Editorial TauZero #15

    Me han comentado (o criticado) que las editoriales de TauZero son únicamente un ejercicio ególatra de mi parte. Dedos índice han apuntado en mi dirección mientras sus dueños acusan que utilizo el estilo de escritura del Buen Doctor y que casi ignoro los relatos y artículos publicados en TauZero, pues prefiero usar la editorial a modo de blog personal en vez de comentar el material que nos han cedido.
Tengo que confesar que en todo eso hay cosas que son verdad, y otras que claramente son una exageración. Pero básicamente es cierto: las editoriales son como mi blog personal. Y eso es debido a que TauZero está incorporado a mi vida cotidiana, ya no como un pasatiempo freak que define mi indivualidad, sino como una actividad cultural seria que, conforme pasa el tiempo, va tomando mayor relevancia en mi vida.
¿Cómo no tomarla en serio, considerando que llevamos 15 números, que estamos cerca de cumplir 3 años de vida, que 44 autores han desfilado al menos una vez por nuestras páginas y, lo más importante, me ha permitido conocer a personas en extremo interesantes, que en la actualidad ya pertenecen a la galería de mis mejores amig@s?
TauZero está incorporado en mi vida a tal nivel que ya existen amigos que tienden a huir cada vez que sugiero que lo que está hablando bien puede convertirse en un artículo.
TauZero crece conmigo, y yo crezco con TauZero. Siendo ese el caso quiero que cada editorial sea una reflexión, una fotografía del estado en el que me encuentro al momento de escribir la editorial. Eso es una licencia que nos podemos permitir, pues si hay algo que nosotros deseamos y exigimos, es que las colaboraciones posean la marca de sus autores. Queremos que los textos y comentarios tiendan a ser introspectivos, personales. Ello no implica necesariamente la pérdida de objetividad, pero sí le da un sello personal, un toque de familiaridad, de liviandad… de humanidad.
Hubo un tiempo en que TauZero se estaba convirtiendo en algo que se tomaba demasiado en serio a sí mismo. Pero como dije más arriba, TauZero crece, evoluciona e inevitablemente se ha contagiado de la sencillez, espontaneidad e ironía de sus responsables y colaboradores.
La calidad del material publicado habla por sí mismo. Tal vez existan personas que piensen que todo lo publicado son únicamente tonterías y una pérdida de tiempo insensata. Pero ya va más de cuatro decenas de insensatos que comparten nuestra visión y que han utilizado muchas horas de reflexión, de escritura, de dibujo, de edición, de conversaciones y de discusiones… violentas en algunos casos.
Pero no sólo yo crezco con TauZero. Pareciera ser que estamos siendo testigos del nacimiento comercial de algunos de nuestros colaboradores-amigos. Creo que pocas cosas podrían compararse a la felicidad que nos inunda el estar en primera fila observando a nuestros amigos tener éxito, ser publicados por editoriales de mayor trayectoria, reconocidos en otros medios de comunicación, en otros países, en otros continentes.     Autores que desarrollan su arte para una élite comienzan a llegar a mercados más amplios.
Ejemplos de esto hay varios, pero me limitaré a tres. A uno de ellos no lo nombraré pues habrá una mejor oportunidad. Al otro tampoco lo mencionaré pues “sobar lomos” no es mi estilo. Mencionaré, eso sí, al amigo hispano David Mateo. David está comenzando a formar revuelo en España con sus “Dragonadas” (subgénero fantástico que al principio detestábamos en TauZero pero que con el tiempo hemos aprendido a querer). David de un tiempo a esta parte nos ha cedido algunos de sus textos, nos ha colaborado con algún artículo y hasta nos ha prestado uno de los personajes centrales de su obra, Larva, para hacer un crossover. El experimento literario fue ejecutado por la digresiva pluma de mi editor Sergio Alejandro Amira. El resultado se llama Larva y la niña de Mermeroth y están a punto de leerlo.

Hasta la próxima.

