La primera parte de la historia ya fue contada, sus orígenes, conflictos y el resultado tras la producción de un piloto de 4 horas. Pero como es común entre el primer episodio y una temporada hay una serie de grandes diferencias que en algunos casos son una buena señal de evolución y en otros de involución.
Fue poco menos de un año de producción para solo trece episodios, y una infaltable polémica causada por el estreno en Inglaterra antes de Estados Unidos y la posterior difusión en la red de dichos capítulos pero finalmente llego a la pantalla chica nuevamente con un alto rating.
Pero mas allá de todo existe un problema surgido de la vara alta que dejó el piloto así como la desmedida ambición y escasa autocrítica del equipo de producción. Lo que debió haber sido la sucesora de Andrómeda en lo que se refiere a series de naves espaciales terminó siendo mucho menos de lo que estaba luchando por llegar a ser Enterprise.
Pero bueno aquí hay un pequeño recuento de lo que fueron estos trece episodios:
La serie se inicia con un puñado de historias que retoman lo ocurrido en el piloto para dar paso a algunas situaciones previstas: el acoso de los cylones, la escasez de recursos y la progresiva disminución de la población entre otras cosas. Esto de paso da comienzo también a unas cuantas tramas secundarias algunas vistas antes y otras nuevas: la relación de Baltar con los cylones, el piloto que se quedó en Caprica (Halo) al ceder su lugar a Baltar y Boomer.
Sobre este último punto vale la pena recordar que en la serie original Boomer era el mejor amigo de Starbuck, un piloto con los pies bien puestos en la tierra que ayudaba a mantener la cordura al alocado guerrero. En este caso y siguiendo el esquema de la serie, solo que de forma mas radical el personaje original desaparece completamente siendo reemplazado por una mujer que pilotea nave de transporte de personal y que no tiene ninguna relación con Starbuck, a su vez es una agente cylon, cuyo clon (si es que se le puede llamar así) se encuentra en Caprica haciéndose pasar como aliada de Halo y ayudándolo a subsistir, dos argumentos para un personaje. Ambos casos retratan el lado sensible de esta clase de criaturas cuyo incompleto conocimiento de su verdadera identidad supone una exploración detallada de sus acciones a fin de determinar cual es su verdadero bando.
A esto hay que sumar un cuarto argumento secundario: los problemas de la presidenta y un quinto: la infiltración de los cylones en la flota, además de un puñado de otro menos significativos.
Sin embargo el vaso de agua fresca llega de la mano de Richard Hatch, el actor que encarnará al legendario e idealista guerrero Apollo, esta vez como Tom Zarek, un prisionero político que genera una revuelta en una nave de prisioneros y que obliga a replantear a los personajes sus lugares en el mando.
A esto se le sumará Starbuck, personaje cuya evolución rompe la monotonía retomando de forma extraoficial una línea argumental clásica pero también dando sus aportes en la dinámica con los demás personajes sin caer en sentimentalismos baratos (exceptuando en obvias circunstancias).
Además de Richard Hatch, otro regreso es el de The hand of God la primera de las dos adaptaciones de episodios antiguos hechos para esta temporada, en este caso a pesar de poseer los elementos se optó por situar el ataque a una base en un asteroide en vez de un gigantesco crucero, con el siempre excesivo dramatismo para hacer que el espectador se pregunte si los productores no dejar a nadie vivo para el día que se termine la serie.
Para concluir la temporada D. Moore y su equipo recurrieron a dos glorias pasadas, el director Michael Rymer, quien se encargó del piloto y otra adaptación, en este caso del clásico Lost planet of Gods.
