El Árbol de la Vida y los subgéneros de la Ciencia Ficción

«La ciencia ficción es la literatura del
cambio, y cambia mientras se está
tratando de definirla
«. Tom Shippey

Introducción:
Árbol de la VidaAntes que todo, quisiera advertir que soy enemigo de los límites y demarcaciones ya que, según mi juicio, no dejan flotar plenamente los conceptos fundamentales de las obras y coartan en cierto sentido su libertad. A la vez, me gusta entender lo que se habla a mi alrededor y lo que normalmente pasa cuando uno entra como recién iniciado al umbral de la ciencia ficción es que empieza a escuchar términos que no se entienden a buenas y primeras y sin una explicación previa. Entonces uno empieza a buscar extraños términos como “space opera”, “cyberpunk” o “ucronía”, como subgéneros de la Ciencia Ficción, e irremediablemente quedamos colgados en un signo de interrogación gigante. Como buen enemigo de las clasificaciones traté de negarme a tanta descuartización del género, pero al fin caí rendido resignándome que, a medida que el género evoluciona, serán más y más las aristas que le crezcan a este armatoste sin forma. Entonces tuve que empezar a familiarizarme con estos y otros conceptos que se desprenden de las obras de ciencia ficción y entrar en la selva de la información a rescatar algunos conceptos.

Vencer la inercia de puesta a régimen de los sistemas siempre es costoso pero luego podemos dejarnos llevar más fácilmente con su impulso y por eso he decidido hacer una pequeña investigación para conocer los subgéneros vigentes de la ciencia ficción que conocemos. Son definiciones y descripciones superficiales para que los iniciados en estas artes sepamos de lo que nos están hablando los eruditos de nuestro género cuando dejan un comentario en el e-zine, en el foro o en alguna charla de presentación de libros. Para ser justos, reconozco que manejar estas definiciones nos ayuda a entender mejor al género y a referenciar adecuadamente las obras cuando debemos hablar de ellas. En este caso nos centraremos en la obra de ciencia ficción escrita, dejando de lado el cine y el cómic que podrían generar otros tipos de clasificaciones.

Para lograr el resumen que voy a entregar me he dado vuelta la Internet con el Google visitando las distintas web de ciencia ficción en el mundo y he revisado las entrañas de la Wikipedia en busca del concepto adecuado, así que aquí vamos.

El Árbol de la Vida:

El “árbol de la vida” de la cábala está compuesto por diez esferas y veintidós senderos que las unen. Se agrega una esfera invisible que no está unida al resto. Estas esferas manifiestan los estados de conciencia divina con sus respectivos atributos y formas de expresión. Abarca desde el primer elemento esencial de la manifestación hasta el plano más concreto de la creación.

Tan solo con un fin lúdico, se exponen los principales subgéneros de la ciencia ficción en diez esferas que, en forma análoga, serán la completa manifestación del género para el estudio y comprensión entre las diferentes energías fantásticas, tecnológicas, mágicas, sociales y/o científicas que en conjunto con las aventuras, los sentimientos, las intrigas y/o la acción, que se desprenden de las páginas de los libros de este extraño árbol llamado ciencia ficción.

Contenidos:
1. Ciencia Ficción
2. Ciencia Ficción Dura (Hard)
3. Ciencia Ficción Blanda o Suave (Soft)
4. Tecno-Thriller
5. Cyberpunk
6. Surrealismo
7. Space Opera
8. Ucronía
9. Utopía y Distopía
10. Otros estilos

Cuando se ve el macizo árbol a lo lejos en toda su magnitud, y como una unidad, podemos darnos cuenta que Ciencia Ficción son todas aquellas narraciones fantásticas cuya base argumental está en los conocimientos científicos, el avance tecnológico y el impacto que éstos producen en la sociedad o los individuos. Una silueta subjetiva y global a la cual se le ha dado muchas interpretaciones ya que basta con acercarse un poco para comenzar a notar la diferencia entre sus ramas y hojas.En primera instancia vemos las dos esferas extremas: la raíz y la copa.

En la raíz, afianzada a la tierra con firmeza pero con ganas de volar, está la Ciencia Ficción Dura (Hard), atada los más posible a la realidad ya que en sus fibras el tema científico es tratado con la mayor rigurosidad que hace posible la trama de la historia fantástica. Normalmente utiliza términos científicos complejos y están sólidamente basados en el conocimiento actual (de cada época). Se caracteriza, entonces, por la verisimilitud de las descripciones que contiene en las ciencias “duras” (física, química y biología) y una probable proyección al futuro. A esta proyección también se le denomina Especulación Científica.

