por Pablo Castro Hermosilla
Terminator es, a mi juicio, una de las ideas conceptuales más potentes e interesantes del cine de ciencia ficción, aunque debería incluir en esta apreciación a “todo” el cine. El estreno de la tercera parte titulada La Rebelión de las Máquinas durante el año 2003 es la excusa perfecta para analizar lo que ha sido y es Terminator. Pero pensándolo mejor, creo que un análisis de las tres películas ya estrenadas es materia exigida al constatar la evolución de nuestra sociedad, en el cual las máquinas tienen cada un mayor y a veces peligroso protagonismo.
Ciertamente Terminator es sólo cine de acción, un producto creado en el país que ha convertido al comercio y a la economía en los estándares para juzgar toda actividad humana. Eso no se puede esconder. El valor de Terminator como película es una cosa, su valoración como concepto o metáfora es otra. Este artículo pretende moverse en ambas dimensiones.
The Terminator (1984)
La película de James Cameron estrenada en 1984 es todo un clásico, si es que entendemos a los clásicos como creaciones perdurables y que no necesitan de actualizaciones. Tuve la oportunidad de ver hace unas semanas atrás este filme en formato DVD y no me queda otra que aceptar la tremenda fuerza de este película que al momento de filmarse estaba muy lejana de lo que hoy consideramos un gran estreno o una gran superproducción.
Los cineastas jóvenes o aquellas personas que están hoy interesadas en nuestro país de hacer cine, deberían considerar a Terminator como una base de influencia constante. No tanto por su trama ni por sus efectos, sino por lo esencial que resulta ver cómo con pocos recursos y una gran idea, se puede hacer cine de categoría. Los recursos escasos son una norma no escrita en nuestra pobre producción cinematográfica, pero la imaginación y la capacidad para diseñar una trama notable escasean casi por mandato genético.
Dos cosas destacan inmediatamente de una buena película: el concepto que está detrás de ella y la forma como esa idea conceptual es tratada. En ese sentido Terminator no tiene fallas, y por el contrario el tiempo le hace justicia.
Cameron juntó dos elementos clásicos de la ciencia ficción: los viajes y paradojas temporales (mito antiguo) con la rebelión de las máquinas (mito más contemporáneo). A eso le agregó un mito muy presente en 1984: la hecatombe nuclear. Este elemento le otorgaba a Terminator todo el lado siniestro e inquietante, que funcionaba debido a que estaba basado en una premisa posible. Para 1984 la tensión nuclear entre EE.UU. y la URSS no era un tema menor y se tenía conciencia de que una guerra nuclear no era tan descabellada. Hábilmente Cameron mantuvo ese miedo y esa inquietud, pero cambió el enemigo potencial: ya nos serían los jerarcas soviéticos los que lanzarían misiles intercontinentales SS-18 sobre suelo americano, sino los propios sistemas de defensa computarizados, esto es, las propias computadoras creadas por EE.UU. para controlar sus sistemas de defensa y seguridad.
Es notable que en plena época de tensión política e ideológica, Cameron haya decidido introducir un enemigo nuevo, carente de política, ideología o sentimientos. Si los soviéticos vivían a miles de kilómetros de distancia, las máquinas estaban ya funcionando en pleno territorio americano. Esta premisa convirtió a mi juicio a Terminator en la primera película post Muro de Berlín que usaba dichos elementos.
Tenemos entonces un concepto: las máquinas provocarían una guerra nuclear para destruir al hombre. Pero un director debe también saber trasuntar a través de los elementos que otorga el cine esta idea conceptual. De esa forma Cameron, con una habilidad y sensibilidad asombrosa, construyó pasajes de ese mundo oscuro, donde máquinas y hombres combaten despiadadamente, usando alta tecnología. Esas imágenes nos llegan a través de flash backs y por lo mismo su fuerza es notable, pues es nuestra propia imaginación la que debe esforzarse por darle un sentido, esfuerzo que lleva a la comprensión y a la identificación.
Cameron usaría las mismas imágenes para mostrar una terrible realidad: el avance indestructible de las máquinas y la infiltración de cyborgs avanzados en los refugios de humanos. Para ello construye una escena memorable, donde el protagonista debe luchar contra un Terminator invencible que se infiltra en un subterráneo de una industria ya destruida. Lo notable de esto, es que dicha escena está construida con elementos mínimos, pero que son capaces de crear una atmósfera visual y emocional de primera categoría.