Rodrigo Mundaca Contreras

Larva y la niña de Mermeroth

por Sergio Alejandro Amira

Él siempre se alzaba sobre todos, matando con sus dos lunaris ensangrentados, degollando al enemigo, ya fuesen humanos, elfos o enanos. Nada ni nadie podía contenerle… ni tan siquiera los grandes señores del cielo.
–David Mateo–

1
Larva se paseó entre los despojos de los ejércitos caídos contemplando cómo la carne de aquellas débiles criaturas era reclamada por la hambrienta Arankandas. Como vasallo del Abismo, él jamás sería reclamado por la Dama Blanca.
Larva contempló una vez más el solitario valle y fijó la vista en un andrajoso estandarte con el árbol de profundas raíces que tanto odiaba. Aparentemente él era el único ser vivo tras la furia ígnea desatada por el Karkang, aquel volcán que le había apresado en su útero de fuego devorando su carne tan rápido cómo ésta se regeneraba. Fueron días, semanas, eones los que transcurrieron para Larva en aquel estado de no-muerte tan similar a su propia existencia, sin embargo.
Sus dos corazones latían sosegados tras el enorme esfuerzo que significó escapar al magma que le mantenía cautivo. Tranquilamente Larva se desplazó entre los cadáveres de sus compañeros de armas y enemigos, entre las carcasas de los caballos gigantes y bulugbars, y entre los orgullosos dragones que pese a su gran poder habían caído como moscas ante la furia de los Señores Oscuros, ante la furia del propio Larva que había destruido a un gran blanco antes de ser engullido por el Karkang.
Sólo entonces fijó Larva su pensamiento en los lunaris. Los había perdido y sin ellos se sentía más desnudo que despojado de su armadura del yagath, forjada al inicio de la Oscuridad.
Uno de los lunaris se hundió en el Karkang junto al gran blanco, incrustado en la nuca de la bestia, pero el que utilizó para mutilar uno de los ojos del dragón había caído fuera del volcán y le aguardaba en algún sitio de aquella alfombra de cadáveres y armas rotas. Larva cerró sus ojos de pez y percibió las débiles vibraciones de la hoja diamantina que llamaba a su amo. Algo la sujetaba, algo vivo… él no era el único sobreviviente después de todo.
En la rivera del Zoj encontró a uno de sus antiguos camaradas contemplando el lunaris como si fuese un trofeo.
–¡Larva! –exclamó la criatura–, pensé que habías muerto, vi cómo caías al interior del Karkang combatiendo a ese blanco…
–El Supremo ha desaparecido –contestó Larva escuetamente.
–Sí, su esencia nos ha abandonado, es cómo…
–Tienes algo que me pertenece –interrumpió Larva. La criatura de seis brazos (tres de los cuales había perdido en combate) le entregó el cuchillo. Larva cerró su mano sobre la empuñadura y sintió como regresaba a él toda la ira que durante semanas y cuentas le había mantenido vivo. Llevó la hoja hacia su pecho clavándola en su corazón izquierdo y luego describió un amplio arco hacia delante que cercenó la quiróptera cabeza del guerrero.
Larva decidió que no se marcharía del campo de batalla hasta cerciorarse que no quedaba nadie vivo. Él sería el único sobreviviente de aquella histórica contienda.