En el extremo opuesto, en la cima de la copa casi tocando las nubes, está la esfera de la Ciencia Ficción Blanda o Suave (Soft). Casi escapándose de las ramas para dejar volar su entusiasmo por lo fantástico, deja la ciencia como escenario de fondo y se centra en los conflictos psicológicos y sociales que produce el uso de determinada tecnología. Se olvida un poco de sus raíces para levantar la nariz y oler qué hay más allá en el bosque.

Más cerca, podemos ver en los relieves del tronco la esfera del Tecno-Thriller. Una red leñosa de intrigas y aventuras en que los elementos tecnológicos y científicos son parte fundamental de sus nudos. Es el suspenso modernizado con una especulación científica viable en el presente o en un corto plazo.

Siguiendo el árbol con más detalle notamos que tiene injertos cyborg en la rama del Cyberpunk. Desde esta extensión podemos divisar un mundo distópico o indeseable en el cual existe un alto nivel de tecnología y un bajo nivel de vida. Una rama cuyas hojas contienen nano-circuitos integrados que transforman el tóxico smog de un mundo superpoblado en una densa savia negra que gotea lentamente sobre la tierra. Derivando de ésta, nace el brote mecánico del Steampunk botando vapor flash a intervalos. Un estolón ambientado en el siglo XIX o en la Inglaterra de la era victoriana. Una tecnología “antigua” combinada con elementos modernos, como los computadores.

Me doy cuenta que algo se mueve en el costado. Un arrugado brazo que cruje pesadamente parece respirar y quejarse dentro de la esfera del Surrealismo. Un ente que cuestiona el sentido de la realidad y que en su paranoia descubre que la vida diaria es realmente una ilusión construida quizás por poderosas entidades externas, por grandes conspiraciones políticas, una realidad virtual, enfermedades mentales o el uso desaforado de drogas. Miro con más detención y me percato que no es un brazo, sino otra rama que se deriva del tronco.

Un poco más alto, otra rama tiene una vista privilegiada del cielo y las estrellas: El Space Opera. Una esfera que logra contener todas esas historias románticas de aventuras espaciales. Desde sus extremos se pueden observar naves cruzando el universo, visitando extraños planetas y normalmente contactándose con otras civilizaciones, humanas y alienígenas.

Junto a unos frutos veo una rama de crecimiento simpódico, es decir, sobre una misma rama crece otra que la reemplaza. La esfera de la Ucronía, cuya historia original está tomada de la realidad pero que es reemplazada por una realidad ficticia que da por supuestos algunos hechos no sucedidos. Esta rama es la respuesta a la pregunta: ¿qué hubiera pasado si…?

Más cerca de la copa, me encuentro con una extraña rama que se divide en dos direcciones opuestas: Utopía y Distopía. Ambas extensiones apuntan a una sociedad ficticia. La Utopía está dirigida a un mundo ideal, una sociedad perfecta, en donde existe justicia social, solidaridad y amor. La Distopía, en cambio, apunta al lado opuesto en donde existe una sociedad opresiva, totalitaria e indeseable. En esta última normalmente llega a extremos apocalípticos.

En el interior del follaje, en medio de la frondosidad están los Otros estilos. Son aquellos pequeños gajos que crecen y amenazan incluso con desprenderse del árbol. El Retrofuturismo es un nuevo concepto que quiere englobar al entusiasmo por las imágenes del futuro producidas en el pasado, particularmente a mediados del sigo XX. El Slipstream se desarrolla dudando de la pertenencia al árbol ya que no quiere estar limitado por su espesura, pero utiliza el cruce deliberado de sus géneros. Tanto que no cuadra dentro de los confines de la Ciencia Ficción y tampoco en la Ficción Realista.

Conclusiones:

Después de esta “experiencia mística” casi me convierto en mi enemigo encuadrando y clasificando y, después de leer y estudiar tanto los subgéneros de este subgénero, me he sentido como Paul Atreides cuando practicaba con Gurney Halleck el cómo descubrir la finta dentro de la finta. Ahora, que estoy más cerca del árbol y conozco sus componentes, no puedo evitar el clasificar la obra que estoy leyendo, la que estoy escribiendo o la que leeré.