Ciertamente que Terminator adolece también de varias contradicciones, pero el resultado final es notable. Las actuaciones están bien logradas, los efectos visuales (sobre todo aquellos que muestran las escenas del futuro) están muy bien logrados y la trama funciona de maravilla. Aparte de las escenas ya descritas hay varias que son de antología, como el ataque del Terminator a la estación de policía o el primer encuentro entre los tres personajes principales en una discoteque. A eso yo le agregaría la característica música incidental, algo que es tan importante y consustancial como el oxígeno al agua. Si Schopenauer consideraba la música como el movimiento de ideas arquetípicas, la música de Brad Fiedel es prueba de ello.
Pero insisto, creo que lo mejor de Terminator, es el constatar como con una gran imaginación y puesta en escena se puede hacer gran cine y de paso transformarse en ícono de la cultura audiovisual
Terminator 2: Juicio Final (1991)
Tuvieron que pasar nueve años para que Cameron volviera a reditar su mito cinematográfico. Las expectativas eran enormes y confirmaban el legado de Terminator en el inconsciente colectivo cinematográfico. La película fue un éxito de taquilla, sentó las bases para nuevos efectos visuales y de paso le dio un poco de aire a la carrera del grupo Guns and Roses. Pero a mi juicio todo ello escondía una latente debilidad.
Juicio Final debía lidiar con dos problemas: primero, para 1991 la amenaza nuclear venía en descenso. El fin de la Guerra Fría y los primeros acuerdos sobre armas estratégicas diluyeron el fantasma de un holocausto nuclear. Esta percepción debía potenciar el hecho de que las máquinas eran los verdaderos enemigos del hombre y que podían lanzar armas nucleares sin distinción de ideologías o contextos políticos. Pero al colocar un Terminator como defensor del futuro líder de los humanos en su lucha en contra de las máquinas, el sentido de la lucha en sí comenzaba a perder su sustento psicológico. Era una apuesta arriesgada, pero toda apuesta en el cine es válida si se le otorga un conjunto de elementos capaces de sostener tal apuesta.
Aquí es donde Juicio Final falla inexorablemente: el terminator llega de pronto a salvar a John Connor sin que nadie sepa en realidad cómo fue posible tal cosa. Cameron pudo utilizar su técnica de flah backs, pero dejó esta explicación en los labios del terminator, cosa que a mi personalmente no me convenció, ni visual, ni inconscientemente. La película iba a ser entonces una lucha a muerte entre dos terminators, mientras de alguna forma se intentaba eliminar la posibilidad de una guerra nuclear.
Un buen director debe ser muy consciente de los elementos que permitieron hacer gran su película. Cameron no lo entendió de forma completa y Juicio Final trastabilla por momentos. Aunque las escenas de acción están bien delineadas hay una escasez de un elemento esencial en Terminator: la información que entrega claves fragmentadas por el tiempo y que apela a elementos que están en el pasado, es decir, en el presente de la historia. Es esa información la que le otorgaba a Terminator esa cuota de inquietud y miedo a lo desconocido, es decir, al futuro mismo. Juicio Final funciona precisamente cuando se nos entregan datos sobre Skynet y la forma como da comienzo a la guerra. Ahí la película adquiere momentos de duda y reflexión, donde el futuro puede ser modificado si alteramos ciertas decisiones.
Pero en Juicio Final esta información adquiere importancia cuando gran parte de la película ha pasado ya por nuestras retinas. No alcanza a tener la dimensión requerida, a pesar de que la sensación después de ver el filme es contraria. Sin embargo, Juicio Final no es una verdadera segunda parte, si no una extensión de la primera. La mejor prueba de esto es que si se revisan las escenas que Cameron no incluyó en Terminator se podrá ver que la idea de destruir el complejo cibernético donde se diseñan las máquinas estaba ya esbozada. Por eso para mí Juicio Final no agrega nada nuevo a la historia. Sólo se repite el mismo esquema de Terminator, con mejores efectos, con un terminator bueno tratando de salvar a Connor y uno malo tratando de matarlo. El peligro nuclear no alcanza a asustarnos, por más que esa escena del impacto de una bomba en Los Angeles sea tan vívida y terrorífica. Creo que fue una película tardía, una extensión temática de la primera, pero con muchas lagunas visuales e históricas.
Terminator 3: Rebelión de las Máquinas (2003)
No había mucha expectativa por Terminator 3. Pasaron 12 años y ya nadie se acordaba de Sarah o John Connor. Además todo parecía finiquitado en Juicio Final, así que no había muchas razones para volver con una nueva película. A eso hay que agregarle el descenso de los filmes de grandes presupuestos y el auge del cine independiente o de producciones con “contenido”, o basadas en obras literarias rimbombantes.