2
Desde el extremo austral de Ashgord hasta las costas bañadas por el mar del Olvido, Larva no halló sobreviviente alguno, pero sí un navío rezagado, a punto de zarpar. Sigilosamente abordó el barco y dos cuentas antes que arribara a puerto mató a toda la tripulación y dejando atrás el Olvido, se zambulló en las cálidas aguas del océano Virgen, nadando hacia una playa solitaria lejos de Yenyirob, la capital. El último barco de guerreros en regresar a Zánjila sería recibido por sus viudas y huérfanos. ¡Cuánto daría Larva por contemplar las expresiones de horror en aquellas caras al ver los cuerpos mutilados de sus héroes!, pero debía actuar con cautela. Necesitaba una armadura, no era digno de un guerrero como él andar desnudo y sería más fácil conseguirla en un villorrio.
Larva se guió por su olfato y pronto halló el sendero hacia una ciudadela de horticultores que abastecían con sus granos y frutos a la capital. En el camino se topó con dos hombres montados a caballo, sucios tramperos a juzgar por sus apariencias. Una veloz estocada a la izquierda, otra a la derecha y las cabezas de los caballos cayeron al suelo antes que sus cuerpos y jinetes. Cuando estos intentaron ponerse de pie fueron cercenados en dos a la altura del torso por el lunaris. Larva seguía siendo el mejor, de eso no cabía duda.
Atardecía en aquel inmundo villorrio conocido como Mermeroth y al parecer todos sus habitantes habían abandonado sus casas, Larva se topó con el cuerpo sin vida de un mendigo andrajoso y le arrebató su apestosa túnica.
A medida que Larva, encogido para aparentar la estatura de un humano, avanzaba por una estrecha avenida que desembocaba en la plaza central comprendió el porqué de la ausencia de lugareños. Todo el pueblo estaba reunido allí en medio de una bulliciosa algarabía. Larva espió sobre las cabezas del gentío y vio en medio de la plaza una plataforma sobre la cual se hallaban tres sujetos. Uno de ellos estaba atado a un poste, el de la izquierda era un tipo obeso con una tea en la mano y una capucha que le ocultaba el rostro, el de la derecha era sin lugar a dudas el cacique del pueblo, un individuo delgado de cabello rojo y lujosas prendas.
-En virtud de mi derecho y obligaciones como cacique de la comarca de Mermeroth –exclamaba a todo pulmón el cacique– decreto que el ciudadano Bigardo Tejar sea quemado vivo en la hoguera en represalia a las ofensas que prodigó contra mi persona en la Taberna de Saa-Dreva.
Larva examinó el rostro del condenado y se sorprendió al ver que no reflejaba temor alguno. El sujeto tenía una boca ancha y unos ojos saltones algo más separados del tabique nasal que el común de los humanos. Su cabello era casi gris y lucía un cuidado bigote sobre su boca de batracio. Bigardo Tejar más que atemorizado parecía divertido, incluso cuando el cacique bajó de la plataforma y el verdugo le prendió fuego a las ramas secas que rodeaban el poste al cual estaba atado.
Las llamas y el humo comenzaron a envolver al infeliz pero éste, en vez de gritar, comenzó a reír estrepitosamente. De pronto su cuerpo se encendió por si sólo como una antorcha, y se elevó disparado hacia el cielo, perdiéndose entre las nubes.
–¡Un elemental, era un elemental! –vociferaba la muchedumbre conmocionada.
–Un surtur –dijo Larva con su rasposa y grave voz sin percatarse que había atraído con ello la atención de quienes le rodeaban.
