Subterráneo

Recuerdo que apenas teníamos doce o trece años. Recuerdo que en aquel tiempo no era necesario recordar nada, porque todo estaba pasando, porque no hay más presente que el de la infancia. Luego se viene la nostalgia y darse cuenta de que la niñez ya está lejos y que ahora no eres más que un reflejo del pasado es algo inevitable. Estábamos los tres: Javiera, Claudio y yo. Paseábamos por la entrada de la Casa de Gobierno, jugando Invasores Extraterrestres. Era nuestro juego favorito. En él, Javiera era una capitana de curvas siniestras –al menos así la imaginábamos con Claudio, pese a que Javiera era de una delgadez de niña absoluta- que nos guiaba a nosotros, su comando, por una tierra apocalíptica en busca de tropas marcianas. Nos pasábamos horas en ese juego. Pero aquella vez que recurre ahora a mi memoria algo pasó que decidimos buscar un nuevo escenario. Fue así como, con el sol golpeándonos las frentes, llegamos al “Agujero”. Sabíamos que era zona prohibida. De hecho así lo decían sendos letreros a su entrada. No había guardias. De todas formas nunca los habíamos visto. Así que entramos con esa excitación de niños rompiendo reglas, bajamos sus escalas. Mi madre me había contado sobre la existencia de una ciudad subterránea muchas veces, algo de un proyecto de los años sesenta en donde la gente podía circular bajo el suelo, bajo Santiago. En unas máquinas gigantescas como cuncunas robóticas. Pero luego todo se pudrió. Empezaron a haber accidentes y explosiones, gente electrocutada y máquinas fuera de control. Duró cerca de cinco años y se decretó el cierre del proyecto. El subSantiago era una especie de utopía abandonada. Circuitos oxidados y suelo húmedo por meados. Todo era oscuridad. Nos entró cierto temor pero nadie lo manifestó por miedo a ser acusado de cobarde. Seguimos avanzando olvidando completamente Invasores Extraterrestres, ahora el juego era otro. Javiera seguía siendo nuestra capitana. La ciudad del subSantiago estaba estructurada por dos veredas paralelas y un riel grueso en el centro de la ciudad. El olor era fatal. Pero seguíamos nuestro camino a ninguna parte. Javiera tomó la delantera. Claudio se me acercó y me dijo que Javiera tenía buenas tetas. Lo quedé mirando sin comprender sobre todo porque nunca le vi pechos a Javiera y porque era la primera vez que Claudio decía algo de ese tipo. Asentí para no quedar mal. Javiera saltó al riel y la imitamos en cuestión de segundos. Seguimos por algo que debe haber sido una especie de gran túnel, porque realmente ahí sí que no se veía nada de nada. Hasta que logramos dar con una aldea vecina, igualmente abandonada. Yo estaba feliz, era demasiado parecido a lo que imaginaba como un escenario perfecto para Invasores Extraterrestres. Demasiado parecido a los libros que más me gustaba leer después del colegio. Deben haber sido unos cuarenta minutos, recorriendo, jugando. Hasta que dimos con la zona púrpura. Eran una luz ultravioleta, que nos iluminaba completamente. No logramos dar con el lugar puntual de dónde provenía pero sentíamos que ya habíamos dado con el clímax de nuestro paseo. No fue así. Escuchamos una suerte de chirrido electrónico al fondo del lugar, muy similar al que hace el televisor que guarda mi padre cuando lo enciende para recordar cómo era la televisión, objeto con el que creció y se educó, otro de los proyectos fallidos de la tecnología, cuando aún se creía en ella. Acudimos al ruido, guiados por el oído y el instinto. Dimos con él. La imagen fue demasiado impactante. Nos quedamos en silencio observándola. Era un cuerpo. No podría decir que era un cuerpo sin vida porque nunca llegué a tal deducción. Era una máquina. Una máquina en agonía. Era las dos cosas a la vez: una máquina y un hombre. La mitad humana estaba en evidente estado de putrefacción, la electrónica en cambio, se resistía a la muerte. Claudio se decidió a hablar. Hola, le dijo. La mitad de la cara izquierda era la parte máquina, como la gran parte izquierda del monstruo. No tenía extremidades. Sólo cables cortados. Se le iluminó el ojo izquierdo de un color rojo intenso y sintético. Nos quería decir algo. Sin embargo no logró soltar mensaje. Aumentaron los chirridos. Se silenció. Nos alejamos. Observamos más detalladamente el salón púrpura. Estaba lleno de extremidades mitad humanas, mitad máquinas. Nos miramos. Decidimos que era hora de volver. Tardamos el doble, quizás el triple. Y justo cuando dábamos con la salida me di vuelta para mirar el imperio escondido por última vez. Javiera y Claudio me llamaron. Les hice un gesto para que continuaran ellos. No miento, pensé en quedarme para siempre. Llegar al fondo de todo esto. Sentí un grito. Un grito de Javiera los conocía demasiado bien. Asustado caminé despacio y atento a la salida. Vi a dos militares tomando en brazos a Javiera y a Claudio y adormeciédolos con una fuerte luz blanca proveniente de una pequeña máquina cuadrada. Tuve que esperar cerca de media hora para salir. No había militares. Corrí a casa. Le conté solo el episodio final a mi madre. La parte de los militares. Extraño. Mi madre parecía desconocer completamente a Javiera y a Claudio. Más extraño. Javiera y Claudio habían sido borrados de la memoria de todo el mundo, incluso de sus propios padres. Yo decidí contar toda la historia para que alguien hiciera algo por mis amigos. Fui a dar al psicólogo por el resto de mi infancia. Al parecer mezclaba mis fantasías con la experiencias reales. Acudí al “Agujero” cientos de veces pero ya no había nada en su lugar. En mi adolescencia pasé de ser un niño con problemas mentales a un posible anarquista. Un profeta del Caos. Así es que me la pasé en hogares de menores y en sitios de reclusión por el resto de mi vida. Mi nombre hoy está escrito en el libro negro del Estado. Mi nombre es Edmundo Gallegos. Tengo treintaidós años. Lucho por una utopía enterrada. Y mi revolución recién empieza.

5 thoughts on “Subterráneo

  1. Güena, güena.
    «Mi revolución recién empieza», la revolución de la memoria, recordar cómo fue la verdadera historia ¿Cómo será realmente la verdadera historia?

    Bien, de eso se trata este blog, parece.

  2. Buenisimo!!!!
    Me dejó al menos 5 minutos boquiabierto frente a la pantalla..
    El unico «pero» es q el final es demasiado abrupto..quizás un poco mas de desarrollo ahi le daria un final mas poderoso a la historia.

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