Vibraciones Felinas, por Toncy Dunlop

Gato_aristóteles es enorme, y de su gigantesca cabeza emergen, como propulsados por fuerzas cósmicas y brutales, cinco cuernos rosados y brillantes. Ella lo maneja como una diosa y el felino la ama -qué importan los cinco metros de diferencia cuando se ama- porque ellos se envuelven y revuelcan en la relación más extraña que he visto.

La chica gato, la de los cabellos brillantes y los ojos húmedos, no puede dejar de tocarlo y él ronronea con mecanismos de limpieza metálica mientras destruye el suelo con las garras duras que se contraen y relajan ante todo el placer líquido que le recorre las venas de . Sé perfectamente lo que está sintiendo – conozco el cosquilleo que le producen las suaves descargas eléctricas en la piel, la seductora tibieza del fluido interno. Yo mismo diseñé al felino con un potencial de placer sideral.

Ella se acercó a K mirándolo con intensidades verdes y una sonrisa de ternura inflamable.
– Así que usted puede ayudarnos.
K se ajustó los lentes y notó que la sangre comenzaba a fluir de manera peligrosamente obvia.
– Sí. Déjalo esta tarde y va a estar listo para que lo uses mañana.
Gato_aristóteles rugió hondamente y sus engranajes blandos y tibios hicieron un ruido extraño.
– En la mañana empezó a hacer ese ruido raro.
El chico asintió por instinto mientras sus neuronas se atropellaban mutuamente. Dí algo, mierda. Con movimientos como de curiosidad felina y rosada, ella leyó el tag que K tenía prendido en la chaqueta.
– K.
– Eh…
– Qué kafkiano. Con un nombre así no sé si pueda confiar en usted- dijo juguetonamente.
– Yo mismo diseñé el gato, estoy seguro que…
– Nene, es una broma. Estoy segura que puedes -la risita coqueta que acompañó el comentario se introdujo entre las vértebras de K como dulces descargas energéticas, como los antiguos escalofríos dorsales, y él no podía despegar la vista de sus labios rosados. Son rosados como pétalos. La suave voz de la chica sonó por lo bajo -no sé qué haría sin él.
La miró mientras caminaba por Santiago gris y húmedo semi transparente (esa maldita ciudad para diestros), y le pareció verla brillar entre tanta opacidad urbana.

La mantención de rutina del gato hacía que el juguete ronroneara de forma extraña, cerrara los ojos y se sacudiera, incómodo. El scanner lo molestaba y K susurraba palabras tranquilizadoras, orgánicas y jóvenes. Los ojos plateados encendidos terminaron por apagarse cuando el felino estuvo exhausto de tanto pensar en ella.

Yo lo diseñé justamente para ella, pero no lo sabría jamás. Nunca. K cerró los ojos y su psiquis algo cansada se llenó de flashbacks de brillo y rosas, de labios rosados y cabellos brillantes, de los ojos húmedos que. Se le comprimía la piel en este sistema análogo al del gato pero más potente, porque la epidermis era más sensible y de verdad y dejó fluir la sangre entre todas las máquinas que albergaban softwares tan biológicos como la imitación a la vida misma, que ya no nos bastaba con lo puramente orgánico. Dios diseña mejor que yo, pensó K mientras la presión cristalina interior hacía que su mano perdiera el ritmo y cerraba los ojos con fuerza desmesurada, y ella era parte del plan maestro, de la vida en bruto, del Dios azaroso. Recordó los labios de la chica y los vio tan rosados que los quiso para él. Sintió su propio fluido tibio derramándose tan lento como para gritar, bajándole por las piernas como hidromiel. Otra vez los escalofríos vertebrales.
Gato_aristóteles aún dormía. La revisión estaba hecha y los engranajes exhaustos y viscosos y oscuros del felino, palpitaban silenciosamente. No había nada más que hacer. K podría haberse ido, pero se quedó.
El enojo comenzó a intruducirse en su sangre como en estado líquido y en ebullición, hinchándole los pulmones. ¡Puto gato!. Pensó en ella, en los juegos de dulce perverción erótica que habría inventado con el juguetito, la muy perra. ¡Puto gato, yo la vi primero! Era cierto. K la había visto a través de sus lentes de marcos gruesos por años, a ella, la chica de ojos encendidos que pasaba diariamente frente al taller, y él se sintió muy tonto, muy patético, frustrado, enardecido, caliente, furioso.