–¡Otra criatura mágica! –gritó alguien dando inicio al caos.
La noche encontró a Larva de pie en medio de la plataforma de ejecución rodeado de una cincuentena de cadáveres que, además de los aldeanos, incluían al verdugo, el cacique y su guardia personal. Mermeroth se hallaba desabitada, todos aquellos lo suficientemente inteligentes o cobardes huyeron en cuanto se desató la carnicería.
Larva penetró en el palaciego hogar del cacique y se sentó a su mesa para degustar el gran banquete que sus cocineros le habían preparado para después de la frustrada ejecución. Una vez saciado su apetito, recorrió las estancias hasta dar con la sala de trofeos donde encontró una armadura que, si bien no podría compararse a la que había perdido en la gran batalla, serviría por el momento.
Larva vistió el velmex casi hecho a su medida y se colocó la lóriga de escamas para luego continuar desde los pies hacia arriba con los escarpes, las esquinelas, los grebones, quijotes, rodilleras y musleras. Escarcelas, manoplas, sobrecodales, guardabrazos, ristre, peto, bufa y hombreras completaron su atuendo. No encontró ningún yelmo como el suyo, que tan bien imitaba sus rasgos faciales, por lo que decidió no emplearlos. La noticia de su llegada a Mermeroth pronto traería toda clase de enemigos con los cuales luchar. Pero Larva ya estaba aburrido de pelear con humanos tras enfrentarse a seres mucho más poderosos. Lo mejor sería buscar un caballo, si es que quedaba alguno, y marcharse de aquel sitio.
Mientras abandonaba la sala de armas, su agudo oído detectó un leve respirar entrecortado proveniente del segundo piso. Subió pesadamente las escaleras y con cada paso que daba oía como esa respiración se agitaba más y más. Entró en los aposentos del cacique muerto y con una sola mano volteó la cama. Bajo ella se ocultaba una niña de unos nueve años, cabello rojo, ojos verdes, probablemente hija del cacique. La pequeña estaba asustada, “pero no tanto como debiera” pensó Larva alzando el lunaris. La niña cerró los ojos y comenzó a llorar desesperadamente.
¿A eso se dedica ahora el Poderoso Larva?, ¿a asustar niñitas? –escuchó el guerrero sin la mediación de sus oídos.
–¿Quién eres? –preguntó.
Deja en paz a esa niña y te lo diré. Sal a la plaza, allí estoy esperándote.
Larva emergió a la plaza pero no vio nada más que los cuerpos sin vida de sus víctimas.
–¿Dónde estás?
Aquí –dijo la voz.
Larva le vio entonces, o mejor dicho no le vio. Percibió su ausencia, el vacío provocado en la atmósfera que le rodeaba, algo muy sutil para los ojos de criaturas menores como elfos y humanos pero que para él era evidente.
–Rubb –dijo Larva– ¿te envía Yeresath?
El Cambiante ya no existe, criatura estúpida
–No puede ser…
El Culebril está muerto, cómo deberías estarlo tú, pero a ti no se te puede matar, ¿no es cierto?
¿Era eso una pregunta o una aseveración? Larva sabía que era un hueso duro de roer, pero de ninguna forma inmortal.
Cómo no puedo matarte serás exiliado, ya no tienes cabida en el Nuevo Orden, Larva. Eres una reliquia de un pasado extinto, ¡Yo, mesástatas del tiempo te expulso de la vieja Argos!
Dicho esto se abrió a espaldas de Larva una boca similar a un tornado que lo engulló por completo.
El Blanco Velo del Olvido ha sido dispuesto –sentenció Rubb.

