por Pablo Castro Hermosilla
Siendo la ciencia ficción escrita y la divulgación científica los puntales que mueven a TauZero, uno podría esperar que gran parte de la ficción que publica tenga elementos científicos y tecnológicos como componentes principales. Es lo que comúnmente se llama hard science fiction, es decir, un tipo de literatura donde de alguna forma las especulaciones científicas y tecnológicas definan una estructura o una trama que muy bien sustentadas.
Sin embargo esto no es así.
La gran mayoría de la ciencia ficción que se escribe y publica no utiliza a la ciencia y tecnología a partir de un tratamiento que escape a una visión más bien general, ambientes o sólo a simples divagaciones y usos esteticistas. Muchos escritores, y sobre todo los más jóvenes, usan la ciencia ficción como un campo propicio para experimentar y explorar situaciones bizarras, inusuales e incluso excéntricas. Lo que importa ahí es el impacto emocional de ciertos ambientes y artefactos, la gran mayoría descritos a base de un lenguaje postmoderno que le entregue al lector una idea de cómo funcionan dichos ambientes y elementos tecnológicos.
El ciberpunk hizo escuela (y abusó) de esta forma de hacer ciencia ficción, privilegiando de sobremanera un estilismo recargado para describir tramas y ambientes. Cualquier escritor medianamente informado de los avances en los campos de la ciencia y tecnología puede escribir una historia de ciencia ficción, donde en vez de explorar los alcances de la ciencia escuela (y abusó) de esta forma de hacer ciencia ficción, privilegiando de sobremanera un estilismo recargado para describir tramas y ambientes. Cualquier escritor medianamente informado de los avances en los campos de la ciencia y tecnología puede escribir una historia de ciencia ficción, donde en vez de explorar los alcances de la ciencia y tecnología, se dedique a explorar el lado humano de las cosas.
El hard science fiction no deja de lado lo que ocurre con los personajes, pero su interés se basa más en probar en detalle el funcionamiento de nuevas tecnologías y nuevas formas de aplicar la ciencia. Para muchos se gana en profesionalismo, verdad y solidez. Para otros se vuelve un ejercicio tedioso y frío.
Greg Egan es de esos pocos escritores que logran combinar ambas cosas y pienso que hoy en día no existe nadie que lo supere dentro de ese estilo. En sus cuentos y novelas, Egan destaca por una descripción minuciosa del funcionamiento de asombrosas tecnologías e insospechados caminos tomados por la ciencia, aplicados de forma casi enfermiza a la trama y evolución de los personajes. Sus historias se vuelven inquietantes, precisamente porque al conocer el funcionamiento último y progresivo de los elementos técnicos y científicos podemos creer con firmeza la posibilidad de éstos.
He tenido el agrado de tener contacto con Greg Egan y descubrir que se trata de un escritor muy alejado de las grandes luces, con un trato bastante cordial. Eso dio pie en el año 2002 a que Egan accediera a la traducción y publicación de uno de sus relatos llamado Closer, iniciativa que fue posible gracias al excelente trabajo realizado por Sergio Alejandro Amira. Su traducción del relato (titulado Próximos) es de primer nivel y siendo la obra corta de Egan aún escasa en español, debo decir que lo realizado por Sergio es un logro de categoría internacional que no debiera pasar por alto.
Closer fue parte de la colección Axiomatic que Egan publicó en 1995 y representa muy bien el carácter de la obra de este escritor absolutamente recomendable para los amantes del hard science fiction y de las cosas hechas con originalidad y fuerza.
© 2004, Pablo Castro Hermosilla.
Greg Egan, nació en 1961 en Perth, Australia. Se graduó en matemáticas por la Universidad del Oeste de Australia, y se dedica tanto a la escritura como a la programación. Ha escrito varias novelas entre las que destacan Ciudad Permutación (1994), Distress (1995) y Terranesia (1999), como también numerosos cuentos. En 1999 fue galardonado con el premio Hugo por su relato Oceanic.
Closer fue publicado en 1992 en la revista Eidolon y luego en la colección Axiomatic, publicada por el autor en 1995.