Desgraciadamente esta nueva versión, denominada Kobol’s Last Gleaming, terminará siendo la consolidación de innumerables defectos que para entonces ha presentado la serie:
El principal de ellos es un deplorable manejo argumental que se traduce en un muy lento, predecible y en muchos casos inconsistente desarrollo de las historias. Resulta imperdonable que el equipo gaste tiempo ahondando en elementos que no muestran una evolución en la trama o si lo hacen se aplica en conceptos no complejos. Si se toma como modelo Kobol’s Last Gleaming esto se traduce en un exceso de diálogos que derivan en situaciones innecesarias entre ellas el ya mencionado drama de Boomer, y el envió de naves al planeta (sin que intenten darle algún tipo de protección) con un equipo de gente que parece no tener idea de los procedimientos a aplicarse en caso de guerra (menos mal que trabajan en la Galáctica).
El tratamiento de temas político: Lo que en un principio fue una buena idea, manifestándose en la presencia de la presidente Laura Roslin, personaje sacado de la esencia del antiguo Adama, por una parte abre la veta para el replanteamiento de algunos pequeños aspectos entorno al desarrollo social de quienes sobrevivieron a la invasión cylona, esto permite el surgimiento de Tom Zarek (De hecho esto también debe algo a cierto episodio doble de la serie original), el personaje de Richard Hatch; pero a su vez se va debilitando al darle mayor relevancia a otros argumentos secundarios (el ya mencionado dilema de Boomer). Quizás la concepción más exacta sea que el personaje de Mary McDowell termina burocratizando una serie de procesos concernientes a la supervivencia de los humanos, restándole a la vez relevancia y lógica a dichos acontecimientos (el envío y pérdida de una nave en Kobol, por ejemplo). Para compensar los productores inventan una profecía para mantener con vida al personaje que cada vez esta obstaculizando mas el ya mencionado desarrollo lógico de los acontecimientos, atando de paso al espectador a una línea argumental de por si predecible. Es aquí donde la serie se debilita aun mas con su predecesora especialmente si se considera el personaje de Lorne Green, quien sin ser un directo enviado de los dioses (aunque si de acuerdo a la idea original de Glen Larson), era capaz de saltarse toda la incompetencia social que amenazaba con autodestruirlos, aquí D. Moore no solo la acepta sino manipula los argumentos para que esto no los aniquile (De hecho Larson fue mas acertado en cortar todo con un ataque sorpresa de los cylones).
Como si fuera poco Baltar quien en el final del piloto prometía ser unos de los personajes con mejor futuro dentro de la serie, alguien que iba a entregar una visión más interesante de ambos lados del conflicto. Sin embargo, los productores en vez de potenciar sus aspectos oscuros, afirman lo ya visto antes, su carácter mujeriego y cobarde con su notable inteligencia para ir reforzando los aspectos débiles de la historia central, aunque en realidad los va debilitando al ir agregando otras innecesarias aristas al ya mencionado tema político y algunos datos secundarios de los cylones que en la práctica no sirven de nada.
Tomando la ya mencionadas odisea de Boomer en sus dos versiones, todo se traduce en una exageradamente dramática exploración del personaje que bordea lo irrisorio. En este sentido la rigurosidad que tanto buscaba D. Moore en aspectos científicos es obviada por esta y otras situaciones impropias de aquel que debería tener un mínimo de conocimientos del mundo militar.
La antigua Galactica no tenía rigurosidad científica en el estricto sentido de la palabra pero se apegaba un planteamiento lógico en lo que se refiere a la desesperada lucha por sobrevivir de los personajes sin caer en sentimentalismos baratos tratando de aprovechar todo el universo creado por Larson. La nueva los elude con los tres personajes principales (Adama, Apollo y Starbuck) pero los sobre explota con el algunos ya mencionados y con la forma de como se trata el conflicto bélico.
Uno de los puntos mas lamentables que sigue sin mejorar es el compositor Richard Gibb, cuyo trabajo no sólo se mantiene escaso y deplorable sino también en algunas situaciones usa estilos un tanto desatinados mas dignos de programas de otro tipo; eso si no deja de torturarnos con la nostalgia usando como primera parte del tema central una pieza que recuerda mucho a la que fuera toda una sorpresa en su tiempo: la banda sonora de Earth Final Conflict. Si recordamos la polémica que tuvo Star Trek Enterpise con la canción que incorporaron en la serie, resulta insólito que haya quienes defiendan a Gibb, especialmente ante la escasez de música.