3
Larva arribó a su lugar de destino en medio de un caos generalizado. Era de noche al igual que en Zánjila, pero el ambiente era húmedo y algo más caluroso. Larva estaba de pie en una plataforma similar a la plaza de Mermeroth, pero unas veinte veces más grande. Había mucha luz proveniente de las esquinas del cuadrilátero, estructuras metálicas similares a troncos de árboles coronadas por rectángulos luminosos. Sobre la cabeza de Larva sobrevolaban criaturas voladoras que asemejaban ser de metal, no, eran máquinas con aspas rotatorias que las mantenían en el aire. Desde dos de las esquinas de la plataforma se erguían unas estructuras que conformaban una especie de pirámide con algo similar a un tonel de cerveza en el medio. Todo era muy extraño para Larva que no sabía cómo reaccionar.
Finalmente decidió descender de la plataforma pese a que los potentes focos prácticamente lo cegaban. Halló unos peldaños y bajó los ocho metros que lo separaban del suelo. Al parecer había acontecido otra batalla ya que por lo menos una docena de cadáveres, ataviados de uniformes de tela y extraños armamentos, yacían esparcidos por todas partes. Sin mediar aviso alguno se posó sobre uno de los cuerpos algo similar a una pantera humanoide, con grandes alas emplumadas y amenazadores colmillos. Larva no le dio tiempo de reaccionar a la criatura y arrojó el lunaris. Cuando el cuchillo regresó a su mano la cabeza del animal yacía en el suelo.
–¡Freeze! –escuchó gritar Larva en un idioma que no comprendía para verse rodeado luego de humanos en atuendos y con armas similares a las de sus compañeros caídos. Larva se aprestó a combatir pero de pronto sintió su cabeza muy pesada, cómo si un gnomo se hubiese sentado sobre ella.
AQUÍ NADIE HABLA LA LENGUA DE ILINDIS, LARVA, PERO PUEDO ASEGURARTE QUE NO SOMOS TUS ENEMIGOS
Dijo una voz dentro de su cabeza en una comunicación similar a la que mantuviese en Mermeroth con Rubb, aunque mucho menos sutil.
–¿Qué eres? –preguntó Larva–, ¿un dios acaso?
NO, PERO TAMPOCO SOY HUMANO. QUEDATE QUIETO ALLÍ Y ME VERÁS
Larva decidió obedecer ya que las armas empuñadas por esos humanos a todas luces parecían cañones miniatura que fácilmente podrían penetrar su coraza de metal. Si bien Larva podía regenerarse el recibir heridas no era algo que le agradara precisamente.
Tras unos segundos el semicírculo de soldados se abrió y una especie de cruza entre tanque y pecera se plantó frente a Larva. En el interior cristalino nadaba un pez de gran tamaño similar a las feroces bestias marinas del Mar del Olvido. La criatura poseía una estilizada forma de torpedo con una pronunciada aleta dorsal y una gran boca plagada de afilados dientes triangulares dispuestos en su mandíbula en varias filas ligeramente inclinadas hacia el interior. Larva estimó que el pez medía unos seis metros de longitud y debía pesar unos 1200 kilogramos.
–¿Eres el líder de estos hombres? –preguntó Larva.
SÍ, MI NOMBRE ES BARDO, Y TENGO UNA PROPUESTA QUE HACERTE
–Primero que nada demando saber donde me encuentro –dijo Larva.
ESTÁS EN EL PLANETA TIERRA, EN EL CONTINENTE AMERICANO, EN LOS PANTANOS EVERGLADE DE FLORIDA DONDE HACE DOS AÑOS DESCUBRIMOS SE ENCUENTRA LO QUE HEMOS DENOMINADO EL EJE DE LAS REALIDADES O NEXUS, ESTÁBAMOS INTENTANDO ENVIAR UNA MANZANA A TRAVES DEL PORTAL, LA MANZANA DESAPARECIÓ Y EN SU LUGAR LLEGASTE TÚ EN MEDIO DE UNA EXPLOSIÓN QUE MATÓ A QUIENES ESTABAN MÁS CERCA DE LA PLATAFORMA
–Éste no es mi mundo.
NI TAMPOCO TU UNIVERSO, ESA ES LA RAZÓN POR LA CUAL PUDISTE HACER LO QUE NADIE JAMÁS HA LOGRADO, MATAR A UN ARCÁNGEL
–La criatura alada que decapité, imagino.
SÍ, HASTA EL MOMENTO NADIE HABÍA CONSEGUIDO INFRINIGIR DAÑO ALGUNO A LOS ARCÁNGELES, NO SE TRATA DE TU ARMA SINO DEL HECHO QUE TÚ LA EMPUÑES, PODRÍAS ELIMINAR A LOS MENSAJEROS DE DIOS CON UN SIMPLE TENEDOR O TUS PROPIAS MANOS SI QUISIERAS
–Mensajeros de Dios, ¿Cuál dios?, ¿Miles Der Vand?
NO, NINGÚN DIOS QUE TU CONOZCAS NI AL QUE TENGAS QUE RESPONDERLE, SÉ QUE ERES UN MERCENARIO POR LO QUE TE OFREZCO UN TRATO, DESHASTE DE CIERTOS ENEMIGOS DE MI NACIÓN Y TE REGRESARÉ A TU MUNDO, A LA VIEJA ARGOS

