La Partícula Divina, Leon Lederman


Lo primero que tengo que mencionar de este libro es su insólito sentido del humor. Digo insólito porque si bien los libros de divulgación científica están redactados en un lenguaje adecuado para la mayoría de las personas, el estilo siempre es solemne. Ejemplos sobran pero me limitaré a Cosmos: es imposible imaginarse a Carl Sagan en otra actitud que no sea la de un Prometeo de la Ciencia, dándonos la luz de la comprensión de los fenómenos celestes.

Cosmos es un libro que habla principalmente de lo que podemos observar levantando la vista al cielo noctuno: algo cercano y familiar. Leyendo Cosmos con la redacción solemne de Carl Sagan es a lo que estamos acostumbrados.

Y bueno, a diferencia de Cosmos, La Partícula Divina se sumerge en un mundo completamente alejado del sentido común y de las magnitudes familiares. Incluso se aleja de cualquier cosa que podamos ver y verificar por nuestra propia cuenta. Incursiona en aquel mundo cuya única forma de lograr comprenderlo es por medio de la matemática y las analogías. Tal mundo es la Física de Partículas, y hacer que semejante tema sea atractivo para un lector promedio, es definitivamente un desafío.

León Lederman es un físico experimental, ex director del Fermilab (un acelerador de partículas) y, por si lo anterior no fuera suficiente, premio Nobel de Física (1988). Y si estar laureado con el Nobel no fuese suficiente, es dueño del insólito sentido del humor que ya había mencionado. Su prosa es tan liviana y amena que, aunque esté hablando de la interacción de leptones con antineutrinos polarizados axialmente (por decir alguna idiotez), uno es capaz de mantener la atención y de disfrutar con las explicaciones, analogías, digresiones, tomaduras de pelo y referencias históricas.

Una guinda: para explicar el por qué en Física se puede teorizar y postular la existencia de alguna partícula que no se ha detectado, Lederman utiliza como ejemplo un partido de futbol, con jugadores utilizando un balón invisible. Si personajes no familiarizados con el juego (algún extraterreste por ejemplo) observan a los jugadores moverse por el estadio de futbol, no van a entender de qué va todo. Dar patadas al aire, alzar los brazos, forcejear y de improviso correr celebrando algo, carecerá por completo de sentido a menos que se suponga que hay algo más entre los jugadores. Entonces, si se asume que existe un balón invisible que los jugadores utilizan para anotar puntos, las patadas al aire, forcejeos y al final celebrar por anotar un punto en el arco contrario de súbito tendrá mucho sentido. Un razonamiento análogo, pero absolutamente distinto (sic), fue el utilizado para postular la existencia de la Partícula de Dios, el por estos días famoso Bosón de Higgs.

En definitiva, La Partícula Divina ha sido una grata sorpresa. Recomiendo fervientemente su lectura para entender un poco más de la labor de los físicos de partículas y el por qué necesitan de dispositivos tan increíblemente complejos y onerosos para encontrar respuestas, que nos acercan paso a paso a encontrar a encontrar la respuesta fundamental a la vida, el universo, y todo lo demás…

Nota: si después de leer este libro aun se sigue preguntando por qué no mejor alimentar y dar techo a toda África con la fortuna que el CERN gasta en ciencia, por favor que lo diga prescindiendo de la conexión a internet que fue inventada precisamente en ese lugar en un centro de investigación pura y dura…

Titulo: La Partícula Divina
Autor: Leon Lederman & Dick Teresi
Editorial: Crítica
ISBN: 9788484329688

11 thoughts on “La Partícula Divina, Leon Lederman

  1. La copia que tengo llegó al HQ de TauZero proveniente desde Buenos Aires. Pero creo que lo he visto en La antartica del parque arauco.. o era la feria chilena del libro?

    La foto del libro de este post no corresponde, of course, a la edición en español.

  2. «Nota: si después de leer este libro aun se sigue preguntando por qué no mejor alimentar y dar techo a toda África con la fortuna que el CERN gasta en ciencia, por favor que lo diga prescindiendo de la conexión a internet que fue inventada precisamente en ese lugar.»

    ¡Qué absurdo!

    Tim Bernes-Lee es informático, además de físico. Fue un desarrollador externo en sistemas en el CERN cuando creo HTML y el browser. Atribuir la web a la física, porque se desarrollo los edificios del CERN es absurdo. Imaginen si la web se hubiera inventado en Codelco, ¿acaso diríamos que fue el resultado del avance de la ingeniería en minas?…

    En primer lugar, la Internet ya existía. No confundir Internet con web.

    En segundo lugar, el hipertexto tenía ya veinte años.

    En tercer lugar, Bernes-Lee programaba y desarrollaba proyectos de software, además que sus padres fueron pioneros de la computación. El Cern solo soltó unas lucas.

    En cuarto, si lo único útil que ha salido del CERN es la web, ¿no sería mejor invertir el dinero directamente en investigación de ciencia computacional?

  3. Pues no esta en la antártica, ni en ninguna otra librería de mi asqueroso pueblo. Tendré que ver si tengo tiempo para buscarlo cuando vaya a la capital…

  4. Al respecto, puedo recomendar «La Teoría del Todo» de Stephen Hawking y «Luz Antigua» de Ligthman. Ambos, sobre todo el segundo, escritos para que los legos – pero entusiastas – logremos entender algo tan «místico y oculto» como la astrofísica…

    1. De Hawking, honestamente, yo sólo recomendaría la Historia del Tiempo. Todo lo que ha escrito después es básicamente un refrito de aquel libro. Digo, hay muchísimos libros de divulgación científica de otros autores como para leer al autorreferente de Hawking decir lo mismo una y otra vez 🙂

  5. Difícil que la «Teoría del Todo» sea un refrito de «Historia del Tiempo», pues los planteamientos son completamentes distintos…Respecto a la autorreferencia, es de esperar en un individuo que es el heredero de la cátedra de Newton…

  6. Lo he leido y no me gusta ni la narración, ni e tono, ni el menosprecio hacia los teóricos que abunda durante todo el libro. Algo falla. No sé igual hasta la traducción. Una mala compra.. 🙁

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