasmar, pese a la evidente erudición y pasión que posee Sergio Fritz por los temas tratados. Los tres relatos son predecibles y mientras que los dos primeros intentan desarrollar la leyenda urbana generada por la supuesta existencia del Necronomicon y los resultados al lidiar con este libro maldito, sólo se quedan en buenas intenciones (apenas reflejos del ambiente lovecraftiano). El tercero, en cambio, se embarca en la historia de un romance alquímico con dejos al ciclo onírico de Randolph Carter, pero que no alcanza suficiente profundidad (ni la historia ni los personajes) como para transformarse en una lectura memorable.
Luego es el turno de Armando Rosselot, con tres cuentos, “Por la tarde los niños se aburren” (un relato sobre lo que ha sucedido con los niños en un posible futuro), “El informe 5002” (una historia acerca de las manipulaciones en la historia de la humanidad producto de seres extraterrestres) y “Corazón de melón” (una visión devastadora de la “delincuencia” en el futuro, que debería leer Paz Ciudadana). De los tres, el más sólido es justamente “Corazón de Melón”, el cual maneja hábilmente las temidas y archirrepetidas nociones sobre la delincuencia, inseguridad ciudadana y la peligrosidad existente en las ciudades modernas, pero llevadas al extremo, reflejando profundo temor que siente un simple transeúnte ante el mero hecho de caminar hasta su trabajo (como veremos, esta vez es un temor justificado). “El informe 5002” parte de una buena premisa, pero resulta una historia demasiado alambicada y se basa demasiado en la sorpresa final. “Por la tarde los niños se aburren”, tiene un desarrollo que chirría a ratos, especialmente en el encuentro de Maribel con los niños de la guardería, pero el guiño nostálgico tanto a Asimov como Bradbury está muy logrado.
Continuamos con Luis Saavedra, quien presenta tres cuentos también: el primero (“Buscador en el jardín de mundos”) utiliza un gran manejo del lenguaje (especialmente las figuras de repetición, jugando con los convencionalismos que separan la poesía de la prosa) para presentar una situación ante los ojos del lector, la cual nos remite a la creación y destrucción de universos; el segundo relato (“Esferas de carey”) nos presenta de nuevo la figura de un hacedor de universos (y destructor de universos) y finalmente el “El payaso de porcelana” nos plantea los recuerdos de un periodista, sobre la posibilidad que un extraño niño en un circo de mala muerte haya tenido contacto con seres de otros mundos. Los tres son cuentos bien estructurados, aunque quizás el más interesante, sobre todo por la atmósfera que logra recrear, es precisamente “Esferas de carey”.
Para finalizar esta antología, tenemos el relato más extenso, el de Soledad Véliz (“La semilla”) el cual debo decir, resulta en un primer momento extremadamente confuso, debido a la terminología sin referencias que dificulta la lectura (Atamán, fulíginos, orexas), pero a medida que avanzamos entendemos que nos remite a rituales de paso, sin grandes explicaciones, salvo que nos encontramos entre las tensiones y juegos de poder entre dos razas. Pese a la originalidad del planteamiento, la idea motriz se diluye ante lo confuso del planteamiento.
Una antología bien pensada y armada, donde pese a los altibajos del material, se transforma en un medio de difusión eficaz y bien hecho para mostrar lo que se está escribiendo en relación con el género fantástico hoy en Chile.
Bernardita Ojeda Labourdette
Excelente. Los felicito por el nivel de la crítica.
Muy buena orientación a la hora de pasar por la librería.
Ante nada, gracias por la crítica sólida y seria. Me siento feliz ,dado a que aquellos relatos son el fruto de un jóven veinteañero ( ya de 41 ) que lograron ver la luz hace un par de años. Nada más que decir. Creo que cumplieron su objetivo.
Algo que no se menciona en el comentario y que me parece relevante de mencionar: tanto «Esferas de Carey» como «Por la tarde los niños se aburren» fueron publicados por primera vez en TauZero.
Gracias por la puntualización Sergio¡
Lo unico que me complica con «Por la tarde los niños se aburren» pero que no lo incluí en la critica es que en la antologia Alucinaciones TXT aparece bajo tu nombre y no el de Armando. Es un error? Efectivamente el cuento es de Armando?
Barnardita, efectivamente el cuento al que aludes es de Armando. Mi cuento en Alucinaciones TXT se llama «Anticuerpos» y no «Por la tarde los niños se aburren» y está en la página 203, y no en la 216.
Es un error más de la larga lista de errores, falencias e ineptitudes que podemos encontrar en el libro, todas estas atribuibles al imprentero por supuesto.
Un libro valioso como testimonio. La calidad en general es buena.
No me parece muy justa la crítica de Bernardita al sr. Fritz. Especialmente respecto a su relato «El Valle», el cual me parece notable. Es más bien un delirio borgeano – me parece humildemente – con algo de poesía en su parte final que es farncamente destacable, y no se sitúa en la temática lovecraftiana a pesar que nombre algunos textos de esa índole. Jejeje, y esto no lo digo solo por ser amigo de Fritz…;)
Los escritos de Patricio A. también me han gustado. Y ni qué decir los dibujos incluidos.