4
Habían transcurrido tres años desde que Victorino se había transformado en el primer acólito, el primero de los Doce y legendario guardaespaldas de Constanza la mesías, que si bien había ganado bastante estatura, seguía poseyendo rostro de niña y cuerpo de muchachito a sus doce años y medio. Esa noche Constanza se hallaba reunida con sus discípulos al interior de una vieja cabaña en lo que alguna vez fueran los amplios dominios boscosos de Warren Kettenmann. La casa pertenecía a una anciana que había muerto dos días antes de un paro diabético, demasiado vieja como para resucitarla. Constanza y los suyos la dejaron bajo un árbol sobre un trozo de tela carmesí que ella misma guardaba para dichos efectos y decidieron quedarse unos días en su casa, que contaba con una despensa llena de alimentos y una gran chimenea de piedra.
A Victorino le habían seguido cuatro acólitos más, todos vueltos a la vida por Constanza para convertirse en sus apóstoles. Felipe fue el segundo y lo encontraron colgando de una soga que pendía de la rama de un árbol, no había intentado suicidarse, como explicó, sino que fue asesinado por su esposa y su amante. El tercer resucitado fue Matías, de dieciséis años, a quien un granjero disparó tras encontrarlo en su predio robando naranjas. La cuarta fue Romina, degollada y violada por un infeliz que el pueblo se encargó de linchar. El quinto fue Gustavo, corneado hasta la muerte por una enloquecida vaca.
Todos estaban sentados en la posición del loto rodeando a su mesías quien les hablaba del futuro por venir. Victorino notó de inmediato el cambio de expresión en el rostro de la jovencita, poniéndose de pie de un salto.
–¿Viste algo Constanza? –le preguntó.
–Sí, una cosa similar a un perro se asomó a la ventana durante unos segundos –explicó la niña.
–Ha de haber sido un perro muy grande para alcanzar la ventana, será mejor que vaya a ver –opinó Victorino mientras vestía su cazadora y salía al exterior.
Larva esperaba oculto tras los matorrales, Bardo le advirtió que Victor Ur era el único acólito que podía significar un verdadero desafío, y le aconsejó matarlo tras acabar con la niña. Bardo estaba al tanto que Ur abandonaría la cabaña por cerca de diez minutos, el escualo poseía cierta habilidad limitada para predecir eventos futuros y presumía haber contando con mayores poderes aún antes que su cerebro fuese cambiado de cuerpo tras recibir un ataque combinado de Ur y la muchachita. Bardo ya no podía mover personas como piezas de ajedrez alrededor del mundo, por lo que Larva había viajado en uno de esos aparatos mecánicos voladores que tanto le desagradaban.
Una vez que el fornido Ur se internó en el bosque, Larva ataviado de su armadura mermerothide destrozó de una patada la puerta y con unos cuantos movimientos de su letal arma desmenuzó a los inmortales esparciendo sus miembros y trozos cercenados en un baño de sangre. Luego avanzó hacia la muchacha que estoica y salpicada de rojo lo esperaba de pie en medio de la sala.
Su rostro manchado casi por completo de sangre apenas podía distinguirse de su inflamado cabello.
–Ya intentaste matarme anteriormente pero no fuiste capaz –dijo la niña.
Vino entonces claramente a la memoria de Larva el rostro de la hija del cacique oculta bajo la cama. Se trataba de la misma chica, algunos pocos años mayor.
En ese momento Victor Ur entró por el ventanal junto a una lluvia de cristales rotos, interponiéndose entre la niña y Larva. Ambos se trenzaron en una singular lucha, Larva armado de su lunaris y Ur de sus puños.
Lo que había dicho Bardo era cierto, Larva nunca se había enfrentado contra hombre o elfo tan poderoso. Tras un breve intercambio de golpes y fintas ambos contrincantes se separaron. Ur contaba con dos dedos menos de su mano derecha como único saldo de la batalla y, además, había conseguido arrebatarle el arma a su contrincante, Larva tenía un ojo colgando de su cuenca, la mandíbula fracturada, varios colmillos menos, cuatro costillas rotas, un pulmón perforado y su armadura rasgada en varios sitios.
“Ésta es una pelea que no podré ganar”, pensó Larva mientras se regeneraba. “Bardo sobreestimó mis habilidades, éste hombre en apariencia común es más fuerte incluso que el dragón blanco con el cual luché sobre el Karkang.”
Retrocediendo lentamente, Larva, que sabía reconocer a un contrincante superior cuando lo enfrentaba y que valoraba su “vida” por sobre todas las cosas, abandonó la cabaña y se sentó sobre un tronco caído.
Escuchó a la niña y al sobrehombre hablar dentro y luego vio a la primera emerger de la casa para sentarse junto a él.
–¿Estás en comunicación con mi enemigo? –le preguntó Constanza en la lengua de Ilindis.
–Sí –contestó Larva ya más recuperado de sus heridas–, puede ver y escuchar todo lo que está ocurriendo gracias a este aparato que no se cómo aún permanece sobre mi hombro. Sus poderes ya no suelen ser los que poseía antes que lo atacaran.
–¿Por qué te rendiste?
–Sé muy bien cuando un adversario está más allá de mis posibilidades para derrotarlo. Valoro mi vida por sobretodas las cosas.
–No así la vida de los demás.
–Los demás no me importan, pero dime, ¿eres tú la niña de Mermeroth?
–Allí tampoco tuviste escrúpulo alguno en matar a hombres desarmados, mujeres y niños. Bardo te ofreció regresarte a tu mundo si me matabas a mí y a los míos, ¿no es cierto?
Larva asintió con la cabeza.
–Es una lástima que te hayas encontrado con él primero y no conmigo. –afirmó Constanza–. Yo puedo enviarte de regreso a tu mundo sin pedirte nada a cambio salvo que valores la vida de los demás de ahora en adelante.
–Yo no hago promesas –contestó secamente Larva.
–Lo sé, pero no importa, lo que ha sido hecho puede deshacerse, regresa Larva al mundo de Argos, regresa a tu cubil abyecto, a tu renacer maligno. Ya no serás el mismo después de esto, te lo aseguro.
Con un simple gesto de su mano derecha Constanza arrojó a Larva de regreso al fondo del Karkang.