He evitado deliberadamente el incluir obras de referencia a cada una de las descripciones para evitar caer en subjetividades que hacen olvidar que las definiciones son una herramienta referencial. A mi juicio, es tarea del técnico el uso correcto de esa herramienta y no del instrumento en sí, así que cada uno podrá decir, por ejemplo, que Fundación de Isaac Asimov (1951) es una novela de Ciencia Ficción Blanda y/o Space Opera.

Al final recuerdo que no me gustan los límites, que como un pájaro puedo recorrer este árbol y probar de sus distintos frutos y volver a volar entre las nubes o bajar a la tierra a descansar un rato. El árbol sigue ahí, a su vez, alimentándose de nuestras ideas, creciendo con ellas, podando sus ramas. Cambiando constantemente. Creciendo a gusto de un grupo de jardineros como nosotros que queremos construir nuestra propia Ciencia Ficción, aquella que está contenida en la esfera invisible. Aquella que está por venir.

Fuentes de consulta:

10 años de la muerte de Carl Sagan

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Vía Boing-boing.

(…) el 20 de diciembre de 2006 marcará el décimo aniversario del fallecimiento de Carl Sagan. En su honor, estoy organizando una blog-a-ton en su memoria (…) Si eres un fan de Sagan con un blog, puedes participar posteando algo relativo a él. Leyendo o releyendo un libro y comentándolo; discutiendo sobre las cosas que hizo que te hayan influenciado; pontificando sobre alguno de los muchos temas en que se interesó (SETI, astronomía, pensamiento crítico, historia de la ciencia, inteligencia humana), o postea algo completamente sorprendente.

Fuente: Joel’s humanistic blog.

Aunque tengo algunos de sus libros en alguna parte de mi biblioteca sería completamente un error decir que Carl Sagan llegó a mí por alguno de ellos. Nada más decir Cosmos es para mí un poderoso meme que gatilla recuerdos y sensaciones. Éste es mi homenaje.

Porque estaba en la escuela cuando Canal 13 televisó el primer episodio de Cosmos y el impacto fue inmediato. Porque creí, en mi inocencia, que al fin se acababa esa pesada atmósfera de los 1970’s. Si no me equivoco, 1982 fue uno de los primeros años en que la ley obligaba a los canales de la televisión chilena a exhibir una hora de programación cultural, los días jueves, después del noticiero; los regímenes autoritarios son demasiado eficientes en estas cosas. Era algo tan nuevo que casi nadie estaba preparado y se tuvieron que comprar series envasadas para cubrir el hoyo. No me acuerdo qué tenía Canal 7 (¿Informe Especial?), pero Canal 11 competía con un excelente programa sobre física producido por la BBC (creo) que tenía el mismo acercamiento ameno que Cosmos, pero ganó el último. Ya había visto El Ascenso del Hombre, de Jacob Bronowski, en la que se basó la serie de Sagan, y repetir la experiencia era algo que buscaba desde hace un tiempo. Todos los episodios estaban presentados y rematados por Hernán Olguín, que luego, con el impulso creado por la serie, iniciaría su serie Mundo. Carl Sagan era un anfitrión lleno de energía y entusiasmo por la ciencia, la historia y todo lo que se le cruzara. No por nada el subtítulo de la serie era “Un viaje personal”. O sea, cabía todo lo que una vida de científico podía dar. El doblaje al castellano también tenía su carisma con esa voz cálida que te llamaba a irte por la Biblioteca de Alejandría. Fueron catorce episodios que me atrapaban al anochecer y me tensaban como una cuerda de guitarra. Las intensas escenas que recuerdo se mezclan con episodios de la vida personal. Un planeta reciclado completamente por su civilización. La grotesca nariz de oro y plata de Ticho Brahe. Los furiosos cangrejos heikegani. Percival Lowell y sus estrambóticas teorías sobre una moribunda nación marciana. El disco de oro de la Voyager llevando los sonidos de esta Tierra. Los cataclismos violentos y estelares de seres inmutables como las estrellas. Los cachos diabólicos de la Luna y un grupo de monjes asustados hasta el alma. Por último, la nave de la imaginación que era simplemente un diente de león echado al viento. Soñaba con subirme a ella.

