por Ronald Mennickent Cid
Se me ha pedido que escriba acerca de Ciencia y Religión, algo como agua y aceite según se me dijo, sin embargo, yo no lo veo así, y mi visión es lo que intentaré mostrar en este ensayo, para lo cual es necesario comenzar hablando acerca de los dominios de cada una de estas áreas del quehacer humano.
El Dominio de la Ciencia
La ciencia pretende descubrir cómo funciona el universo, y hasta el momento ha sido exitosa, en el sentido de que ha podido establecer la existencia de leyes que rigen el cosmos, al menos la parte visible de él (hasta el momento no parece haber leyes que gobiernen el pensamiento humano, ni determinen la capacidad de decisión de un individuo). Estas leyes le han dado a la ciencia una reputación y un poder de predicción enorme, que se ha materializado en un desarrollo tecnológico sin precedente en la historia de la humanidad. Hoy nuestra sociedad se caracteriza, a diferencia de sociedades del pasado, por el uso masivo de tecnología basada en el desarrollo de la ciencia básica, como las leyes del electromagnetismo y las de la mecánica cuántica, por ejemplo. Mira a tu alrededor y te darás cuenta de cómo la tecnología es parte de tu vida diaria y cómo ha invadido el mundo, literalmente.
El Dominio de la Religión
La religión, por otra parte, no pretende describir el universo en sus partes fundamentales ni tampoco su funcionamiento, sino que pretende dar respuesta al porqué existe el universo, y en particular porqué existimos nosotros, los seres humanos. La religión está íntimamente ligada al concepto de Dios, un ser superior de naturaleza no física (digamos espiritual) que sería el creador de todo cuanto existe y el cual puede darse a conocer a los humanos y establecer relaciones espirituales con ellos. Millares de personas han dicho creer en Dios, entre ellas eminentes científicos, como Nicolás Copérnico, Johannes Kepler, Galileo Galilei, René Descartes, Isaac Newton, Robert Boyle, Michael Faraday, Gregor Mendel, Lord Kelvin, y con sus propios matices acerca de la naturaleza de Dios: Max Planck y Albert Einstein. Por lo tanto, no se puede decir que la Religión sea sólo para gente ignorante o sin formación académica. Millones de personas han llevado y siguen llevando una vida satisfactoria y plena con el convencimiento íntimo de la existencia de Dios.
Existen científicos que dicen que Dios es una hipótesis innecesaria. Dentro de estos se encontraba Carl Sagan, astrofísico y famoso divulgador científico. Si bien es cierto la existencia de Dios no se puede probar experimentalmente, también es cierto que su no-existencia tampoco se puede probar. Desde el punto de vista científico, y despojándonos de toda arrogancia intelectual, creo que lo más honesto es decir que Dios no es tema de la ciencia ya que su existencia o no existencia sobrepasa las fronteras del ámbito en el cual la ciencia se mueve, es decir, nuestro universo sensorial. Su existencia es materia de fe.
La fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve, es decir, es un conocimiento de naturaleza distinta al científico, este último basado en la experimentación. La fe, no la ciencia, permite creer en Dios. Millones de personas tienen fe en Dios, creen en Dios, y otras no cuentan o no desarrollan esta cualidad del espíritu humano.
Por lo anterior creo que es posible creer en Dios y al mismo tiempo ser científico, complementando de esta manera una visión acerca de la naturaleza del hombre con una visión de cómo funciona el universo. Para un cristiano, por ejemplo, Dios se ha manifestado al hombre en el cosmos, la palabra revelada (el mensaje contenido en la Biblia) y Jesucristo. Para un cristiano, el estudio del cosmos permite admirar a Dios como creador, así como una persona puede admirar al pintor durante una exposición de sus pinturas.
¿Pero es posible saber, desde el punto de vista científico, si alguna religión es la verdadera? ¿Existen afirmaciones de tales religiones concernientes al mundo físico que las comprometan a la luz del moderno conocimiento científico? A mi modo de ver, esto es posible, aunque existen ciertas limitaciones. Los libros sagrados se han escrito con el propósito de revelar la naturaleza moral de Dios y del hombre. Ellos no se escribieron como tratados científicos aunque su alegada inspiración divina los compromete en el sentido de decir la verdad en relación al mundo y a su creación, por ejemplo.