5
Larva despierta con la piel manchada de sangre y brea, olfateando el ozono a su alrededor y sintiendo como la oscuridad le apresa como una mortaja. Se sacude en un oquedad de roca fundida y nota el fuego a su alrededor… alto… ardiente. Larva sólo puede arrastrarse cómo un gusano hacia arriba, abrazándose cómo una molusco a las murallas rocosas…
Tras días de incesante escalada Larva emerge del volcán refugiándose en una enorme saliente. Sólo la magia que sus padres insuflaron en él lo mantiene con vida.
¿Que haces tú aquí nuevamente? –pregunta una voz familiar.
–Pertenezco a este mundo –gritó Larva con toda la fuerza de sus pulmones–, y si me destierras mil veces, ¡mil veces regresaré!
Tienes razón –dijo la mano derecha de Yeresath­– Argos está incompleto sin ti, pero eres demasiado peligroso por lo que te privaré parcialmente de tu inteligencia y de las memorias que obtuviste en ese otro mundo al que te envié, al que los mismos dioses tememos entrar
La no-presencia que era Rubb se esfumó dejando a Larva convertido en poco más que un animal salvaje.
La cacería estaba a punto de comenzar.

Nota del autor: Larva, los Dioses, Dragones y sitios de Argos (a excepción de Mermeroth) mencionados en este cuento son creación de David Mateo y han sido utilizados con su consentimiento. Gracias amigo.

Agradecimientos de un amigo: Es indescriptible la emoción que siento al ver a un personaje creado por mí en manos de un escritor tan talentoso y original. Gracias a ti.
–David Mateo (en Argos conocido como Tobías Grumm)–

por Sergio Alejandro Amira

Battlestar Galactica: Sacudiendo la cripta de Lorne Green

La primera parte de la historia ya fue contada, sus orígenes, conflictos y el resultado tras la producción de un piloto de 4 horas. Pero como es común entre el primer episodio y una temporada hay una serie de grandes diferencias que en algunos casos son una buena señal de evolución y en otros de involución.

Fue poco menos de un año de producción para solo trece episodios, y una infaltable polémica causada por el estreno en Inglaterra antes de Estados Unidos y la posterior difusión en la red de dichos capítulos pero finalmente llego a la pantalla chica nuevamente con un alto rating.

Pero mas allá de todo existe un problema surgido de la vara alta que dejó el piloto así como la desmedida ambición y escasa autocrítica del equipo de producción. Lo que debió haber sido la sucesora de Andrómeda en lo que se refiere a series de naves espaciales terminó siendo mucho menos de lo que estaba luchando por llegar a ser Enterprise. Continue reading «Battlestar Galactica: Sacudiendo la cripta de Lorne Green»

Que salga el mal, que entre el bien. Larga vida al escepticismo

Con el paso de los años, mi infancia ha ido ganando un aura de realismo mágico que no era evidente cuando la vivía. A los recuerdos comunes, compartidos por much@s de mis amig@s de hoy, como el de jugar a los autitos, hacer tareas o ver televisión, sumo otros más insólitos, como el de saltar sobre un brasero en que quemábamos sahumerios (los cuales se vendían como un producto medicinal más en la farmacia, envueltos en paquetitos que traían de regalo una carta de tarot); el de hacer fumar a un eternamente sonriente ekeko cargado de saquitos cuyo contenido fue obsesión de muchas de mis tardes de ocio; o, quizás liderando el ranking de lo bizarro, el de alimentar con limaduras de hierro un imán que en casa considerábamos que estaba de alguna manera vivo (escalofriante, ¿no?). Continue reading «Que salga el mal, que entre el bien. Larga vida al escepticismo»

Velas Solares

En las últimas semanas se conocieron dos noticias importantes en el ámbito de la exploración espacial, las que pasaron desapercibidas para la mayor parte del público. Sin embargo, para quienes escribimos cuentos y novelas de Ciencia Ficción, esas noticias fueron trascendentes. La primera es que Japón desplegó con éxito una vela solar, la que está en operación en estos momentos. La segunda informaba que la Sociedad Planetaria hizo públicos sus avances en el proyecto Cosmos 1, el cual pretende poner una vela solar en el espacio, capaz de maniobrar a control remoto. El Cosmos 1 se lanzará al Continue reading «Velas Solares»

Neuromante, la lírica del silicio

por A. César Osses Cobián

Hace una pila de años, el bizarro cantante inglés punk-pop (o pop-punk, o soft-pop-punk), famosillo en los tempranos 1980, William Michael Albert Broad alias Billy Idol, sacaba varios videos que aunque trataban de ser rupturistas, a mi me recuerdan inevitablemente, sobre todo por los vestuarios, a la película Dune. En rigor eran una suerte de confusa y disparatada mezcla entre Dune y el video de Thriller, de Michael Jackson. Antes de desaparecer por un largo tiempo de las estanterías de las disqueras, Billy Idol grabó el 1993 un álbum llamado Cyberpunk. Curiosamente, contenía un track llamado Neuromancer.

Hoy Billy tiene un nuevo álbum, pero si lo menciono aquí es únicamente porque fue gracias a una reseña de ese álbum (que nunca escuché, dicho sea de paso) leída por esos años en el diario peruano El Comercio, que supe que existía una palabra que definía un género literario, y que una de las canciones llevaba por nombre el título de una de las grandes novelas de quien es conocido como el padre del cyberpunk.

Pero ¿qué es cyberpunk? preguntarán algunos. Sin considerarme un experto, puedo decir que es un subgénero de la ciencia ficción. Elementos comunes: implantes hi-tech, prótesis avanzadísimas, avances en medicina que muy bien podrían ser reales en un par de cientos de años más (si el planeta logra resistir hasta entonces).