Sin olvidar, los efectos especiales mantienen su estilo con la misma sensación que en algún momento las secuencias se van a quedar incompletas por falta de presupuesto. Siendo la misma compañía que se encargó de las naves de Firefly (De hecho se dice que la Serenity aparecía en una toma del piloto) el trabajo es lamentable en comparación a esta serie, donde prácticamente no habían batallas de naves espaciales, pero cada escena estaba a la altura de lo visto en las últimas versiones de Star Trek.
Comparándola con una serie como Andromeda, donde es incuestionable el uso y abuso de CGI, uno se pregunta si no seria mejor hacer lo mismo que aquí, sacrificar el realismo visual en pos de mejores argumentos que sustenten la serie y es que si bien la acción en Galactica esta dosificada meticulosamente.
Tomando en cuenta la serie de acción policial The Shield, cuyas temporadas son de 13 episodios (Ya sé que son dos géneros distintos), Galactica peca de un mal manejo argumental que por una parte hace exagerada esta cantidad de episodios pero a la vez escasa ante las enormes posibilidades que ofrece este universo y que D. Moore no duda en derrochar entre tanto dramatismo (por no decir lagrimas de cocodrilo) innecesario. Científicamente hablando la Galactica antigua era un desastre pero en ningún sentido monótona y repetitiva, aún cuando pudieran salir con algunos argumentos un tanto descabellados (un planeta con un casino), era capaz de renovarse (Experiment of Terra, War of the Gods) manteniendo cierto grado dramatismo no exagerado. En el caso de una serie policial exitosa como The Shield es el equilibrio entre desarrollo de personajes con las tramas principales, algo visto de forma tan brillante en la cancelada Odissey 5 y Firefly.
Lo que D. Moore y su equipo no entienden es que su esfuerzo por ser realistas a nivel científico colisiona directamente con el medio ambiente en que supuestamente se sitúa la saga, otro tipo de planetas y por tanto desarrollo tecnológico desperdiciando un potencial que el mismo Richard Hatch reclamó en su momento cuando sus ideas colisionaron con las de Glen Larson en un anterior intento de revivir a Galactica.
Al mismo tiempo (Y a modo de aclaración de otra idea) el desarrollo lógico de los acontecimientos choca directamente con lo que se pretende plantear, esto se ve desde el principio con el caso del guerrero que se quedó en Caprica, quien no encuentra otros humanos a pesar de haberse quedado entre ellos cuando su nave se fue. Como en toda serie de este tipo los personajes secundarios no faltan, algo que ya se había visto en el piloto, pero sin un manejo efectivo de los principales esto resulta nada más que un desagradable material de relleno.
En este sentido el éxito de la nueva Battlestar Galactica se deberá responsabilizar a la nostalgia y el buen reparto, pero desgraciadamente habrá que rezar para que D. Moore y su equipo abran los ojos y se den cuenta que al igual que hace veinte años si no se toma todo con mesura y cuidado el éxito será muy fugaz y la caída muy estruendosa, algo de lo que los seguidores quizás no puedan reponerse nuevamente.
Viéndolo en el sentido positivo, también resulta una oportunidad para preguntarse: ¿Vale realmente la pena revivir un clásico que quedó inconcluso si la nueva versión es un lamentable espectáculo?
De nada sirve tener un gran reparto y buenos efectos especiales sin un competente equipo de escritores y productores. Es sorprendente que con toda su experiencia D. Moore se de el lujo de cometer tantos errores, pero a su vez surge la duda de si fue el factor Piller y Braga en DS9 así como Frakes en Roswell quienes permitieron que dichas series donde trabajó no cayeran en un desastre como este.