Nunca fue un tipo muy apreciado en la línea dura de la ciencia. Todo eso de la divulgación solía ser para investigadores de medio pelo. La verdadera ciencia se crea en los laboratorios, en la dureza de los años de soledad y porfía, lo cual es cierto. Pero no menos cierto es que alguien tiene que llevar esa especie de fuego de los dioses a los mortales como uno, que creen todavía que los motores funcionan con cien enanitos musculosos. Cuando uno se da cuenta que todo es una metódica observación y plantearse las preguntas correctas ya no parece tan difícil de entender. Sagan lo hacía más fácil aún porque mezclaba los datos más difíciles con curiosidades y ejemplos. Pero era un científico de tomo y lomo, y lo demuestran sus estudios sobre microondas -aplicable a la superficie venusina- la exobiología, sus contribuciones al programa Mariner, entre otros. Y humano también, en serio, porque tenía el ego suficiente para meterse en la televisión y salir bien parado. Era un agnóstico y escéptico acérrimo al punto de convertirlo en un enemigo formidable y fundamentalista. Se casó tres veces, la última vez con Ann Druyan, con quien mantuvo una relación de amistad y colaboración previa de veinte años. Lo más polémico de él quizás fuera su preferencia por la marihuana que, según él, le ayudaba a trabajar mejor en sus proyectos.

Sagan también incursionó en la ciencia ficción con su novela Contacto. Su cercanía con el género se nota en todos sus libros, con la especulación de alto vuelo que se permitía, y desde la infancia con las portadas de las revistas pulp, coloridas y sugerentes de otros mundos. Ya lo demostraba participando del proyecto SETI, que buscaba vida inteligente en el Universo. Son muy vívidas, por ejemplo, las poderosas imágenes que describía sobre la vida en las capas superiores de Júpiter con esos organismos flotantes depredados y depredadores. Para el caso de Contacto, lo vapulearon bastante en la crítica, y luego salió una versión cinematográfica edulcorada al extremo (¡que le valió a Jodie Foster galardones a destajo, mientras Sagan se moría al mismo tiempo! Ironías de la vida). Cuando la leí ya venía advertido: malos personajes, escenarios de cartón, ideas sin calentar. Pero estaba blindado de todos esos comentarios y no solo la disfruté, sino que sinceramente pensé –pienso- que no fue para nada un escritor de ficción desdeñable. Porque la protagonista principal está bien cimentada en un conflicto con el padre, porque la trama tiene suficientes aristas interesantes que se van cerrando en forma satisfactoria, porque las ideas me volaron la cabeza. Quizás el pecado de Sagan fue ser Carl Sagan, un nombre demasiado grande.

Como corolario solamente decir que su hijo Nick ha tomado este nicho para sí y parece que la va bien. Ha terminado una trilogía (Everfree, Idlewild, Edenborn) y supongo que no debe irle mal como para tener pensado seguir escribiendo ficción.

Cosmos me marcó. No fui el único. Conversando con diferentes personas sin nada en común, y dirigidos por la teoría del Caos, desembocamos en esa serie y en las experiencias que vivimos alrededor de ella. Tampoco es que sea algo generacional, la ciencia les interesa a unos pocos, aunque la forma en que la presentaba Cosmos era atractiva y novedosa. Pero, en unos más y en otros menos, cuando surgía la melancólica música de Vangelis atravesando la galaxia, se nos aceleraba el pulso. Y entonces irse en la nave de la imaginación, durante catorce semanas, fue obligación. Al otro día, buscaba a alguien para comentarla en la escuela, aunque no la hubiera visto, aunque la detestase.

Me acuerdo que la noticia de la muerte de Carl Sagan (1996) llegó en la última semana de uno de los últimos encuentros de Ficcionautas Asociados. En la mesa de clausura, cuando me tocó hablar, lo relaté al público y de inmediato me di cuenta del error. Ojala hubiera traído un grillo que me hiciera cri-crí. Quizás sea mejor así, como un código de identificación entre los que la vieron ese 1982 (?), un guiño exclusivo y juguetón hacia la infancia moribunda y la prepubertad, y las ganas de querer conocer, explorar, contenerlo todo de una edad inquieta. Carl Sagan forma parte de un imaginario, no colectivo, pero lo suficientemente amplio para que dos personas de universos paralelos puedan compartir. Si es cierto que existe una Tierra paralela, en la misma órbita y al otro lado del Sol, me gustaría imaginar que Sagan sigue vivo allá, haciendo más episodios de Cosmos, escribiendo más libros de ciencia y ficción. En un pub con una pinta de cerveza, discutiendo por qué debería existir un artefacto como Dios, con ese otro superhéroe que fue Hernán Olguín. A los dos les debo parte de mi sentido de la curiosidad y la maravilla.