El Génesis a la luz de la ciencia
Hoy en día existen pruebas fehacientes de que el Universo tuvo un comienzo, recientes descubrimientos astronómicos, como los llevados a cabo por los satélites COBE y WMAP avalan poderosamente esta afirmación y fechan la edad del universo en 13.7 billones de años. Esto nos llevaría a rechazar cualquier teología que presentase un universo eterno. Más aún, los estudios paleontológicos y geológicos han llevado a un cuadro de lo que pudiese haber sido el desarrollo del planeta tierra y la aparición de vida sobre él. En este sentido me gustaría mostrar que la descripción de la creación del mundo que aparece en el primer libro de la Biblia, el Génesis, contrario a lo que se cree, es compatible con los descubrimientos científicos modernos si el sistema de referencia del observador que describe los acontecimientos viene a ser la mismísima tierra. Las ideas siguientes acerca del Génesis provienen de The Genesis Question (Ross, 1998).
Génesis 1:1 En el principio Dios creó los cielos y la Tierra
De acuerdo a la cosmología moderna, el universo tuvo un comienzo en una gran explosión inicial. La ciencia no se pronuncia acerca de qué es lo que había antes de esa explosión ni qué fue lo que la desencadenó. La Biblia parte diciendo que el universo obedece a un propósito de un ser denominado Dios. Génesis 1:1 anuncia la creación de las dimensiones espacio-temporales, la materia y energía, de todo lo que compone nuestro universo, incluyendo estrellas y planetas, el Sol (todo lo anterior contenido en el concepto “los cielos”) y la tierra. Esta idea de un comienzo del Universo, que nos parece tan natural ahora, sólo fue establecida científicamente a principios del siglo XX, pero vemos que ya estaba declarada en la Biblia.
Génesis 1:2 Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.
De acuerdo a las teorías modernas, la tierra primigenia era un lugar caótico y carente de vida, con una atmósfera densa y opaca a la radiación del Sol. La vida se habría originado en los mares hace más de 3.86 billones de años. La mención del Espíritu de Dios moviéndose sobre las aguas podría sugerir la generación de las primeras formas de vida, las cuales pudieron haber sido no basadas en la fotosíntesis, así como aquellas descubiertas recientemente cerca de volcanes submarinos. Más importante aún, este versículo sitúa nuestro sistema de referencia en la superficie de las aguas que rodeaban la tierra.
Génesis 1:3-5 Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.
Estos versículos pueden ser interpretados como la transformación de la atmósfera terrestre de opaca a translúcida, dejando pasar por primera vez la radiación solar y dando origen, desde el punto de vista de un observador situado en la superficie de las aguas que rodeaban la tierra, al ciclo de días y noches. ¿Está este proceso relacionado con la formación de la luna? Modernas teorías sugieren que la luna se formó cerca de 4.25 billones de años por el choque de un planeta del tamaño de Marte con la Tierra. Este acontecimiento fue vital para dar a la tierra la masa y densidad necesarias para retener los gases aptos para la vida. Si no hubiese sido por este cataclismo cósmico, la Tierra probablemente hubiese tenido una atmósfera densa como Venus y no apta para la vida. En los procesos de transformación de la opacidad atmosférica habría también que considerar la remoción gradual de los residuos de la nebulosa que dio origen al Sol, principalmente debido a su difusión hacia el Sol por gravedad y viscosidad.
Desde ahora en adelante Génesis registra todo el proceso de creación en siete “días”. La palabra hebrea para “día” es “yôm”, que puede significar un periodo de 24 horas como también un largo periodo de tiempo de duración definida (el hebreo antiguo tenía muy pocas palabras, por lo que muchas de ellas tienen varios significados). Es falsa entonces la idea de que Génesis 1 presenta la creación en un lapso de 7 días de 24 horas.
Génesis 1:6-8 Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así. Y llamó a la expansión Cielos. Y fue la tarde y la mañana el día segundo.
Estos versículos son compatibles con la formación de una troposfera, donde la reside la humedad y ocurren los cambios climáticos. Son compatibles con el comienzo del ciclo del agua, movido por los cambios de temperatura productos de la rotación terrestre y la iluminación solar. Como nota adicional es bueno mencionar que en el lenguaje de la Biblia el primer cielo corresponde a la atmósfera terrestre, el segundo cielo al lugar donde moran las estrellas y el tercer cielo al universo espiritual. Los pasajes anteriores se referirían entonces al primer cielo.
Génesis 1:9-10 Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así. Y llamó Dios a lo seco Tierra y a la reunión de las aguas Mares. Y vio Dios que era bueno.