En sus años de lucidez, el escritor chileno Alberto Fuguet decía que lo mejor de las películas eran las sinopsis de éstas tiempo antes de su estreno. Y la verdad es que una mala sinopsis es tal vez la mejor señal de que una película estará muy por debajo de sus expectativas.
Yo tampoco esperaba casi de nada de Terminator 3. Pero cuando vi el primer trailer en enero del 2003, tuve la impresión de que la cosa venía en serio. Tres meses después cuando vi el trailer internacional no sólo confirmé esta apreciación, sino que después de muchos años volví a sentir esa ansiedad por el pronto estreno de la película.
Si ya poca gente cree en las segundas partes, menos en las terceras, a no ser que un director proclame a los cuatro vientos que está filmando una trilogía (el gran truco de Peter Jackson para vender su falsa epopeya heroica). Sin embargo John Mostow se tomó el desafío con tranquilidad y casi con mínima preocupación, tratando de apostar por una película bien hecha y con más de alguna sorpresa.
El resultado a mi juicio fue ampliamente satisfactorio: Terminator 3 es una muy buena película, pero difícil de apreciar para un público que se ha acostumbrado a otro cine. Esto no debería sorprender, porque visualmente Terminator 3 parece una película de los ochenta, con presupuesto infinito. Sin embargo tiene algo pocas visto en el cine actual: un guión armado a base de gran violencia pero dando espacio a paquetes de información sorprendentes y muy bien estructurados.
Mostow no intentó hacer una película de otro mundo, ni filmar escenas grandilocuentes, ni nada por el estilo. Muy por el contrario, respetó los códigos con los cuales Cameron filmó sus terminators. La gran diferencia es que eliminó cualquier pretensión por una cuota de elementos nuevos muy leales y congruentes con lo que es la historia de Terminator. Así nos topamos con una Terminator que viene a matar a los lugartenientes de Connor, al ser este último inubicable. Nos topamos con un Terminator que viene a proteger a Connor y a su futura esposa, quien es la que ha enviado al Terminator. Todos estos elementos junto a otros están muy, pero muy bien estructurados y se acoplan de maravilla con las circunstancias de la película (los que digan que no es gran cosa traten de escribir un guión o una novela que funcione así). Es un guión muy bien pensado, más allá que deje todo armado para una cuarta parte (que si es como la tercera, bien venida sea) cosa que no erosiona a la película misma. Por eso considero a Terminator 3 como una verdadera continuación de lo que fue Terminator, porque aporta elementos nuevos no predecibles y que tampoco resultan fantasiosos o forzados. Es más, todo el concepto de Terminator adquiere verdadera fuerza con estos elementos.
Se cree que un buen guión condensa una buena estructura narrativa junto a eficientes diálogos. Yo agregaría también la habilidad para entrelazar elementos que otorguen una continuidad intelectual. En ese sentido el guión de Terminator 3 me parece infinitamente mejor que el de Juicio Final. Por eso no me sorprende que sea lejos una mejor película, mucho más fiel al primer Terminator.
Quizás el único punto débil siga siendo todo lo relacionado con el amanecer de las máquinas, la forma como toman el control y desencadenan la guerra. Por un momento Terminador 3 llevaba muy bien la idea de una caída global de los sistemas (fin de mundo imperceptible) como preludio a un holocausto nuclear (fin de mundo y destrucción materiales) pero le faltó tiempo para desarrollar mejor esta idea, al igual que toda la secuencia de lanzamiento de misiles (que siempre pone los pelos de punta, sino vean El Día Después) o esa idea sobre la corrupción de las máquinas y su inmutabilidad más allá de cualquier programación.
Es claro que Mostow se guardó lo mejor para un Terminator 4, innecesario si Cameron hubiese hecho Juicio Final como correspondía. Sin embargo Mostow se dio el tiempo para crear un gran final que será apreciado con el tiempo. Esa secuencia donde Connor y su futura esposa se dan cuenta que la destrucción es inevitable mientras observan las computadoras anticuadas (y por lo tanto no conectadas a los sistemas infectados) en medio de ese salón donde la guerra nunca llegó y que emerge como imagen de un pasado lleno de miedos no irracionales, junto a las voces de radio que comienzan a pedir ayuda en medio de un silencio solemne me convencen de que Terminator 3 es una gran película que irá saliendo del capullo de simple secuela que los críticos insípidos de siempre le han conferido.
por Pablo Castro Hermosilla