Ajústense el cinturón… de fotones

Navegando y curioseando en uno de mis nocturnos accesos a Internet con mi trasnochado (y gastado) Pentium II me he encontrado con una historia de ciencia ficción que casi parece de terror. Una historia que clasificaría, a juzgar por su falta de rigurosidad científica, para filmar una producción hollywoodense con mucho CGI y sonido Dolby Surround 3D. Sí, muy adecuada para homenajear los múltiples fallos que tiene la industria espacial-cinematográfica que sigue mostrándonos, por ejemplo, explosiones en el espacio sin que haya aire que transmita los sonidos (aunque claro… ¿qué sería Star Wars y muchas otras joyas sin esos efectos? :)). Pero la historia de ciencia ficción a la que en seguida me referiré tiene una falla tremenda, un blooper de magnitudes astronómicas que paradójicamente está expresada como si así lo fuera: un real suceso astronómico que está a punto de freírnos a todos… tal historia se conoce como El Cinturón de Fotones.

¿De qué se trata esta historia abominable? Que nuestro Sistema Solar estaría conformado por una estrella central, Alcyone (ubicada en el cúmulo las Pléyades de la constelación de Tauro); que en torno a ella orbitan en total doce soles y que rodeando a la estrella central existe una zona (un cinturón) que posee cierta radiación de fotones, tan fuerte que sería capaz de derretir los polos, detener la rotación terrestre, hacer bailar sin control a nuestro campo magnético y tener 24 h continuas de luz durante 2.000 años… más aún: estamos a punto de entrar a este cinturón del terror. Ese es el resumen más acabado que puedo dar luego de haber corroborado -lamentablemente- que este hecho pseudocientífico anda apareciendo en diversas páginas y foros de discusión, con leves variaciones en cada relato.

En primer lugar: los fotones son partículas fundamentales e indivisibles, en realidad son la mínima cantidad de energía que puede transportar la luz ya que ésta está cuantizada (o sea ubicada en un sistema físico donde hay un «cuanto» o valor mínimo que puede tomar cierta magnitud; en el caso de la luz su valor mínimo es el fotón). Al hablar de fotones con mucha energía (como los mencionados en el cinturón de fotones), en el plano astronómico podría citarse lo que ocurre con los rayos gamma, considerados los fotones más energéticos de todos (éstos se forman al aniquilarse un electrón y un antielectrón). Ante esto tendríamos que, si existe alguna zona altamente energética (llámese «anillo», «cinturón», etc.) en donde se encuentran las Pléyades, probablemente sólo se trate de una fuente de rayos gamma.

Los rayos gamma, por otro lado, no representan ningún peligro para el ser humano aquí en la Tierra. Nuestra atmósfera es lo suficientemente poderosa para retener esta radiación cuando llega al planeta y no dejarla entrar.

Las Pléyades son un cúmulo de estrellas jóvenes (datan de hace ~100 millones de años) y nuestro Sol tuvo su origen mucho antes, hace ~5.000 millones de años. Nuestra estrella gira en torno al centro de la Vía Láctea en un periodo de 225 millones de años, en dirección a la constelación de Sagitario (mirando hacia ella se ve el centro de nuestra Galaxia). Las Pléyades están distantes 380 años luz de nosotros, no puede hablarse de «girar en torno a Alcyone» debido a la prácticamente nula influencia gravitacional de esa estrella sobre nosotros. Y aún en el burdo caso que nosotros «giráramos» en torno a ellas (las Pléyades), no se gira en torno a una estrella en particular sino a un centro de gravedad común, tal como sucede con las galaxias, los cúmulos estelares o los sistemas estelares binarios y múltiples.

Entre algunas cuestiones que son totalmente incoherentes, según la teoría del Cinturón de Fotones, se cuenta la detención de la rotación terrestre. Si la Tierra deja de girar en torno a su eje, el efecto más inmediato es que rápidamente un hemisferio del planeta quedaría abrasado (aquél que esté «apuntando» hacia el Sol), mientras que el otro se congelaría (aquél «apuntando» hacia el frío espacio); los océanos hervirían, grandes huracanes arrasarían el planeta, todos los objetos en él tendrían un aumento de peso debido a la ausencia de fuerza centrífuga… en fin, definitivamente un hecho como éste sería muy mortífero en el corto plazo, tanto así que no tendríamos ni tiempo de observar este Cinturón de Fotones… que por cierto, nunca se ha visto que los fotones sean capaces de detener la rotación de un planeta.