Es posible que estos pasajes se refieran a los procesos tectónicos de placas y volcanismo que formaron (y siguen formando) la superficie de nuestro planeta. En algún momento pudo el fondo marino emerger sobre la superficie de los mares dando origen a un continente. La geología nos enseña que durante los 4 primeros billones de años de la historia de la tierra, las masas terrestres crecieron de un 0 a un 29 por ciento de la superficie planetaria. Además, durante el último cuarto de billón de años, los pedazos de un supercontinente original llamado Pangea han estado separándose unos de otros hasta formar los continentes actuales.
Génesis 1:11-13 Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. Produjo pues la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya seminal está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno. Y fue la tarde y la mañana el día tercero.
Aquí las palabras “semilla”, “árbol” y “fruto” tienen significados mucho más generales en hebreo que en español. Ellas podrían referirse a todo el mundo vegetal. El versículo no afirma que toda la vegetación apareció exclusivamente en este tiempo. Nótese también que la frase “Produzca la tierra” abre la posibilidad de que la aparición de vida vegetal haya sido por procesos naturales ocurridos en el suelo terrestre.
Génesis 1:14-19 Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años, y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así. E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; he hizo también las estrellas. Y las puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra, y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. Y fue la tarde y la mañana el día cuarto.
Este versículo podría indicar el paso de una atmósfera translúcida a una transparente. La primera vez que aparecieron el Sol y la luna en el firmamento. Si Dios reveló a Moisés (el probable escritor de Génesis) estos acontecimientos mediante una visión, ubicándolo en el sistema de referencia antes señalado, es posible que él haya contemplado extasiado esta ventana histórica. La frase “E hizo Dios” no especifica cuándo hizo Dios las lumbreras (sugerimos que en el periodo correspondiente a Génesis 1:1), pero sí las frases siguientes indican que el sentido de esta afirmación es indicar alguno de los propósitos para los cuales fueron creadas.
Los siguientes versículos, de Génesis 1:20 a Génesis 1:27 muestran la aparición secuencial de seres vivos en las aguas, los cielos y la tierra para finalmente culminar con la aparición del hombre en Génesis 1:27. Esta secuencia temporal es básicamente consistente con lo encontrado en el registro geológico. En Génesis la creación del hombre es de tal importancia, que el capítulo 2 relata este acontecimiento con mayor detalle, pero no en orden cronológico. Al respecto podemos decir que los humanos somos las únicas criaturas del planeta que exhiben las siguientes características que podrían estar vinculadas al espíritu:
* Presencia de un código moral impreso en la conciencia.
* Preocupación acerca de la muerte y de la vida después de la muerte.
* Disposición a la oración y deseo de comunicarse con un ser superior.
* Conciencia de sí mismo.
* Impulso a descubrir y capacidad de reconocer la verdad y los absolutos.
Mucha gente rechaza de plano el Génesis al escuchar que presenta un Universo creado alrededor del año 4004 A.C. Desafortunadamente esta fecha fue determinada a mediado del siglo 17, cuando fueron disponibles las primeras traducciones de la Biblia en inglés, por el arzobispo anglicano de Irlanda James Ussher y el vicecanciller de la Universidad de Cambridge John Lightfood, a partir de una lectura directa de las genealogías que aparecen en Génesis. Sin embargo, es evidente al estudiar genealogías bíblicas paralelas en distintos libros de la Biblia, que éstas no se dan completas. Un ejemplo se puede encontrar en 1ª Crónicas 3:10-12 y Mateo 1:8. En hebreo bíblico la palabra “ab” (padre) puede significar abuelo, bisabuelo, tatarabuelo y así en adelante. Lo mismo ocurre con “ben”, la cual puede ser usada como hijo, nieto, bisnieto y así sucesivamente. Basándose en el estudio comparativo de genealogías bíblicas paralelas se puede estimar que el porcentaje de completitud de aquellas es entre 10% y 90%. De esta manera, usando sólo datos genealógicos, se puede estimar la edad de aparición del primer hombre entre 7000 y 60000 años atrás. Este rango coincide con el fechado antropológico de las evidencias culturales religiosas más antiguas, unos 24000 años. Es evidente que grandes primates bípedos con capacidades de usar herramientas existieron hace cientos de miles incluso un millón de años, cómo los australopitecos, pero ellos no manifiestan las características “espirituales” del hombre moderno. ¿Es posible que la “chispa de la conciencia” que caracterizó a los Homo Sapiens y que los hizo poner bajo sus pies a los elementos y a las demás criaturas (incluyendo a los Neandertales) hace unas decenas de miles de años, ganando así la batalla de la supervivencia, haya sido el “soplo de vida” mencionado en Génesis 2:7?