Llegué de casualidad a Neuromante. Hace bastantes años atrás era un ávido coleccionista de cómics, y rebuscando ociosamente una tarde entre las novedades aún no expuestas de la tienda (debo observar que era cliente frecuente, de ahí la confianza) me di de narices con uno enorme, titulado Neuromante. Viñetas pintadas con pinceles y pintura; creo que era anterior a las separaciones digitales. Una belleza.

Pero me alejo del tema. El cómic se basa con bastante realismo en el primer tercio del libro de Gibson. Para hacerse una idea general de la ubicación, del ambiente, recuerden Blade Runner, de Ridley Scott. Cuentan que cuando William Gibson terminó de escribir Neuromante salió al cine, a distenderse, y para ello eligió Blade Runner. Salió aterrorizado a los quince minutos, temiendo que lo acusaran de plagio.

El protagonista central de la historia es un “cowboy”, llamado Case, que en un tiempo anterior, por querer pasarse de listo, pagó con su sistema nervioso tal atrevimiento. Este personaje sería el equivalente de comienzos de los 1980 de nuestros modernos hackers, y para navegar por el ciberespacio (que dicho sea de paso, es un término que pertenece a William Gibson) no se sienta frente a un PC sino que se conecta a nivel sensorial, por lo que la integridad del sistema nervioso es primordial.

Al quedarse sin su principal herramienta para trabajar, empieza a descender aceleradamente por la escala social, llegando a ser un matón barato. En estas condiciones es reclutado por el enigmático Armitage, por intermedio de Molly. Ella es una asesina a sueldo modificada tanto física como genéticamente, alcanzando así el extremo de la performance humana para lograr ser lo más letal posible.

A Case se le restaura quirúrgicamente el sistema nervioso y le proporcionan el equipamiento necesario para volver a entrar al ciberespacio, todo con cargo a la aparente infinitamente profunda billetera de Armitage. El plan es simple: reclutar una serie de miembros para una secreta misión, y cuya finalidad es desconocida; para ello, cada nuevo miembro reclutado será parte activa en el reclutamiento del siguiente.

En ese futuro las inteligencias artificiales son comunes, empleadas por las grandes corporaciones transnacionales para resolver asuntos estratégicos y de negocios. Existe un encargado de evitar que las inteligencias artificiales se vuelvan… bueno, “inteligentes”; es el caso de la mente detrás de todo, una IA que es lo suficientemente inteligente para percatarse de que sin ayuda no podrá evolucionar.

“¿Cuando una inteligencia es artificial?” parece ser la pregunta de fondo de esta novela. Y vaya que es complicada la respuesta; no es sencillo descubrirla leyendo entre líneas, ya que no es una novela fácil de leer. Esta novela demanda del lector una imaginación fértil, una capacidad de concentración muy ejercitada y por sobre todo, voluntad para abandonar la lectura.

Lo último no tanto por lo adictivo de la trama o por lo trepidante de la acción, sino porque resulta bastante difícil poder seguir los vericuetos de razonamiento del autor si se lee de a pocos, de unas pocas páginas cada vez. Además el texto está plagado de nombres hoy conocidos mezclados con otros, fruto de la imaginación de Gibson.

Los lectores del ámbito de la electrónica o informática podrán sonreír socarronamente al leer varios de estos nombres, ya sea por su uso en un contexto erróneo o por designar algo completamente diferente. Sin embargo… ¿quién dice que el futuro no puede llegar a ser así? Gibson construye un futuro bastante plausible, y no muy complicado de creer, ya que es completamente consistente y que no da la sensación de estar navegando en las páginas de una novela de J.K. Rowling.

He tenido la oportunidad de percatarme de la influencia de esta novela en muchos ámbitos. En anime, en el caso de Ghost in the Shell, se pueden ver varios elementos familiares una vez que ya se ha leído Neuromante. También en / de Greg Bear puede notarse cierta influencia cyberpunk gibsoniana, tanto por los implantes, como por otras piezas tecnológicas vistas por primera vez en Neuromante. Johnny Mnemonic, personaje central de la película del mismo nombre, también es mencionado, curiosamente, de pasada.

En resumidas cuentas, tras leer lo que se ha dado en considerar la piedra angular de la literatura cyberpunk, puede decirse que tanto los microchips como el ciberespacio tienen cabida dentro del lirismo de la pluma de Gibson, así como los ambientes densos y recargados de elementos familiares y extraños, yuxtapuestos sin ningún orden ni concierto en una melodiosa cacofonía.

por A. César Osses Cobián