¿Cómo sería tener 24 h continuas de luz durante 2.000 años? Wau, supongo que nos haríamos llamar como esa secta/agrupación de los Illuminatti… pero no, es muy improbable. No se especifica cómo sería esa «luz», pero imaginando que sea algo que proporcione tanta luminosidad y calor como nuestro Sol, volvemos a tener problemas. Imagino que las 24 h de luz se darían porque supuestamente nos rodearía un halo de luz, pero esa luz tendría un efecto devastador en el planeta. No nos sentiríamos más bronceados ni iluminados, sino que se calcinarían los continentes y derretirían los océanos; los humanos pereceríamos, y aún si aquella «luz» no fuera tan potente como el Sol, tener 24 h de luz provocaría severas alteraciones en nuestros ritmos circadianos.

Sin embargo, un supuesto Cinturón de Fotones, en el caso que estuviera muy cerca de nosotros, sería visto sin problemas por astrónomos profesionales y aficionados, ya que supuestamente es una fuente/halo de luz tan poderoso que puede contener a nuestro planeta entero… en realidad, a un área que abarcaría más de 300 millones de km, asumiendo que durante todo el tiempo (y km recorridos) que la Tierra orbita al Sol, estaremos dentro de esta zona fotónica. Razón más que suficiente para que ese tremendo «monstruo» sea fácilmente visible. Pero no hay nada de eso, ningún cinturón a la vista…

Otro aspecto importante a destacar, es que esta «teoría» intenta avalar nuestro presunto acercamiento a dicho cinturón con determinados fenómenos que actualmente ocurren en la Tierra, como las auroras, el derretimiento de los polos o los terremotos y tsunamis debido a alteraciones geomagnéticas. Las auroras (boreales y australes) es un fenómeno normal que se produce por el impacto del viento solar contra el campo magnético terrestre, y dado que el Norte y Sur magnético se hallan prácticamente en nuestros polos geográficos, las auroras aparecen en latitudes cercanas a esos puntos. Un aumento de auroras (o su aparición en latitudes más alejadas a los polos) tiene directa relación con la actividad solar, que el aumentar provoca éste y otros fenómenos más bien nocivos, como el daño de algunos satélites artificiales o apagones en centrales eléctricas. No obstante las auroras y estos fenómenos no tienen ninguna relación con un cinturón de fotones/fuente de rayos gamma.

El derretimiento de los glaciares, como muchos sabrán, es parte de un proceso natural terrestre que se ha visto acelerado por el calentamiento global, cuyo mayor culpable es la irresponsabilidad humana al contaminar la atmósfera con gases industriales y agente químicos como CFC. Asimismo los terremotos y tsunamis no se han visto correlacionados de ninguna manera con alguna alteración de nuestro campo magnético. Es sabido que nuestro campo se debilita alrededor del 10% anualmente y se desplaza a razón de 10~40 km en este mismo lapso, pero esto no quiere decir que nuestra protección magnética esté gravemente alterada o sea la causa de estos fenómenos naturales, cuya explicación se haya más bien en el proceso de tectónica de placas que ha castigado a nuestro planeta a lo largo de toda la historia.

Uff… eso en cuanto a las aclaraciones más pertinentes. Hay otros disparates que son simplemente irrisorios (al igual como se observa en otros web sobre el tema), porque ya estamos hablando de contradecir leyes de la física, fuerzas centrípetas, termodinámica y muchas otras… y todo eso, como decía al principio de este artículo queda para los genios de la ciencia ficción o los burros hollywoonautas. Aunque si ponen a actrices como Liv Taylor de Armagedón o Tea Leoni de Impacto Profundo, no duden que reservaré asientos en primera fila para ver el cinturón de fotones en la pantalla grande…

©2006, Farid Char.

Referencias y agradecimientos: El autor agradece a Claudio Aguilera, astrónomo del Observatorio Interamericano Cerro Tololo, por algunas referencias técnicas suyas que ayudaron a hacer más completo y preciso este artículo.