Palpó el vientre del felino con urgencia eléctrica y casi ciega -perdió los lentes entre los movimientos torpes. Encontró la manilla tibia y de suavidad orgánica y tiró de ella violentamente, abriendo de golpe las entrañas muy blancas y minimalistas. La batería resplandecía con pulsos luminosos y secos, y K veía el brillo borroso. Con desesperación silenciosa K agarró la batería caliente con la mano izquierda y ahogó los gemidos viscerales de dolor. Enajenado, con los ojos opacos, tiró de ésta con una fuerza extraña, externa, y las venas crepitaron y se retorcieron entre los crueles corto-circuitos neuronales y sanguíneos. Arrancó la batería, desgarrando las arterias plásticas, y el gato se agitó en una última descarga confundida, equivocada.

Los ojos plateados del gato se ennegrecieron. Estaba muerto y vacío.
K se puso los lentes y limpió todo el fluido interno vertido.

-¿Cómo está? ¿Está bien? ¿Ya no hace ese ruido raro?
Ella lo miraba sonriente, confiada, cómoda.
Sí -mintió.
K quería decir mucho, pero el estrecho canal por donde fluye salvajemente el lenguaje lo encerraba y hacía que se tropezara entre sus palabras y sus comas y sus puntos.
Tú lo diseñaste, dijo ella, en un tono ambiguo entre afirmación y pregunta.
-Sí.
K la sintió de repente muy cerca. Demasiado. Va a darse cuenta, pensó mientras ella lo abrazaba presionando con suavidad el cuerpo y las caderas contra él y su erección tan obvia.
-¿Y tú diseñaste el Meow-Me también?
-Sí – K no reconoció su propia voz.

Meow-Me. Ese software lo manejaba ella, tensaba los códigos a su gusto para crear combinaciones de placer explosivo que convertían a Gato_aristóteles en la más avanzada (y obendiente) mascota sexual.
Sintió los labios rosados y brillantes de la chica cerca de su oído, y el aire tibio y el flujo salvaje.
-Me gusta cómo vibra cuando ronronea- dijo, casi gimiendo, y su cabello luminoso olía a fresas.
K la sostuvo con fuerza visceral y la mirada húmeda, la voz tibia y tanta sangre.
· Lo sé.

Cerró los ojos mientras sentía el escote de la chica contra su pecho y su cintura y luego sus labios y ese beso. Sintió la conciencia entrecortada como si hubiese ingerido. Y pulsiones salvajes desde muy abajo y lo subyacente, todo lo subyacente se fundía en el drive que no quería frenar y la sentía a ella, su lengua y sus labios rosados y la seducción tibia en estado semi-líquido. Ella besa como una diosa, pensó. Debe ser una perra.

Al fin, todas las noches de masturbación con las fresas entibiándole la mente e inyectándose más de ella, más rosado y curvas felinas, que ahora ya no era virtual sino que lo tocaba y sus sentidos funcionaban todos lubricados y en sincronía: era cierto. Con ella, la fantasía hecha carne por un verbo super-poderoso, su ficción profunda de líquidos vapores turbios concienca velada.

El gato estaba diseñado para. Seguro que ella había hecho de todo.
Date vuelta, le ordenó con la voz dura y caliente. Ella contuvo la respiración un momento.
– ¿Qué?
Que te des vuelta.
Los ojos de la chica brillaron con miedo frío como si algo hubiese reventado adentro o el humor acuoso desbordándose. Entreabrió los labios como pétalos, pero sólo exhaló aire convulso.
Desde la cintura, la dio vuelta con violencia silenciosa, presionándola contra la pared.
Gimió cuando le levantó la faldita escocesa, cuando rompió las tiras de la tanga coral, y gritó como niñita cuando la penetró con fuerza seca. Tenía los ojos húmedos y se le desbordaron las lágrimas contra la pared oscura. La conciencia salvaje ya no aguantaba.
A K se le nublaron los ojos con derrame turbio y blanco y escuchaba los gritos. Las vertebras contraídas y la sangre. Sintió un calor húmedo entre las piernas – un fluido distinto. Fuck! Miró inmóvil la sangre. La chica se desbordaba por los ojos inundados y la sangre interna y lloraba contra la pared mientras los muslos se le teñían de rojo acuoso y fluía hasta sus sneakers verdes.
Sin darse vuelta, su voz sonaba suave y agresiva.
– Pendejo. Yo era virgen.
Se quebró el silencio con un ruido confuso. Un ronroneo alterado y con fallas. K se dio vuelta, pálido.

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