No es posible saber si Génesis 1 sugiere una directa creación de parte de Dios de los animales y el hombre, es decir, una creación “in situ” a partir de la nada, una creación completamente sobrenatural, o bien una intervención inteligente de Dios usando la fuerzas naturales ya existentes en procesos microscópicos y cuánticos. De la teoría cuántica sabemos que el universo no es determinista, en el sentido de que conociendo su estado actual podríamos determinar su estado futuro. Siempre existe cierta indeterminación y varios estados posibles a un sistema caracterizados por una mayor o menor probabilidad de existencia. Es posible que Dios actúe aprovechando estas “ventanas” en las leyes físicas, sin violarlas, pero dando un sentido al orden de acontecimientos del universo, específicamente a aquellos procesos que llevaron a la formación de la vida, específicamente el hombre. Al respecto, hay mucha discusión hoy en día si los procesos evolutivos solos pueden llevar, después de varios millones de años, al enorme nivel de complejidad exhibido por las estructuras biológicas existentes y los niveles de especialización de sus partes. Personalmente, me resulta difícil creer que el nivel de orden y especialización exhibido por los seres vivos es producto de fuerzas ciegas y de la selección del más apto, para mí, es más bien el resultado de un diseño inteligente. Esta idea es apoyada por el hecho de que el universo parece haber sido diseñado para la vida. La probabilidad de formar un universo con sus constantes físicas ajustadas tan finamente como para permitir la vida ha sido calculada en una parte en 101230 (Penrose 1989). De este número podemos pensar que hemos sido muy afortunados, pero… ¿es fortuna o diseño?
Al respecto, es interesante mencionar que el concepto de diseño inteligente a sido recientemente desarrollado como una teoría de la información por Demski (1998). La cantidad de información en un evento de probabilidad p ha sido definido como –log2p (Shannon & Warren 1949). De esta manera, mientras menos probable sea un evento, mayor información contiene. Además, ha sido demostrado por Demski (1998) que causas naturales como casualidad o leyes físicas no pueden generar información compleja y especificada (ICE) como la exhibida en muchos sistemas biológicos. Si tiro una moneda al aire 5 veces puedo obtener una secuencia de 5 caras, lo cual podría atribuir a chance, en este caso la información obtenida no es compleja pero sí especificada. Podría tirarla 100 veces y obtener una secuencia aleatoria de caras y sellos, en cuyo caso la información es compleja pero no especificada. Si tiro la moneda 100 veces y las 100 veces me aparecen 100 caras o bien, alternadamente, 50 caras y 50 sellos, dicha información es compleja y especificada. Ejemplo de este tipo de información son los sistemas irreduciblemente complejos, es decir, aquellos que pierden su funcionalidad faltando una sola de sus muchas partes, como el flagelo bacteriano o el mecanismo de la coagulación de la sangre descritos por Behe (1996). Demski (1998), quien ostenta un PhD en matemática en la Universidad de Chicago y un PhD en filosofía en la Universidad de Illinois en Chicago, además de grados en teología y psicología, muestra que el nivel de complejidad exhibido por muchos seres vivos necesariamente requiere del ingreso, en alguna etapa de su formación, de información inteligente (no necesariamente sobrenatural). Por supuesto esta aseveración es revolucionaria ya que confronta directamente el paradigma evolutivo imperante, haciéndolo temblar en sus cimientos. Por lo mismo ha sido resistido fervorosamente aunque hasta ahora sin argumentos contundentes y decisivos (por ejemplo ver el artículo del editor en jefe de Scientific American, Jonh Rennie, el año 2002 y los debates publicados por Pennock 2001).
Para mayor información sobre estos temas, puede visitar: www.discovery.org/crsc, www.reasonstobelieve.org, www.skeptic.com.
Referencias:
* La Biblia, versión Reina-Valera, Revisión 1960.
* Behe, M., 1999, La caja negra de Darwin: el reto de la bioquímica a la evolución. Editorial Andrés Bello, Santiago, Chile.
* Demski, W.A., 1998, Intelligent Design: The Bridge between Science & Theology, InterVarsity Press.
* Demski, W., and Colson, Ch., 2004, The Design Revolution: Answering the Toughest Questions About Intelligent Design, InterVarsity Press.
* Pennock, R.T. (editor), 2001, Intelligent Design Creationism and Its Critics, Bradfort Books/MIT press.
* Penrose, R., 1998, The Emperor’s new mind, New York: Oxford, p. 344.
* Rennie, J., 2002, Scientific American #287, p. 62.
* Ross, H., 1998, The Genesis Question, Navpress Publishing Group.
* Shannon C. and Weaver W., 1949, The Mathematical Theory of Communication, Urbana: University of Illinois Press, p. 32.