EL PROCESO


1º de mayo, 1979

Mientras se desarrolla el desfile oficial del Día del Trabajador Combativo, cuyas columnas marchan desde las 10 de la mañana por la Alameda Mártires de Abril, el Presidente Allende se encuentra simultáneamente en dos lugares.

Desde los balcones de La Moneda, protegidos con gruesos cristales antibalas desde el atentado contra el Presidente perpetrado en septiembre del ’73, y que costó la vida al Comandante en Jefe del Ejército, general Augusto Pinochet, una réplica exacta de Allende recibe el fervoroso saludo de la clase obrera y las Fuerzas Armadas Revolucionarias, pilares del Proceso de Emancipación Nacional iniciado con el alzamiento de abril del ’76. Algunas cuadras hacia el oriente, en las oficinas centrales del Proyecto Synco, el Presidente junto a su mano derecha, el ministro de Información Fernando Flores, monitorea la puesta en marcha de una nueva fase del Programa de Control, orientado a la neutralización de elementos contrarrevolucionarios detectados por el Ministerio de Información al interior de la CUT, el Partido Radical Revolucionario y el MAPU-Insulza.

Decenas de pantallas transmiten, desde distintos ángulos, las imágenes del desfile central captadas por las cámaras de vigilancia, a la vez que no dejan de llegar las informaciones telefónicas desde los centenares de oficinas que las Juntas de Vigilancia Revolucionaria tienen a lo largo del país. Allende, cansado, fija su mirada en una de las pantallas, que muestra el edificio institucional de la Central Única de Trabajadores, desde donde los máximos dirigentes de la UP –los que no han sido advertidos por La Moneda- observan la monumental marcha obrera y militar. Pide a uno de los operadores que realice un zoom in sobre la ventana que da al balcón de la sede sindical, con lo que distingue nítidamente el rostro del presidente de la Central, el mapucista Enrique Correa, acompañado por el abogado y dirigente de la ANEF Ricardo Lagos. Fernando, terminemos luego con esto –la voz del Presidente denota el agotamiento de los últimos meses, marcados por las purgas internas de la Unidad Popular. De inmediato, Salvador.

La monumental explosión, adjudicada a grupos paramilitares fascistas, y que costó la vida de cerca de 200 personas, entre ellos destacados miembros y dirigentes del régimen, sólo fue antecedida por una sutil y casi imperceptible seña de Fernando Flores al aún joven técnico Raúl Zurita, encargado de Control y Operaciones del Proyecto Synco.

Brodsky, Camilo. Historia de los sindicatos en Chile. LOM Ediciones, Santiago, 2004